lunes, 16 de mayo de 2011

Tú no te mueves de esta casa

Capítulo 20 “Tú no te mueves de esta casa”

Bella descansó tranquilamente el resto del día, a pesar de las molestias de las nauseas. El doctor le puso una medicación para remediar eso, y pudo tomarse la mayor parte del almuerzo, una dieta suave de sopa y fruta. Jessica resultó ser sorprendentemente buena como enfermera, asegurándose de que Bella tenía siempre agua fresca en la jarra junto a su cama donde ella pudiera alcanzarla, y ayudándola a ir al cuarto de baño cuando le fue necesario. El resto del tiempo, permaneció sentada pacientemente, leyendo una revista que había comprado en la tienda de regalos, o viendo la televisión con el volumen bajo.
Edward estaba inquieto. Vagó dentro y fuera del cuarto, mirando malhumoradamente la cara de Bella cada vez que estaba dentro. Algo en su comportamiento lo molestaba cada vez más. Estaba demasiado tranquila. Tenía razones para estar disgustada y asustada, pero en cambio mostraba poca respuesta a nada. Rehuyó su mirada y alegó dolor de cabeza cuando trató de hablar con ella. Las enfermeras la revisaban con regularidad y dijeron que estaba bien, sus pupilas reaccionaban con normalidad, pero aún así estaba intranquilo.
Llamó dos veces para preguntar por Kate, pero en ambas ocasiones contestó Kate misma y no le dejó hablar con Maggie. —Estoy bien —le dijo de mal humor. —¿No crees que el doctor me habría enviado al hospital si tuviera algo serio? Soy vieja, tengo cáncer, y mi corazón no es el de antes. ¿Qué más crees que podría ir mal? Francamente, no sé ni porque me iba a molestar en tomar medicinas ni para un catarro.
En ambas ocasiones pidió hablar con Bella, y las dos veces Bella insistió en que se sentía lo bastante bien para hablar. Edward escuchó su parte de la conversación y se dio cuenta de lo cautelosa que sonaba, como si tratara de esconder algo.
¿Había visto a su atacante después de todo?
Si era así, ¿por qué no se lo había contado a Call? No podía pensar en ninguna razón por la que ella mantuviera algo así en secreto, nadie a quien ella quisiera proteger. Definitivamente escondía algo, pensó, y estaba decidido a averiguar qué. No de inmediato, no mientras estuviera convaleciente, pero tan pronto como estuviera de vuelta en casa, iba a llevársela y sentarla en un lugar privado para tener una pequeña charla.
Jessica dijo que se quedaría esa noche, y Edward, finalmente a las nueve, se marchó. Aunque regresó a las seis y media de la mañana siguiente, listo para llevar a Bella de vuelta a casa tan pronto como le dieran el alta. Ella estaba preparada, vestida ya con ropa de calle y con mucho mejor aspecto que el día anterior. Veinticuatro horas de descanso forzoso le habían hecho bastante bien, a pesar de las circunstancias.
—¿Has dormido algo? —le preguntó.
Ella se encogió de hombros. —Todo lo que cualquiera dormiría en un hospital, supongo.
Detrás de ella, Jessica busco su mirada y negó con la cabeza.
Eran pasadas las ocho cuando el doctor entró y comprobó de nuevo sus pupilas, después sonrió y le dijo que podía irse a casa. —Tómese las cosas con calma durante una semana —le dijo, —y después vaya a ver a su médico de cabecera para una revisión.
Edward las llevó entonces a casa, esforzándose por evitar los baches y las vías del ferrocarril en un esfuerzo por no sacudir su cabeza. Todos los que se encontraban en casa en ese momento salieron a recibirla, y su plan de tener una conversación privada con ella se fue así al garete. No tuvo ni una posibilidad de estar a solas con ella en todo el día. Ella fue inmediatamente llevada a la cama, aunque se quejó con un poco de irritación de que prefería estar en el sillón, pero nada satisfaría a Kate excepto que descansara acostada. Kate y Maggie la mimaron en exceso, Bessie entró al menos diez veces a preguntarle si estaba cómoda, y Sue abandonó sus dominios culinarios para llevar personalmente las bandejas de comida que había preparado con los platos favoritos de Bella. Incluso Lauren se acercó a visitarla y le preguntó un tanto incómoda si se encontraba bien.
