Capítulo 15 “Descubrimientos”
Era justo como en los viejos tiempos, tratando de colarse en su habitación sin que nadie la viera. Pensó que antes, por lo general trataba de esconderse después de cometer alguna travesura o de una metedura de pata social. La confrontación con aquel bruto desconocido era algo mucho más serio. Además ahora era lo bastante madura como para admitir la insensatez en vez de contar una trola para tratar de esconderla. No iba a mentir si le preguntaban, pero no tenía la menor intención de contar voluntariamente lo que había pasado.
Bella llegó a su habitación sin incidentes. Rápidamente se desnudó y se metió en la ducha, estremeciéndose cuando el agua le escoció sobre los arañazos de las piernas. Después de enjabonarse a conciencia, la mejor protección contra algún posible roce con plantas venenosas que hubieran podido estar escondidas entre la maleza y los árboles, se puso antiséptico en las heridas, seguido inmediatamente de una calmante aplicación de crema de aloe. El escozor se detuvo casi de inmediato, y sin aquel constante recordatorio del inquietante encuentro, sus nervios comenzaron a calmarse.
Unas pasadas con el cepillo devolvieron el orden a su pelo, y tres minutos de aplicación de cosméticos escondieron cualquier signo exterior de su trastorno. Bella miró fijamente la sofisticada imagen que le devolvía el espejo; a veces se quedaba sorprendida por el reflejo que le devolvía, como si no fuera realmente ella. Gracias a Dios por las mujeres de su hermandad universitaria, pensó. La mayor parte de los cambios de su vida habían estado marcados por la pérdida: la muerte de sus padres, el asesinato de Tanya, la marcha de Edward. La Universidad , sin embargo, había sido un cambio para bien, y el mérito de ello correspondía por entero a aquellas jóvenes de hablar cadencioso, con ojos de águila y lengua afilada que habían tomado bajo su protección a aquella jovencita inadaptada y habían derramado su sabiduría tanto en el ámbito social como en el de la cosmética para convertirla en una debutante aceptable. Era gracioso como el aprender a aplicarse el rímel expertamente se había traducido en una pizca más de seguridad en sí misma y como el dominar con gracia un paso de baile había, de alguna forma, desatado su lengua y le permitió mantener una charla social.
Deslizó los aros de oro blanco en los agujeros de sus lóbulos, girando la cabeza para comprobar su aspecto. Le gustaba como le quedaban, la forma en que las puntas de su pelo se rizaban a través de ellos, como si hubiese sido expresamente cortado para hacerlo así. Otra cosa más que las compañeras de hermandad le habían enseñado, era a apreciar ciertos aspectos de su apariencia. El mayor regalo que le habían hecho estaba formado por todos esos pequeños logros: aprender a bailar, a maquillarse, a vestirse bien, a alternar en sociedad. El acople de cada uno de ellos había sido tan sutil que ni lo había notado, cada pieza encajando discretamente en su lugar, hasta que de repente se hizo tan evidente que pudo verla, y se quedó perpleja por ello.
Autoconfianza.
¡Cómo había envidiado siempre a la gente que la poseía! Edward y Kate poseían una seguridad en sí mismos dinámica y agresiva, de la que construye imperios y funda naciones. Maggie por lo general se centraba en sí misma, pero lo cierto era, en cualquier caso, que se creía mejor que nadie. La autoconfianza de Tanya había sido monumental. Harry la poseía en su trato con los animales y en su cuidado, y Sue en su dominio de la cocina. Incluso los mecánicos del concesionario donde había comprado su coche estaban seguros de su capacidad para resolver cualquier problema de su ámbito.
Aquella estructura lentamente forjada era su seguridad en sí misma. La comprensión la hizo abrir los ojos sorprendida. Se sentía segura de sí misma en lo que se refería a los caballos; eso siempre había sido cierto. Se había sentido segura de sí misma— o fue pura temeridad— para enfrentarse con aquel hombre horrible en el bosque hoy y obligarlo a dejar de maltratar a aquel caballo.
