sábado, 9 de octubre de 2010

CAPITULO 12


Capítulo 12


Cuando despertó se encontraba en su habitación, la reconoció de inmediato aunque todo estaba oscuro, ¿acaso todo había sido un mal sueño? Se preguntó mientras se sentaba en la cama. Tenía muchas ganas de llorar, se sentía sola, vacía, cómo si su vida ya no tuviera sentido, y sin pensarlo un fuerte sollozo salió de sus labios.
— ¿Bella, qué te sucede? —esa voz, era él. Así que no había sido un sueño.
— ¿Qué haces aquí? —le preguntó secándose las lagrimas.
—Cuidándote, no sabes lo que me costó convencer a Alice de que me dejara quedarme contigo.
— ¿Qué me sucedió? —estaba algo confundida.
—Te desmayaste, debido al estrés y la presión a la que te viste sometida por mi culpa, sufriste una baja de presión. Bella lo siento tanto —le dijo acercándose a ella, hasta llegar a su lado en la cama.
— ¿Pero aún no entiendo qué es lo que haces aquí? —volvió a preguntarle mientras miraba al vacío.
—Ya te lo dije, cuidándote. Me preocupé tanto cuando te desvaneciste enfrente de mí, justamente en ese momento Alice iba entrando por la puerta, mientras estabas inconsciente en mis brazos. Se puso como loca, me gritó, me insultó; sólo paró cuando el médico que llamé tocó la puerta.
— ¿Ella te dejó quedarte conmigo? —le parecía extraño que su prima lo hubiera permitido, Alice lo odiaba mucho, por lo que le había hecho en el pasado.
—No fue fácil convencerla, pero al final lo logré, y pretendo convencerte a ti también —le dijo mientras rozaba su mejilla con el dorso de su mano.
Bella se retiró como si su toque la hubiera quemado, y la verdad si la quemaba, pero de ternura, de amor, y sobre todo de deseo, y no quería rendirse tan fácilmente a sus encantos. Ya no la tendría a sus pies y a su disposición cada vez que él quisiera.
—No me toques, entiéndelo Edward, ya no quiero nada contigo. Nuestro matrimonio desde el principio fue un error; tu mamá y tus hermanas no me querían, desconfiaste de mí, me dejaste y por si fuera poco me obligaste a convertirme en tu amante, ¿y crees que ahora sólo con pedir disculpas todo se arreglará?, pues no Edward, eso no es suficiente.
—Por favor, dame una oportunidad, prometo no decepcionarte, quiero entregarte mi vida, mi existencia, dedicarme en cuerpo y alma a ti, recuperar todo el tiempo perdido Bella, vivir el amor que sentimos al máximo.
—No es fácil, no puedo asimilar tan fácilmente que tú estás aquí, pidiéndome perdón. Tú me ofreces un futuro, pero ¿quién me devuelve tantos años de sufrimiento, de soledad?, nadie Edward, nadie —terminó mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.
—Bella, no llores. Sé que no puedo regresar él tiempo, pero también sé que aún me amas, y que yo te amo. No nos condenes al sufrimiento, tenemos la oportunidad de vivir un futuro los dos juntos, no nos hagas infelices a ambos.
—No lo sé Edward, estoy confundida, aturdida, no sé ni siquiera qué es lo que quiero, necesito tiempo. Dame tiempo, por favor.
—Está bien, te daré todo el tiempo que necesites para poner tus sentimientos en orden, pero por favor permíteme estar a tú lado, déjame ganarme tu amor y tu confianza de nuevo, necesito estar a tu lado.
—Lo pensaré, ahora si me disculpas, quiero estar sola.
—Pero no te puedes quedar sola, si te vuelves a desmayar…
—Voy a estar bien, no te preocupes, ahora vete, por favor.