Edward se mantuvo alerta, sabiendo que encontraría su momento.
Este no apareció hasta última hora de aquella noche, cuando todos los demás se habían ido a cama. Esperó en la oscuridad, vigilando la terraza, y como suponía no pasó mucho tiempo antes de que una luz se encendiera en el cuarto de al lado.
Sabía que las puertas de ella a la galería estaban cerradas, porque las había cerrado él mismo antes de salir de su habitación la última vez. Salió al pasillo, donde las luces quedaban encendidas por la noche desde que Bella se había herido, y silenciosamente entró en su cuarto.
Ella se había levantado de la cama y estaba enroscada en aquel enorme y mullido sillón suyo, aunque no leía. Supuso que todavía le dolía demasiado la cabeza para poder hacerlo. En cambio había encendido la televisión, con el sonido tan bajo que apenas pudo oírlo.
Ella volvió la mirada con expresión culpable cuando la puerta se abrió.
—Te pillé —dijo él suavemente, cerrando la puerta tras de sí. Captó de inmediato un atisbo de inquietud en su rostro, antes de que asumiera una expresión neutra.
—Estoy cansada de estar en la cama —explicó. —He descansado tanto que no tengo el menor sueño.
—Entiendo —dijo él. Había permanecido en cama durante dos días, así que no era asombroso que estuviera cansada de ello. —No era eso de lo que quería hablar.
—Lo sé. —Bajó la mirada a sus manos. —Me puse en ridículo anteayer. No volverá a pasar.
Habían pasado tantas cosas desde entonces que por un momento él se quedó mirándola fijamente sin entender, y entonces comprendió que ella hablaba de lo que había ocurrido cuando salieron a montar a caballo. Él era quien se había comportado como un torpe idiota y, como de costumbre, Bella asumía que la culpa era de ella.
—Tú no te pusiste en ridículo —le dijo, severamente, dirigiéndose hacia las puertas de la galería para comprobarlas otra vez, sólo para asegurarse de que estaban cerradas. —No quería aprovecharme de ti y lo manejé todo mal. —Permaneció allí de pie, contemplando su reflejo en el cristal. —Pero eso lo discutiremos más tarde. Ahora mismo, lo que quiero saber es lo que no le has contado al sheriff.
Ella mantuvo la mirada en sus manos, pero él vio lo inmóvil que permanecía. —Nada. —Él percibió la culpa y la incomodidad, incluso en el reflejo.
—Bella. —Se giró y se acercó a ella, agachándose frente al sillón y tomando sus manos en las suyas. Ella estaba sentada en la que evidentemente era su posición favorita, con los pies subidos en el asiento y ocultos bajo su camisón. Él clavó la mirada en el vendaje de su cabeza en lugar de en las sombreadas cumbres de sus pezones contra la blanca tela, porque no quería que nada lo distrajera de lo que trataba de averiguar, y sólo el estar tan cerca de ella ya era bastante malo. —Puedes engañar a los demás, pero ellos no te conocen como yo. Sé cuándo escondes algo. ¿Viste a quién te golpeó? ¿Recuerdas más de lo que has contado?
—No —dijo ella, con desconsuelo.
—¿Entonces qué es?
—Nada…
—Bells —le dijo, peligrosamente.  —No me mientas. Te conozco demasiado bien. ¿Qué escondes?
Ella se mordió el labio, mordisqueándoselo con los dientes, y sus dorados ojos castaños se elevaron  hacia él, llenos de una angustia tan intensa que casi se lanzó hacia ella para consolarla. —Camino dormida —dijo.
Él se quedó mirándola, asombrado. De todas las cosas que podría esperar, esta no era una de ellas. —¿Qué?
—Soy sonámbula. Supongo que esta es una de las razones por las que sufro insomnio —explicó en tono suave, mirando de nuevo hacia abajo.—Odio despertarme en sitios extraños, sin saber cómo he llegado hasta allí, qué he hecho, o si alguien me ha visto. Sólo me ocurre cuando estoy profundamente dormida, tan…