La fuerza combinada de la sorpresa y la furia la habían lanzado a la acción, con un espíritu que no sabía que anidara en su interior. El caballo había sido el catalizador, desde luego; amaba tanto a los animales que siempre la había sacado de sus casillas ver que alguien maltrataba a alguno. A pesar de ello, sus propias acciones la sorprendieron, enfrentándola a una parte de sí misma que creía que hacía mucho tiempo que había muerto, o al menos quedado bloqueada. Nunca había sido dada a las rabietas o a salirse con la suya en todo, pero si hacía valer su opinión cuando le parecía apropiado. Mantenía una gran parte de ella en privado, pero era por decisión propia, su manera de manejar la angustia y mantener el dolor a raya. Se protegía a sí misma no dejando translucir su preocupación, o al menos no dejando saber a los demás lo que le afectaba, y en general, ese aspecto de indiferencia funcionaba.
Siguió mirando fijamente en el espejo el rostro que tan bien conocía, pero que de repente parecía distinto y nuevo, como si acabara de descubrir una perspectiva diferente del mismo.
La gente en la ciudad la trataba con respeto, prestando atención cuando daba su opinión, las pocas veces que lo hacía. Incluso hasta había un grupo de jóvenes mujeres de negocios de la zona de Shoals que con regularidad la invitaban a sus almuerzos del sábado en Callahan, no para hablar de negocios, sino para charlar riendo y bromeando y... ser amigas. Amigas. No la invitaban porque fuera la suplente de Kate, o porque quisieran presentarle un proyecto o pedirle un favor. La invitaban simplemente porque les caía bien.
No se había dado cuenta. Sus labios se entreabrieron sorprendidos. Estaba tan acostumbrada a pensar en sí misma como la representante de Kate que no había considerado la posibilidad de ser invitada a ningún sitio por sí misma.
¿Cuándo había ocurrido? Pensó en ello, pero no pudo encontrar el momento. El proceso había sido tan gradual que no encontró ningún acontecimiento aislado que marcara el cambio.
Una sensación de paz comenzó a extenderse en lo más profundo de su interior. Edward iba a tener Davencourt, tal y como Kate siempre planeó, pero el profundamente arraigado temor que Bella sentía y con el que siempre había vivido, el de tener que abandonar sus protectores confines comenzó a desvanecerse. Seguía pensando en marcharse de la mansión; lo amaba tanto que desconfiaba de su autocontrol estando cerca de él. Si se quedaba, probablemente acabaría arrastrándose hasta su cama cualquier noche y rogándole que la tomara de nuevo.
No quería eso. No quería avergonzarlo ni a él, ni a sí misma. Esta recién descubierta sensación de valor era demasiado nueva, demasiado frágil, para sobrevivir a otro devastador rechazo.
Comenzó a pensar dónde iría, lo que haría. Deseaba permanecer en la zona de los Shoals, por supuesto; sus raíces estaban profundamente enterradas allí, por generaciones. Tenía dinero propio, heredado de sus padres, y también heredaría una parte de Kate aunque el grueso de la fortuna fuera a parar a Edward. Podría hacer lo que quisiera. Era un pensamiento liberador.
Quería criar y entrenar a caballos.
Cuando Kate muriera, la deuda de gratitud en la que había incurrido con ella, cuando a los siete años, aterrorizada y devastada por la pena, había oído decir a su abuela que podía irse a vivir con ella quedaría saldada. También era una deuda de amor, tan vinculante como la de gratitud. Eso fue lo que la mantuvo al lado de su abuela, convirtiéndose gradualmente en las piernas, ojos y oídos de Kate cuando su salud fue debilitándose por la edad. Pero cuando Kate ya no estuviera, y Davencourt estuviera a salvo en las capaces manos de Edward, Bella sería libre.
