lunes, 6 de junio de 2011

Deseos

Capítulo 4 “Deseos”

Edward llegó a su casa para descubrir que nada malo le había sucedido a su castillo o a los miembros del clan. Entonces cuestionó la veracidad del mensaje que había recibido. Si Jasper había atacado sus tierras, ¿por qué no había indicios de daños?

Quería respuestas, pero primero iba  a interrogar a los tres prisioneros que había traído, incluyendo Jasper.

Los otros tenían heridas en las piernas y no habían podido escapar como los demás. Se curarían, y probablemente Edward los dejaría volver a sus hogares. Pero la situación con Jasper era diferente.

Un clima de celebración flotaba en el aire mientras hombres y mujeres del clan saludaban a los guerreros victoriosos que retornaban al hogar. Esposas de brazos abiertos daban la bienvenida a sus maridos, niños corrían para estar al lado de sus padres, y levantaban sus cabecitas con miradas de admiración, al tiempo que todos le sonreían con orgullo a su valiente líder, Edward Masen.

El jefe del clan agradecía las felicitaciones mientras observaba las miradas curiosas que convergían hacia las gemelas. El clan sabía que él había partido a buscar una esposa y volver casado, pero las novedades pronto correrían de boca en boca con la velocidad del viento, y en breve todos estarían al tanto de la charada sobre la identidad de Bella y Marie.

Edward vio a las dos desmontar, una se arrodilló, preocupada por Jasper, y la otra se apostó a su lado. Había esperado notar alguna diferencia entre las dos, por menor que fuese, pero ellas parecían idénticas en todo, e intentaban imitar el carácter una de la otra, deliberadamente para confundirlo todavía más.

Las dos tenían cabellos largos y ondulados, de un color castaño brillante. Los ojos de ambas eran cafés como el chocolate, y sus labios parecían cerezas  maduras. La tez era muy clara y suave, ambas levantaban el mentón cuando se sentían amenazadas, y tenían lo misma sonrisa vivaz y alegre. Físicamente, eran idénticas.
Las dos mujeres eran deslumbrantes.

Ordenó a dos de sus hombres que lo siguiesen mientras se aproximaba a Bella y Marie.

—Una celda aguarda a Jasper y a sus guerreros en la parte subterránea de mi castillo —les avisó desde lo alto de su caballo.

Marie no lo miró, mas replicó:

—Entonces me quedaré allá con él.

—Y yo acompañaré a mi hermana —remató Bella.

—Las dos se quedarán a donde yo determine —dijo Edward.

Marie que estaba arrodillada, se levantó con una fuerza que casi derribó a su hermana al aproximarse a Edward.

— ¿Cómo puedes ser tan impiadoso, y condenar a un moribundo a la mazmorra?

— Jasper es mi enemigo y se condenó a sí mismo cuando invadió mis tierras. —Terminó Edward dando la vuelta y dejándolas ahí.

Más tarde en la mazmorra del prisionero, las gemelas seguían planeando su estrategia para atender a Jasper, y al mismo tiempo confundir a Edward.

—Hermana, esta noche yo cuidaré de Jasper y tú la siguiente, ¿te parece? —dijo Marie.

—Pos supuesto, Edward pensará que queremos confundirlo de nuevo, y continuará desorientado.

—Y vos tendrás tiempo para comer más —bromeó Marie. Bella suspiró, deleitada.

— La idea es maravillosa, pues me estoy muriendo de hambre.

— Voy a necesitar más velas, un balde con agua y trapos limpios —pidió Marie—. La chimenea necesita más leña. No quiero que este cuarto esté helado.

Bella trató de colocar más leña en el fuego.

—Voy a buscar velas, agua y trapos limpios, pero recuerda Marie, que debes estar lista para la cena y en determinado momento debes mostrar prisa para volver a ver a  Jasper.
—Sí. Nosotras somos tercas, Bella, pero Edward tiene fama de siempre lograr lo que quiere, y está determinado a casarse con una de nosotras.