—Así que no duermes —terminó él. Se sintió devastado por dentro cuando comprendió la completa enormidad de la carga que ella acarreaba, la presión bajo la cual vivía. Dios, ¿cómo podía mantenerse en pie? ¿Cómo podía funcionar? Por primera vez, percibió el fino núcleo de puro acero en ella. Ya no era la pequeña, insegura y necesitada Bella. Era una mujer, una Denali, la nieta de Kate, con su cuota del temple Denali. —Esa noche caminabas sonámbula.
Ella inhaló profundamente. —Debe ser. Estaba tan cansada que me quedé dormida tan pronto me acosté. No recuerdo nada hasta que desperté en el rellano con terrible dolor de cabeza y tú y Kate os inclinabais sobre mí. Pensé que me había caído, aunque nunca antes había sufrido ningún accidente cuando estaba sonámbula.
—Jesús. —La contempló, estremecido por la imagen que le vino a la mente. Se habría acercado al ladrón como un cordero al matadero, sin verlo aunque sus ojos hubieran estado abiertos. Los sonámbulos parecen despiertos, pero no lo están. Posiblemente el ladrón hasta creyó que podría identificarlo. El intento de robo y el asalto no eran delitos que justificaran un asesinato para evitar la detención, pero aún así ella podría estar en peligro. No sólo instalaría nuevas cerraduras en todas partes, así como un sistema de alarma que despertara a los muertos en caso de allanamiento, sino que se cercioraría de estar malditamente seguro de que todo el mundo en el condado supiera que tenía una conmoción cerebral y no recordaba nada sobre el incidente. Ya habían publicado un artículo sobre el intento de robo, y a continuación, él se encargaría de que esa información saliera también impresa.
—¿Por qué no le dijiste al sheriff que caminas dormida?
      — Jessica estaba allí —dijo ella, como si  fuera razón suficiente.
Lo era, pero le llevó un momento caer en la cuenta. —Nadie lo sabe, ¿verdad?
Ella negó imperceptiblemente con la cabeza, se estremeció y detuvo el gesto. —Es embarazoso, saber que vago por ahí en camisón, pero es más que eso. Si alguien supiera…
De nuevo, no hacía falta ser un genio para adivinar su pensamiento. —Lauren —dijo en tono grave. —Temes que la pequeña zorra intente alguna trastada contigo. —Frotó sus pulgares sobre el dorso de sus manos, sintiendo los finos y elegantes huesos bajo la piel.
Ella no respondió a eso, solamente dijo, —Es mejor si nadie lo sabe.
—No estará aquí mucho más tiempo. —Se alegró de poder hacer esa promesa.
Bella pareció asustada. —¿No? ¿Por qué?
—Porque le he dicho que tendrá que largarse. Puede quedarse hasta que Kate... Puede quedarse unos meses más si se comporta. Si no lo hace, tendrá que marcharse antes de eso. Jessica y Mike tendrán que encontrar otro lugar para vivir, también. Mike tiene buenos ingresos, así que no hay excusa para que se aprovechen de Kate de la manera que lo hacen.
—Creo que vivir aquí fue decisión de Jessica, suya y de Maggie.
—Probablemente, pero Mike podría haber dicho que no. No sé qué pensar sobre Tyler. Siempre me ha caído bien, así que no esperaba que fuera un  gorrón.
—Tyler tiene un plan —explicó Bella, y de improviso una débil sonrisa rozó sus pálidos labios. —Vive aquí para poder ahorrar tanto dinero como pueda antes de casarse. Va a construirse su propia casa. Él y su novia ya le han pedido a un arquitecto que empiece con los planos.
Edward se quedó mirando su boca, encantado por aquella sonrisa diminuta y espontánea. No había tenido que engatusarla para sonsacársela. —Bueno, al menos eso es un plan —refunfuñó para esconder su reacción. —Maggie y Liam tienen setenta años; no voy a hacer que se muden. Pueden vivir aquí el resto de sus vidas si quieren.
—Sé que no quieres la casa atestada de parientes —dijo ella. —Yo me mudaré, también…
—Tú no vas a ninguna parte —la interrumpió él ásperamente, poniéndose en pie.
Ella lo miró desconcertada.
—Esta es tu casa, maldita sea. ¿Pensabas que trataba de decirte que tenías que irte? —No pudo ocultar la cólera en su tono, no sólo al pensar en ella marchándose, sino porque que ella había creído que él quería que lo hiciera.