—Está bien, como tú quieras. Nunca volveré a presionarte. Descansa y no olvides que te amo —. Antes de salir de la habitación le dio un beso en la mejilla, pero ella volteó el rostro duramente, ese acto le dolió, pero la entendía, él le había hecho mucho daño, y ahora tendría que trabajar muy duro para ganar su perdón y su confianza de nuevo. Si había sido muy estúpido en el pasado, no cometería los mismos errores; ahora no se separaría de ella. Quería recuperarla, la sola idea de formar una familia con Bella le llenaba el pecho de una calidez que nunca imaginó sentir, y lo más hermoso sería un hijo, una criatura de los dos. Sólo esperaba que Bella pudiera perdonarlo.
En cuanto Edward atravesó la puerta de su habitación, Bella sintió que se moría, lo amaba demasiado, pero no estaba dispuesta a perdonarlo tan fácilmente, ya no la utilizaría.
Tal vez su vida se encontrara vacía en ese momento, pero se recuperaría, ya vería la forma de salir adelante, decidió. Se levantó de la cama, pero sintió un fuerte mareo que tuvo que volver a sentarse. No sabía que le sucedía, aunque seguramente se debía al estrés y la presión a la que estuvo sometida durante esa larga semana, la impresión de enterarse de la relación de Edward con su recepcionista, y sobre todo el cambio de actitud en él. Todo era demasiado repentino, sólo había sucedido en menos de una semana, cuando durante siete años ya se había hecho a la idea de vivir sin un hombre a su lado, por qué si no era Edward, estaba segura que no podría vivir con nadie más.
Sin darse cuenta se quedó dormida, un golpe en la puerta de entrada la despertó, se levantó con cuidado y fue a abrir, era Alice que había ido a verla.
—Hola Alice —dijo algo adormilada, todavía se sentía cansada.
—Bella, ¿cómo estás?, ¿ya te sientes mejor? —preguntó su pequeña duende mientras entraba al departamento.
—Sí, ya me siento un poco mejor, gracias por venir Alice.
— ¿Cómo no iba a venir?, si cuando me fui seguías inconsciente, sólo deje que ese animal de tu marido se quedara contigo porque me dijo que venía explícitamente a pedirte perdón. Pero cuando lo vi contigo entre sus brazos, y tú inconsciente, te juro que pensé lo peor, y me dieron unas ganas enormes de matarlo.
—Así es, vino a pedirme perdón. Pero sólo porque se enteró de la verdad, no porque confiara en mí. Tuvo que recurrir a un maldito investigador para saber una verdad que pudo haber escuchado de mis labios, pero nunca me dejó explicárselo, y ahora viene como si nada a decirme que soy lo más importante para él, y que me quiere de vuelta en su vida —terminó con una sonrisa triste, y el brillo de sus ojos se había esfumado desde que salió del edificio de la naviera Cullen.
— ¿Y tú qué piensas hacer?, ¿lo vas a perdonar?
—Por supuesto que no, no quiero saber nada de él. ¿Para qué voy a volver a su lado?, ¿Para qué sea como la primera vez?, ¿Para qué se enfrasque en su trabajo, y me deje nuevamente con su madre y sus hermanas?, no, claro que no, yo no pienso volver a la misma vida de antes.
—Pero Bella, nadie asegura que él te de la misma vida de antes, ¿a caso no te prometió que había cambiado?, ¿qué ya no era el mismo joven inexperto con el que te habías casado?
— ¿Y tú como sabes todo eso?
—Porque antes de dejarte en sus manos, tuvo que darme explicaciones de todo, y prometerme que te cuidaría con su propia vida si era necesario. Y él me lo contó todo Bella, de verdad está sufriendo y está muy arrepentido por todo lo que te hizo…, incluido lo de esta semana.
Esa respuesta no la esperaba, ¿cómo era posible qué Edward la denigrara con su propia familia?, ¿cómo se había atrevido a contarle a Alice que se había acostado con él por dinero?
— ¿Pero cómo fue capaz de decírtelo?, es un canalla, y yo no creo que en verdad haya cambiado, de seguro tiene más de dos amantes esperándolo en Atenas, incluida la escultural pelirroja.
—Bella, no me lo dijo con el afán de humillarte, le conté por qué le habías pedido el divorcio, y me dijo lo canalla que había sido al hacerte semejante proposición, estaba realmente arrepentido.