— ¿Crees que no podremos vencerlo?
—Tal vez sí. Esta noche, cuando estés a solas con él, trata de descubrir lo máximo posible respecto a él. Después tendremos que compartir toda la información que consigas.

—Venceremos, Marie. Nadie nos va a separar.

—Sí, pero... ¿será una victoria dulce o amarga?

Las gemelas entraron en el gran salón. Habían tomado un baño, se habían librado del polvo y la sangre del viaje, y se habían puesto ropas limpias. Ambas usaban faldas verdes y blusas color crema. Sus mejillas estaban rosadas, sus largos cabellos amarrados sobre sus espaldas.

Ambas se aproximaron a la mesa principal.

— ¿No están celebrando la victoria? —preguntó Bella, parándose delante de  Edward y mirando a su alrededor—. Esperaba encontrarte con una jarra de cerveza levantada celebrando con tus hombres.

—Sin duda, vos sos la que no tiene pelos en la lengua —comentó con una sonrisa el hombre sentado al lado de Edward.

—¿Quién sos? —preguntó Marie.

—Emmett —respondió él, levantándose con caballerosidad.

Edward hizo las presentaciones.

—Emmett es un gran amigo y se convirtió en padre hace poco tiempo.

— ¡Qué maravilloso! —exclamó Bella—. ¿Niño o niña?

Emmett sonrió, llenando su pecho con orgullo.

— ¡Un varón!

—Felicitaciones —dijo Marie con sinceridad.

— ¿Y a quién se lo debo agradecer? —preguntó Emmett, provocador.

—La elección es tuya, Bella o Marie.

—Entonces les agradezco a las dos y espero llegar a conocerlas bien. —Emmett tomó una manzana de una fuente.

—Debo irme. Aprovechen la cena, y buenas noches. Mi esposa todavía no se recupera del parto y está muy débil.

Entonces Edward se quedó a solas con las gemelas. El líder había dado instrucciones para no ser molestados ni por los criados, por lo tanto la mesa ya estaba servida con toda la comida, cerveza y vino.

Quería concentrarse en las gemelas y en nada más. Seguramente ellas ya habían comenzado a cansare de la broma y del esfuerzo que hacían para confundir a todos. Eso era una ventaja para él, Edward pensaba. Esperaba salir victorioso dos veces en el mismo día.

Mientras hacía sus cálculos, Bella y Marie se sentaron en el banco de enfrente. Ambas levantaron sus jarras al mismo tiempo, mientras Edward les servía vino.

—Fred me contó que fueron a vivir con su clan hace diez años —comenzó a decir el líder—. Cuando tenían once años.

—El  padre de Fred, Raoul, era nuestro tío y se ocupó del funeral de papá. Fue a él que mi madre le reveló que estaba enferma. Tío Raoul le prometió que se haría cargo de nosotras —explicó Bella.

—Lamentamos también que tu padre haya fallecido —murmuró Marie.

Edward asintió.

—Lo extraño. El me  enseñó todo lo que sé.

— ¿Y tu madre?

—Ella también murió, hace un año. Todos lamentan su pérdida.

— ¿Tienes hermanos? —quiso saber Bella, mordisqueando un pedazo de pan.

—No, soy hijo único.

— ¿Es por eso es que quieres tener muchos hijos? —preguntó Marie.

—Mi sangre continuará en el clan de los Masen.

— ¿Y en el caso que sólo tengas niñas? —insistió Bella.

Edward sonrió.

—Estoy seguro que tendré hijas... e hijos.

— ¿Y si tu esposa no quisiera tener una prole numerosa?

—Una buena esposa hace lo que su marido le ordena.

—Menos mal que no dijiste una esposa “obediente” —se burló  Bella, atacando un pedazo de queso.

—Debes ir a ver a Jasper —murmuró Marie, cortando una manzana y mirando a su  hermana de modo deliberado.