—Yo también soy sólo un pariente lejano —le recordó. —¿Qué va a parecer que vivamos aquí juntos, incluso aunque Maggie y Liam vivan también aquí? Es diferente ahora, porque la casa está llena, pero cuando los demás se muden la gente hablará si yo no lo hago también. Tú querrás casarte de nuevo un día, y…
—Esta es tu casa —repitió, apretando los dientes en un esfuerzo para mantener la voz calmada. —Si uno de nosotros tiene que mudarse, seré yo.
—No puedes hacer eso —dijo ella, estupefacta. —Davencourt será tuyo. No sería correcto que tú te marcharas solo para que yo tenga un sitio donde vivir.
—¿No has pensado nunca que debería ser tuyo? —le espetó, provocado más allá de toda resistencia. —Tú eras la Denali. ¿No estás malditamente resentida conmigo por estar aquí?
—No. Sí. —Ella lo miró un momento, sus ojos velados e ilegibles mientras las palabras pendían entre ellos. —No estoy resentida, pero te envidio, porque Davencourt va a ser suyo. Creciste con esa promesa. Has modelado tu vida alrededor de la custodia de esta familia, de esta casa. Por ello, te lo has ganado, y debería ser tuyo. Yo sabía cuando fui a buscarte a Arizona que Kate cambiaría su testamento, dejándotelo todo otra vez; lo hablamos de antemano. Pero aunque te envidié, nunca he pensado en Davencourt como mío. Ha sido mi hogar desde que tenía siete años, pero no era mío. Era de Kate, y pronto será tuyo. —Suspiró, y con cuidado reclinó la cabeza contra el respaldo del sillón. —Tengo un titulo en Administración de Empresas, pero lo saqué sólo porque Kate necesitaba ayuda. Nunca he estado interesada en los negocios y las finanzas, mientras que tú destacas en ello. El único trabajo que siempre he querido hacer es entrenar caballos. No quiero pasar el resto de mi vida en reuniones de negocios; quédate con esa parte, y gracias además. No me quedaré en la pobreza, y lo sabes. Tengo mi propia herencia.
Él abrió la boca y ella alzó una mano para detenerlo. —No he terminado. Cuando ya no sea más necesaria aquí…— Hizo una pausa, y supo que pensaba en la muerte de Kate, como hacía él. El pensamiento siempre estaba allí, acechando en su futuro tanto si ellos se animaban a hablar de ello abiertamente o no. —Cuando llegue el fin, voy a crear mi propio establo, mi propia casa. Por primera vez algo me pertenecerá, y nadie más va a poder quitármelo jamás.
Edward apretó los puños. La mirada de ella era despejada, aunque distante de alguna manera, como si mirara hacia atrás, hacia todas las cosas y las personas que le habían sido arrebatadas cuando era demasiado joven e indefensa para tener el más mínimo control sobre su vida: sus padres, su hogar, el mismo centro de su existencia. Su amor propio le había sido sistemáticamente arrebatado por Tanya, con la inconsciente ayuda de Kate. Pero lo había tenido a él como su baluarte hasta que, también, la había abandonado, y desde entonces Bella no se había permitido tener a nadie, sentir cariño por nada. Se había desconectado a sí misma. Mientras su vida estaba en suspenso se había volcado en Kate, pero ese tiempo llegaba a su final.
Cuando Kate muriera, Bella planeaba marcharse.
La miró furioso. Todos querían Davencourt, y no tenían derecho a él. Y Bella que legítimamente podía reclamarlo, no lo quería. Quería marcharse.
Estaba tan furioso por ello que  decidió que debería volver a su habitación antes de que realmente perdiera el genio, algo que ella ahora mismo no estaba en condiciones de soportar y que no quería hacer de todos modos. Caminó con paso majestuoso hasta la puerta, pero se detuvo allí para decir la última palabra.
—Nos ocuparemos de todo eso más tarde —dijo él. —Pero tú no te mueves de esta casa.

2 comentarios:

  1. dios quien lo entiende primero la evita y ahora no quiere que se valla...Me encanta...

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  2. jajaa bueenas me gusto el capi es como bipolar no?? jajaja bueno se que os tengo algo abandonadas perdon esque voy super liada con los examenes bfff..pero bueno actualize ya jajaja
    un besito muy grande
    te quiere luna de amanecer

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