Libre. La palabra susurró y se expandió a través de ella, como las alas de una mariposa cuando van surgiendo del capullo.
Podría tener su propia casa, una que fuera únicamente suya, y nunca más dependería de nadie para tener un techo sobre su cabeza. Gracias a las enseñanzas de Kate, ahora entendía de inversiones y finanzas; se sentía capaz de manejar su propio dinero, así que siempre estaría segura. Criaría sus propios caballos, pero eso sería sólo algo marginal. Quería entrar en el negocio como entrenadora; la gente le llevaría sus caballos para que los adiestrara. Incluso Harry dijo que nunca había visto a nadie con tanta capacidad para calmar con un toque a un animal asustado o mal adiestrado, o incluso a uno que simplemente tuviera mal genio.
Podía hacerlo. Podía hacer de ello su profesión. Y por primera vez en su vida, viviría para sí misma.
El carillón del vestíbulo dio la hora suavemente, un sonido apenas audible allí, en la parte trasera de la enorme mansión. Asustada, echó un vistazo a su reloj y vio que era la hora de la cena, y todavía no estaba vestida. La siesta que había planeado echarse era imposible ahora, con la adrenalina corriendo por sus venas, así que bien podía comer.
Apresuradamente fue hasta su armario y sacó el primer conjunto que vio, unos pantalones de seda y una túnica sin mangas a juego. Los pantalones esconderían los arañazos de sus piernas, y eso era lo único que le importaba. Ahora sabía elegir ropa elegante y apropiada, pero nunca había aprendido a disfrutar de ello.
—Lo siento, llego tarde —dijo, cuando entró en el comedor. Todos estaban ya sentados; Tyler y Lauren eran los únicos ausentes, aunque ahora rara vez cenaban en casa. Tyler se pasaba todo el tiempo con su novia, y sólo Dios sabía dónde pasaba el tiempo Lauren.
—¿A qué hora has llegado a casa?— le preguntó Edward. —No te oí entrar. —Sus ojos entrecerrados se clavaron en ella, de la misma forma que cuando era una adolescente y la pillaba tratando escapar sin que lo notaran.
—A las cinco y media, más o menos. —No sabía la hora exacta, porque todavía estaba muy alterada cuando llegó. —Subí directamente a mi habitación a darme una ducha antes de la cena.
—Hace un calor tan pegajoso, que tengo que ducharme dos veces al día —estuvo de acuerdo Jessica. —La empresa de Mike quiso trasladarlo a Tampa. ¿Te imaginas lo peor que es la humedad allí abajo? Simplemente no podría soportarlo.
Mike echó un breve vistazo a su esposa, luego devolvió su atención a su plato. Era un hombre alto y reservado que rara vez hablaba, con el cabello rubio cortado a cepillo, y por lo que Bella sabía, no hacía nada para relajarse o divertirse. Mike se marchaba a trabajar, volvía a casa con más trabajo en su abultado maletín, y empleaba el tiempo entre la cena y la hora de acostarse encorvado sobre sus papeles, trabajando. Por lo que ella sabía, era uno más entre la multitud de ejecutivos de mando intermedio, pero de repente se dio cuenta de que realmente no sabía en qué consistía su trabajo. Mike nunca hablaba de su trabajo, nunca contaba anécdotas graciosas sobre sus compañeros. Estaba simplemente allí, una barca arrastrada por la estela de Jessica.
—¿Un simple traslado?— preguntó Edward, su fría mirada verde alternando de Mike a Jessica. —¿O un ascenso?
—Ascenso —dijo Mike, sucinto.
—Pero eso significaba trasladarnos —explicó Jessica. —Y los gastos de mantenimiento serían más elevados, por lo que habríamos salido perdiendo dinero con ese supuesto ascenso. Lo rechazó, por supuesto.