Bella sacudió la cabeza.

—No. Es tu turno.

Marie fingió irritación.

—Ya estuve mucho tiempo al lado de él. Te toca a vos.

Edward levantó a mano.

—Paren de discutir. Una deberá ir, poco me importa cuál de las dos, no quiero participar más de la charada de las gemelas por el día de hoy.

—Yo voy, entonces —dijo Marie, fingiendo sentirse molesta.

Se levantó de mala voluntad, se robó una manzana, como si todavía tuviese hambre, y saludó a los dos.

Cuando Edward y Bella se quedaron a solas, el guerrero continuó la conversación—: ¿Planeas ser una buena esposa?

—Sí, si amo a mi marido.

Edward hizo una mueca.

— ¡La manía de las mujeres! ¡El Amor! Los juglares escriben tonterías poéticas sobre el amor y cantan melosas canciones, y las muchachas tontas se quedan aguardando la llegada del príncipe azul. —Edward apoyó los brazos sobre la mesa y miró a Bella—. Yo prefiero a una mujer fuerte, valiente, honesta y con los pies bien plantados en la tierra. Una mujer que esté a mi lado en una batalla, si es necesario, y que pueda darme hijos saludables que den continuidad a mi estirpe.

— ¿Y el amor?

—El coraje de enfrentar la vida juntos es amor.

Bella juntó sus manos.

— ¿Entonces eres poeta también?

— ¡No me insultes! —bromeó Edward.

—Estoy hablando con franqueza, como vos. Dejaste en claro lo que deseas de una esposa. Debes haber tenido muchas candidatas.

Los ojos de Bella brillaban como dos piedras preciosas, y Edward se sintió  tentado de besar esos labios rojos.

— ¿Estás preguntando si fuiste mi primer elección? —murmuró el guerrero, jugando a sacar verdad de mentiras.

Pero ella no cayó en la trampa.

—Claro que no, Bella es la candidata perfecta para llenar tus requisitos.

Edward dejó escapar una carcajada.

—Tienes razón. Todos los clanes me ofrecieron candidatas a esposa, pero Bella fue la candidata que más me interesó. Su reputación es famosa en la región.

— ¿Qué reputación?

—Oí decir que es una excelente amazona y cazadora. Sabe manejar casi todas las  armas tan bien o mejor que muchos hombres, y protege a su hermana como una leona protege a sus crías. Y entonces me di cuenta que sería una buena madre, es el tipo de mujer con quien quiero casarme.

Bella dominó su orgullo y replicó con aire serio:

—Pueden ser sólo cuentos y no la verdad.

—No, fueron muchos los comentarios y sólo pueden ser verdaderos. —Edward sonrió—. En particular, me gustó la historia de un joven que desafió Bella a una competencia de arco y flecha. El joven le dijo que vencería y que quería la mano de Marie en matrimonio como premio.

—Fue muy estúpido.

—Sí, porque Bella lo venció, y él la acusó de haber hecho trampa. Y Bella le dio una buena zurra.

Edward se rió.

—Tu clan cuenta esa historia con mucha gracia y orgullo. Cuando ese joven quedó caído en el suelo con la nariz sangrando, Marie corrió a ayudarlo.

—Es lo que hace una buena curandera con cualquiera que esté lastimado. Pero Marie dejó claro que no lo desposaría.

—Eres linda —murmuró Edward, desviando la conversación de modo súbito.

Sorprendida, Bella no respondió.

—Las historias que he oído también hablaban de la belleza de las gemelas, y muchas aseguran que los cabellos castaños con destellos rojos de Bella le dan la pasión por la lucha, y los de Marie le inspiran atracción por la curación. —La miró  intensamente—. Me pregunto cuáles son las otras pasiones de Bella...

Estática, ella lo vio inclinarse sobre la mesa, sujetar su mentón y aproximar los labios.