— ¿Y a mí de que me sirve su arrepentimiento?, de nada, porque eso no puede remediar todo lo que sufrí por su culpa.
— ¿Y no te has puesto a pensar en su sufrimiento también?, ¿en lo qué sintió cuando te encontró con otro hombre?
—Pero era Emmett, ¡por Dios!
—Pero él no lo sabía, ponte en su lugar, ¿qué hubieras hecho si lo hubieras encontrado en la misma situación con otra mujer?, ¿te hubieras sentado a charlar con él, como si nada hubiera pasado?
—No…, pero él tampoco me permitió explicárselo.
—Bella, ambos cometieron errores, él por dejarte tan sola y no confiar en ti, y tú por ocultarle tus miedos, y sobre todo a tú familia. No lo culpes sólo a él, los dos son humanos y por lo tanto propensos a equivocarse. Yo pienso que tienes que darle una oportunidad.
— ¿Por qué lo defiendes Alice?
—No lo estoy defendiendo, sólo estoy tratando de abrirte los ojos. Tú lo amas Bella, ¿quieres ser infeliz toda tú vida y hacerlo infeliz a él también, sólo por orgullo?, eso sinceramente se me hace muy tonto Bella, tú lo amas y él te ama, ¿qué más quieres?
—Tienes razón Alice, pero es tan difícil. Olvidar tanto dolor, sufrimiento, olvidar siete años de mi vida echados a la basura. Necesito tiempo para pensarlo muy bien.
—Sólo te recomiendo que no lo pienses mucho Bella, porque tal vez cuando te decidas él ya no esté ahí. No desperdicies ésta oportunidad, mírame a mí, tengo a mi hijo al cuál adoro, pero no tengo a nadie a mi lado, estoy sola, y no quiero que te suceda lo mismo.
—Tienes razón prima, te prometo que pronto tomaré una decisión.
—Me alegra escucharte decir eso. Bueno, ahora me tengo que ir porque deje solo al mostrito, y ya sabes que es como un demonio cuando está solo.
—Vete tranquila, yo voy a estar bien. Te quiero mucho Alice, gracias por todo.
—Yo también te quiero, cuídate mucho.
Alice salió del departamento y Bella se quedó pensando en lo que le dijo. Ella tenía razón, la culpa era de los dos, pero aún no estaba segura de poder ser feliz a su lado, y ya no quería que la hiciera sufrir. Con ese pensamiento se fue a la cama a dormir.
Esa noche tuvo un sueño muy hermoso, Edward y ella se encontraban en un hermoso prado, lleno de luz y flores, ambos iban vestidos de blanco, y cuando Edward se dio la vuelta pudo ver en sus brazos a un pequeño bebé. Un hermoso niño de cabello castaño y unos hermosos ojos verdes.
Se despertó con una sonrisa, pero al darse cuenta que era un sueño se sintió triste, vacía, no sabía porque, pero de repente sintió tantas ganas de tener un bebé, un pedacito de Edward y suyo. Aunque ellos no terminaran juntos, ese sería el mejor regalo que él podría darle, un hijo.
Pero solamente eran sueños tontos, se dijo a sí misma. Se levantó de la cama y se dio un baño. Llamaría a Alice para preguntarle que tal iba el negocio del catering, al menos eso le ofrecería una distracción. Iba saliendo de su habitación cuando llamaron a la puerta.
— ¿Quién es? —preguntó antes de abrir.
—Soy yo, Edward —. Esa voz le causaba una excitación que nadie había logrado antes con ella, odiaba que Edward tuviera ese poder sobre ella.
— ¿Qué se te ofrece? —preguntó sin abrirle la puerta, no quería verlo, no todavía.
—Quiero hablar contigo, ¿puedes abrir por favor?
—Yo no tengo nada que hablar contigo, vete —le dijo mientras se recargaba en la puerta, como queriendo evitar que se fuera a abrir sola.
—Bella, por favor…
—Vete, te lo ruego —unas cuantas lagrimas traicioneras abandonaron sus ojos.
—Está bien, no te voy a presionar nuevamente, pero quiero que sepas que no voy a renunciar tan fácilmente a ti, te amo y no estoy dispuesto a perderte otra vez.