Eso significaba que ella se había negado en redondo a trasladarse, fue lo que pensó Bella mientras se aplicaba metódicamente a la tarea de comer. Viviendo en Davencourt, no tenían gasto ninguno de alojamiento, y Jessica usaba ese dinero para alternar en los círculos sociales más exclusivos. Si se hubieran trasladado, tendría que pagarse su propia casa y comida, y el nivel de vida de Jessica descendería.
Mike debería haberse ido y haber dejado a Jessica la decisión de seguirlo o no, pensó Bella. Al igual que ella, él necesitaba desvincularse de Davencourt y buscar su propio lugar. Tal vez Davencourt era demasiado hermoso; era más que una simple casa para la gente que vivía en ella, era casi como si tuviera existencia propia. Ellos querían poseerla, y en cambio eran ellos los poseídos, manteniéndolos cautivos con el conocimiento de que después de Davencourt, ninguna otra casa podría ser tan magnífica.
Pero ella escaparía, se prometió. Nunca pensó en poder poseer Davencourt, así que no estaba atada a ella por las cadenas de la envidia. El miedo era lo que la había mantenido en este lugar, y el deber, y el amor. La primera razón ya había desaparecido, las dos restantes desaparecerían pronto, y entonces sería libre.
Después de la cena, Edward dijo a Kate —Si no estás demasiado cansada, me gustaría discutir contigo una inversión que he estado considerando.
—Desde luego —dijo ella, y juntos se dirigieron hacia la puerta del comedor.
Bella permaneció sentada a la mesa, con expresión neutra. Se llevó a la boca el último bocado de la tarta de fresa que Sue había servido de postre, obligándose a comérselo, aunque no le apeteciera más que todos los demás bocados que habían precedido a este.
Edward hizo una pausa en la puerta y miró alrededor con un leve ceño, sus cejas cobrizas fruncidas como si acabara de darse cuenta de que ella no los acompañaba. —¿No vienes?
Silenciosamente ella se levantó y los siguió, preguntándose si él realmente esperaba que ella asumiera automáticamente que estaba incluida, o si el hacerlo fue una ocurrencia posterior. Probablemente esto último; Edward estaba acostumbrado desde siempre a discutir sus decisiones comerciales con Kate, pero, y a pesar de todo lo que había dicho de querer que Bella continuara con sus actuales responsabilidades, no pensaba en ella como en alguien con autoridad.
Y tenía razón, pensó, afrontando despiadadamente la verdad. No tenía autoridad más allá de la que él o Kate le concedieran, lo cual no era verdadera autoridad. Cualquiera de ellos podría tirar de las riendas en cualquier momento, despojándola hasta de la mera apariencia de poder.
Entraron en el estudio y se acomodaron en sus sitios de costumbre: Edward en el escritorio que hasta hacia poco había sido el de ella, Bella en un sillón y Kate en el sofá. Bella tenía los nervios a flor de piel, como si se los hubieran vuelto del revés. El último par de horas había estado repleto de revelaciones sobre su propio carácter, nada enorme y dramático, y no obstante todos esos descubrimientos la habían dejado con la sensación de que nada era lo mismo y que nunca fue como ella creía que había sido.
Edward estaba hablando, pero por primera vez en su vida Bella no estaba pendiente de cada una de sus palabras como si estas surgieran de la misma boca de Dios. Apenas lo oyó. Hoy se había enfrentado a un bruto, y descubierto que a la gente le gustaba por sí misma. Había tomado una decisión con respecto al resto de su vida. Como un niño se había sentido indefensa para controlar su vida, y durante los últimos diez largos años había dejado que esta pasara, retirándose a un lugar seguro en su interior donde nadie pudiera herirla. Pero ahora podía tomar las riendas; no tenía por qué permitir que las cosas ocurrieran como otra persona dictara, podía tomar sus propias decisiones, establecer sus propias reglas. La sensación de poder era a la vez embriagadora y aterradora, pero la excitación que le ocasionaba era indiscutible
—…una inversión importante por nuestra parte— decía Edward, —pero Demetri siempre ha sido fiable.