Bella se estremeció como si le hubiesen arrojado un balde con agua fría, y se apartó un instante después de que los labios de Edward la tocasen. 

— ¡Sos muy presuntuoso y atrevido Edward Masen!

—Solamente quería robarle un beso a mi futura esposa.

— ¡No  juegues conmigo! ¡Si piensas que besándonos vas a descubrir nuestra identidad, estás muy equivocado!

Agarró una manzana y comenzó a pelarla con tanta energía que casi la partió en dos.

 — ¿Por qué crees que pensé en el beso como método para descubrir quién es quién?

Bella apuntó el cuchillo en su dirección.

—Las reacciones revelan mucho sobre las personas.

—Tienes razón, y tu reacción en este momento es de rabia, lo que te asocia más a Bella que a Marie.

En respuesta, Bella atacó la fruta con más fuerza, soltando un grito al sentir la hoja del cuchillo herir su mano. Pero cuando Edward intentó ayudarla, ella retrocedió.

—Sé curar mis propias heridas, gracias. —Al verlo fruncir el ceño, sonrió, aprovechando la oportunidad para confundirlo—. ¿Ahora mi reacción te hizo recordar a Marie? Ten cuidado, Edward, pues puedes meterte en un gran lío escogiendo a una de nosotras dos.

Bella se levantó y dejó el salón, pasando al lado de los centinelas que dormitaban,  hasta llegar al cuarto que había sido destinado a Jasper Cullen.

Marie levantó la  vista de las hierbas que preparaba en el fuego de la chimenea, mientras Jasper permanecía inconsciente en la cama. Bella levantó la mano herida, y su hermana corrió hacia ella.

— ¿Qué pasó? —preguntó con voz ansiosa.

— ¿Sabes lo que él hizo?

— ¿Te atacó con un cuchillo?

—No, yo misma me herí, pero fue culpa de él.

—Debe haberte hecho enojar mucho, puesto que no sueles cortarte con cuchillos.

—En verdad, fui una tonta, Marie.

— ¿Qué sucedió?

—Edward me besó. Pero no fue el beso lo que me enojó, sino la intención de él, —Bella miró a Marie con un brillo furioso en sus ojos marrones—. ¡Quería ver mi reacción!

—Entonces fue todo premeditado...

—Edward no quería besarme de verdad, sólo descubrir cuál de nosotras dos era yo.

— ¿Y a vos te hubiese gustado que él te besase porque se sentía atraído...por vos en especial?

— ¡Nada de eso! —Bella miró a su hermana quien la encaró con expresión divertida.

—Yo... bien, me sentí excitada con el contacto de sus labios. Fui una idiota. Estaba loca al recibir mi primero beso, pensé que Edward...quería besarme por ser... porque soy yo...

—Bella, tienes derecho a desear un beso.

— ¡Pero no tengo derecho a ser imbécil! Y vos, Marie, como ya fuiste besada  ya sabes cómo reaccionar.

— ¡Bah! Unos besitos de unos muchachos inexpertos de nuestro clan.

—Pero lo suficiente para que te sintieses deseada como mujer. Yo jamás conocí esa sensación.

— ¿Quieres que Edward sienta ganas de besarte porque sos Bella?

— No... ¡Sí! —Bella levantó las manos en un gesto de desesperación—. Ya te dije, soy una idiota.

— ¿Por qué  no besarlo?

—No tengo la menor intención de casarme con él.

Marie sonrió, lanzándole una mirada maliciosa.

—Es un hombre guapo y un excelente guerrero. ¿Por qué no concederle un beso para poner a prueba sus sentimientos?

— ¿Y si me gusta? —preguntó Bella—. ¿Qué va a suceder?

—Eso dependerá de vos.

2 comentarios:

  1. dios jajajaja me encanta .....Besos...

    ResponderEliminar
  2. me encanta la historia, estoy deseando saber si consigue distinguirlas.....jajaja, lo tiene dificil.....besos

    ResponderEliminar