Ella se quedó un rato más recargada en la puerta, hasta que no escucho más ruido afuera. Su corazón latía frenéticamente, sus palabras realmente la afectaban.
Cuando se tranquilizó decidió ir a buscar personalmente a Alice al trabajo, necesitaba distraerse.
Parecía que el negocio del catering había crecido considerablemente, tenían una larga lista de clientes exclusivos que buscaron a Alice en cuanto sus deudas quedaron saldadas, también el dinero que Edward le debía ya se encontraba en su cuenta bancaría, se lo daría a Alice para que hiciera nuevas inversiones, ella sabía que era lo que más les convenía y sabría invertirlo adecuadamente.
Acababa de entrar a su departamento cuando algo sobre el comedor llamó su atención, era un gran arreglo de flores lleno de rosas y lilis, sus flores favoritas, se acercó para tomar la tarjeta y averiguar quién lo había mandado.
Sacó la tarjeta y la abrió con manos temblorosas, sabía de quién eran, pero aún así sentía emoción de recibir flores por primera vez en siete años, nunca le permitió a nadie que le mandara flores, le daba nostalgia acordarse de los viejos tiempos. Abrió la tarjeta y la leyó en voz alta.
—"Para la mejor y más extraordinaria mujer que he conocido en toda mi vida. Espero que puedas perdonar todas mis tonterías y regresar conmigo, ya que sin ti mi vida no tendría sentido. Con amor, Edward" —sintió una enorme felicidad al terminar de leer aquel pequeño pedazo de papel, pero aún no podía confiar en él, no quería que la volviera a lastimar, aunque reconocía que estaba haciendo meritos para recuperar su amor.
Con una gran sonrisa se fue a la cama, esperaba volver a tener aquel hermoso sueño, quería volver a ver a aquel hermoso bebé.
Despertó muy feliz, había vuelto a soñar con ese pequeño angelito. Se levantó con mucho entusiasmo y se dio una ducha, esperaba que Edward la buscara, no sabía por qué pero estaba ansiosa por verlo, después de todo Alice tenía razón.
Desayunó, se arregló y arregló su departamento, estaba muy hiperactiva, no podía estarse quieta y la emoción que sentía la animaba a hacer más y más cosas en la espera de que Edward llegara, pero él no apareció, en su lugar llegó otro arreglo de flores idéntico al anterior, al principio se decepcionó un poco, pero pensó que todo estaba bien, después de todo ella le había pedido tiempo, lo esperaría hasta que él se decidiera a buscarla.
Y así en la espera pasó una semana, todos los días llegaba un arreglo de flores con mensajes hermosos, pero Edward no aparecía, estaba empezando a preocuparse cuando llamaron a su puerta. Era él, tenía que ser él, su corazón dio un vuelco con sólo imaginar ver de nuevo sus hermosos ojos verdes. Se vio nuevamente en el espejo, y al ver que se encontraba perfecta se dirigió a abrirle.
—Hola Edward, pasa por favor —le dijo amablemente haciéndole una seña para que entrara.
—Gracias —le contestó algo distraído, parecía como si algo le preocupara, notó Bella enseguida.
—Toma asiento, ¿quieres algo de beber?
—No, muchas gracias —dudó unos segundos— Bella necesito hablar contigo…
—Adelante, habla —le dijo mirándolo a los ojos, esas palabras ya la habían preocupado.
—Necesito regresar a Atenas, ocurrió un problema en la naviera y necesitan mi presencia urgentemente —le dijo evitando su mirada, por eso no se dio cuenta del relámpago de dolor que atravesó por los castaños ojos de ella.
Esas palabras se clavaron como un cuchillo hasta el fondo de su corazón, sintió que su pulso se aceleraba y que le faltaba la respiración. Retomó fuerzas y cómo pudo le preguntó:
— ¿Te vas? —pronunció muy bajito, como si no quisiera escuchar la respuesta a su pregunta.
—No será por mucho tiempo Bella, tú me pediste tiempo y creo que ésta será la ocasión perfecta para otorgártelo, si sigo aquí te presionaré y ya no quiero hacerlo, quiero que tú tomes la decisión que sea mejor para ti.