La atención de Bella se concentro de repente, atraída por el nombre que Edward acababa de mencionar, y recordó el chisme que había oído aquella misma tarde.
Kate asintió. —Suena interesante, aunque, por supuesto…
—No —dijo Bella.
El silencio se hizo en la habitación, roto tan solo por el apagado tic-tac del viejo reloj sobre la repisa de la chimenea.
Era difícil decir quién estaba más atónito, Kate, Edward, o la misma Bella. Algunas veces creyó que Kate debería reconsiderar sus decisiones, y de forma mesurada le había expuesto su razonamiento, pero nunca había discrepado rotundamente con ella. No como acababa de hacer. No lo había dejado salir como “bueno, vamos a pensárnoslo”, sino que fue una declaración firme y tajante.
Kate se recostó en el sofá, parpadeando levemente por la sorpresa. Edward se había girado ligeramente en el asiento para poder mirarla de frente y se quedó contemplándola durante un rato tan largo que se le tensó hasta el último de sus nervios. Había un extraño destello en sus brillantes y ardientes ojos.
—¿Por qué? — preguntó finalmente, en tono suave.
Bella deseó desesperadamente haber mantenido la boca cerrada. Su impulsiva negación se basaba únicamente en un cotilleo que había oído esa tarde en la reunión para organizar el Festival musical. ¿Y si después de que Edward la escuchara, le dirigía una condescendiente sonrisa, como un adulto al escuchar el inverosímil pero divertido razonamiento de un niño, y volvía a su discusión con Kate? Su nuevo y preciado sentimiento de autoconfianza se marchitaría en su interior.
Kate se había acostumbrado a prestar atención a las observaciones de Bella, pero esta las ofrecía simplemente como tales, y dejaba la decisión final a su abuela. Nunca antes había emitido un rotundo “no”.
—Vamos, Bells —la engatusó Edward. —Tú observas a la gente, notas cosas que a los demás se nos escapan. ¿Qué sabes sobre Demetri?
Ella inspiró profundamente y cuadró los hombros. —Es solo algo que oí hoy. Demetri necesita dinero desesperadamente. Heidi lo abandonó ayer, y se comenta que le va a sacar una enorme pensión, porque lo pillo en el cuarto de la colada con una compañera del colegio de Jane que había venido de visita durante un par de semanas. Es más, según lo que se comenta, el engaño dura desde Navidad, y al parecer la chica, que acaba de cumplir diecinueve años, está embarazada de cuatro meses.
Se hizo un silencio sepulcral y entonces Kate dijo —Creo recordar que Jane trajo una amiga para las vacaciones de Pascua.
Edward resopló y una sardónica sonrisa curvó su boca. —¿Suena como si Demetri hubiese celebrado su propio alzamiento personal?, ¿no?[1]
—¡Edward! ¡No seas blasfemo!— Pero a pesar de su genuino sobresalto ante el comentario, el sentido del humor de Kate tenía una vena irreverente, y trató de contener la sonrisa mientras lanzaba una consternada mirada de reojo a Bella.
—Lo lamento —se disculpó rápidamente Edward, aunque sus ojos seguían teniendo un brillo malicioso. Había sorprendido la mirada que Kate dirigió a Bella, como si la alarmara que esta oyera un comentario subido de tono. Era una actitud pasada de moda, proteger a una virgen, fuera cual fuera su edad, de cualquier insinuación sexual. Que Kate creyera que Bella aún era virgen significaba que no había habido ninguna relación amorosa en la vida de esta, ni siguiera en la Universidad.
Kate había tenido toda la razón, pensó Edward, acelerándosele el corazón cuando una imagen de aquella noche en Nogales destelló en su mente. Bella había sido virgen, hasta aproximadamente una hora después de que se hubiera acercado a él en aquella barra de bar. Ese era todo el tiempo que había necesitado para tenerla desnuda, tumbada de espaldas y penetrada.