—Está bien, pero no entiendo porque me estás avisando, no necesitas de mi permiso para irte —le dijo dándole la espalda.
—No quiero volver a ser como antes Bella, pero te prometo que volveré muy pronto, y espero que para cuando vuelva ya tengas una respuesta. Y nunca olvides que te amo —. Terminó dándole un beso en la mejilla, y se fue.
Bella se dejó caer en el sofá, no podía creer que se hubiera ido, estaba segura que no era por el trabajo, sino porque le había pedido tiempo, ella tenía la culpa, y lo peor de todo era que no lo había detenido. Sólo esperaba realmente tener una respuesta definitiva para cuando él volviera.
Pasó un mes desde que Edward había vuelto a Grecia y las flores seguían llegando a su departamento. Los mareos y los desmayos habían aumentado y eso la había preocupado. Se encontraba pensando en eso cuando llamaron a su puerta.
Abrió y el corazón le dio un vuelco al ver quien se encontraba afuera de su puerta, era él, su dios, su amor, había vuelto por ella.
—Edward volviste... —no pudo pronunciar otra palabra, la emoción la embriagaba completamente.
—Así es Bella, volví por ti. Estaba decidido a esperarte hasta que tu quisieras buscarme, pero me di cuenta que no podía pasar un día más sin tí, te quiero Bella, te amo y necesito que me perdones, que vuelvas conmigo. Quiero estar a tu lado y prometo hacerte inmensamente feliz, viviré para ti y por ti, te lo prometo.
—Oh Edward, yo también te amo, pensé que ya no regresarías, que tal vez te habías aburrido o cansado de mí, lo único que me reconfortaba eran tus flores, me hacían saber que seguias ahí, esperando por mi. Edward por favor perdoname también por no comprender que el error fue de los dos. Ambos nos equivocamos y fuimos muy orgullosos, por favor perdoname —le dijo mientras se aferraba fuertemente a su cuello llorando.
—Bella yo no tengo nada que perdonarte, tu no tuviste la culpa, todo fue por mi estupidez, mi orgullo de griego que no permitió escucharte, no quise entenderte, no comprendí la soledad en la que te encontrabas. Pero te prometo que nunca más te volveré a dejar sola, nunca Bella, tú eres mi vida.
—Edward te amo —estaban a punto de besarse cuando Bella se desvaneció de nuevo en sus brazos.
—¡Bella!, ¡Bella reacciona!, maldición —dijo Edward mientras la tomaba en brazos y se dirigía hacía su carro. Alice ya le había informado de los constantes desmayos y mareos de Bella. Así es, él se había ido pero Alice se había encargado de mantenerlo informado de todo lo que le ocurriera a Bella, no la volvería a dejar sola y desprotegida.
Iban camino al hospital cuando ella empezó a reaccionar, al principio se sintió desorientada, confundida, y al sentir el movimiento del auto se asustó, pero todo pasó a un segundo plano cuando se dio cuenta que se encontraba con Edward.
—¿A dónde vamos?— le pregunto todavía aturdida por el desmayo.
—Alice me informó de tus desmayos y mareos frecuentes, no puedes seguir así, te llevo al medico para que te revisen. No quiero que mi esposa se enferme —esas palabras de preocupación la llenaron de ternura, él realmente la amaba, ya no le cabía la menor duda.
—¿Pero si tengo algo grave?
—No te preocupes, vas a ver que no es nada malo, te lo juro.
—Gracias amor, te amo.
—Yo también —aprovechando un alto, se volteo para besarla. Cuanto amaba a aquella mujer y que estúpido había sido al desperdiciar tantos años por unos celos estúpidos, nunca más vovería a hacerla sufrir.
En cuanto llegaron al hospital atendieron inmediatamente a Bella, gracias a la influecia de Edward, el médico era amigo suyo. Le hicieron varios análisis de sangre, en cuanto Bella vio las agujas se puso pálida, le tenía pavor a las inyecciones. Edward siempre estuvo con ella, tomando su mano.
—No te preocupes pequeña, yo estoy contigo —le dijo antes de darle un tierno beso en los labios.
—Gracias.
Terminaron los análisis, tenían que esperar una hora para que les dieran los resultados.
—No voy a soportar la espera Edward, estoy muy nerviosa. ¿Y si tengo algo grave?
—Estoy seguro que no tienes nada de que preocuparte amor, y si así fuera lo afrontaríamos juntos, porque no estoy dispuesto a abandonarte nuevamente, eso nunca. Prefiero morir contigo que vivir sin tí.
—No digas eso, no me gusta. No podría pensar que algo malo te llegara a pasar.
—Está bien amor, pero ya verás que no hay absolutamente nada de que preocuparse.
—Edward, te amo.
—Yo también Bella, te amo tanto —. Terminó mientras le deba un beso, ese beso en el que le prometía un futuro lleno de amor y de felicidad, en ese beso él le estaba entregando su corazón y su alma, y ella se lo estaba devolviendo de la misma manera.
Por fin pasó esa hora que a ambos se les hizo eterna. Entraron al consultorio del medico tomados de la mano, los dos estaban muy nerviosos. La primera en hablar fue Bella, ya no aguantaba la espera.
—Diga que tengo doctor, hable de una vez, no importa si es grave. Quiero saber que es lo que tengo —. Edward trataba de calmarla haciendo pequeños circulos en el dorso de su mano, pero no funcionaba, estaba aterrada de pensar que pudiera sucederle algo.
—Vamos pequeña, no te preocupes, tú no tienes absolutamente nada grave, tus malestares se deben al más grande de los milagros — le dijo el doctor con una gran sonrisa, pero al parecer ni Bella ni Edward comprendían sus palabras.
—No entiendo doctor… —dijo Edward— si no tiene nada grave, ¿por qué son esos desmayos y mareos?
—Vamos Edward, me sorprende que aún no te hayas dado cuenta. ¿Qué acaso no has notado más sensible y cansada a tu esposa? —le preguntó Eleazar, su médico de confianza en Londres.
—Lo siento Eleazar, pero estas semanas no había podido estar cerca de ella, por algunos problemas. Pero ya no le des más rodeos y dinos de una vez que es lo que tiene.
A Bella ya le empezaban a brotar algunas lágrimas de los ojos, no le gustaba sentir aquella ansiendad, se sentía muy nerviosa.
—¿Bella, cuando fue tu último periodo? —le preguntó el doctor suspicazmente.
—¿Mi último periodo?
—Asi es.
—Pues la verdad no lo recuerdo, fue hace más de un mes —terminó vacilante, no sabía porque Eleazar le hacía aquella pregunta. Pero de repente una idea llegó a su cabeza. No... no podía ser —¡NO!, ¿de verdad?, doctor...—le dijo mientras se llevaba las manos al vientre.
—Exacto Bella —le contestó Eleazar con una gran sonrisa en los labios.
Edward no entendía absolutamente nada, pero se preocupó al ver el torrente de lágrimas que se desbordaba de los ojos de su esposa.
—No entiendo absolutamente nada, ¡Eleazar, dime que tiene Bella!, ¡¿Por qué está llorando así?, ¡Dimelo! —terminó muy exaltado, no soportaba ver a Bella llorar.
—Vamos cariño, no te preocupes, no es nada malo. ¿Acaso aún no te das cuenta? —le dijo Bella jalandolo de la mano para que volviera a sentarse y tratar de tranquilizarlo.
—¿No me doy cuenta de qué?, sólo sé que estás llorando.
—Así es amor, pero es de felicidad —eso lo confundió aún más. Podía ser muy suspicaz para los negocios, pero para las cosas más sencillas de la vida era muy despistado, se dijo Bella.
—Edward, estoy embarazada. Vamos a ser papás —. Por fin le explicó con una gran sonrisa.
Papá, esa palabra resono con fuerza en su cabeza. Sería papá, tendría un hijo con Bella, con su Bella. Sintió como su corazón se ensanchaba de felicidad. Por fin tendría una familia. En ese momento era el hombre más feliz del mundo.

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