Los recuerdos pasaron a través de él como suaves destellos, estimulando cada terminación nerviosa, hasta el punto del dolor. La sensación de su suave y esbelto cuerpo bajo él había sido... perfecta. Sus pechos, plenos y deliciosos y tan delicadamente formados... perfectos. Su cálido y apretado canal alrededor de su verga... perfecto. Y la manera en que sus brazos se habían curvado tan confiadamente alrededor de su cuello, el modo en que su espalda se había arqueado, la deslumbrante y apasionada expresión en su cara mientras se corría…Dios, había sido tan perfecto que lo dejó sin aliento.
Tenía la polla dura como el acero. Se removió incómodamente en la silla, alegrándose de estar tras el escritorio. Eso era lo que conseguía por permitirse pensar en aquella noche, en el absoluto éxtasis de correrse dentro de ella. Lo que había hecho, reconoció. Varias veces, de hecho. Y ni una sola vez habían usado condón.
Nunca antes en su vida había sido tan descuidado, sin importar cuánto hubiera bebido. Se le erizó todo el vello del cuerpo, como si hubiera sufrido una descarga eléctrica. El control de natalidad no había pasado por su mente, esa noche, ni una sola vez; con el instinto primitivo de un macho la había tomado una y otra vez, imprimiéndose sobre su carne, y, reclamándola de la forma más primitiva, había vertido su semen en ella. Durante aquellas horas largas, su cuerpo había tomado el control sobre su mente, aunque tampoco es que esta hubiera estado en plena forma de todos modos. El cuerpo no tenía conciencia; con un instinto forjado por años, la había reclamado como suya y ambicionó forjar un lazo irrompible dejándola embarazada, de modo que su dos identidades se mezclaran en una sola.
Le costó un gran esfuerzo mantener el rostro impasible, no saltar y agarrarla, exigiéndole saber si llevaba a su hijo en sus entrañas. Infiernos, si no habían pasado ni dos semanas; ¿cómo iba ella a saberlo?
—¿Edward?
La voz de Kate se introdujo en su conciencia, y arrancó a sus pensamientos de la frustrante dirección que habían tomado. Tanto Kate como Bella lo estaban mirando. La expresión de Bella era tan remota y calmada como de costumbre, pero en aquel momento estaba tan intensamente en sintonía con ella que creyó poder ver un atisbo de ansiedad en sus ojos. ¿Estaba esperando que descartara lo que había dicho como un mero cotilleo? ¿Esperaba impasible un nuevo golpe a su amor propio?
Se frotó la barbilla mientras la contemplaba. —Lo que estás diciendo es que la vida personal de Demetri es un lío, y crees que está tan desesperado por conseguir dinero que no actúa juiciosamente.
Ella le sostuvo la mirada. —Así es.
—¿Y te has enterado de todo esto hoy en tu reunión?
Ella asintió solemnemente.
Él sonrió ampliamente. —Entonces, gracias a Dios por los cotilleos. Probablemente nos has salvado de un gran desastre… y a Demetri también, porque necesita nuestro apoyo para cerrar el trato.
Kate bufó. —Dudo que Demetri se sienta muy agradecido, pero sus problemas personales son culpa suya.
Bella se recostó en su asiento, un poco mareada por la facilidad con la que ambos habían aceptado su análisis. Sus emociones eran tan confusas que no sabía cómo actuar, qué hacer, así que se quedó sentada, en silencio y no hizo nada. De vez en cuando sentía que Edward la miraba, pero no se permitió buscar sus ojos. Ahora mismo, sus sentimientos estaban demasiado a flor de piel, su autocontrol era demasiado tenue; no quiso molestarlo y avergonzarse a si misma contemplándolo con lealtad perruna. La tensión de las últimas horas le estaba pasando factura; la adrenalina estaba empezando a desaparecer de su sistema, y se sentía terriblemente cansada. No sabía si podría dormir; de hecho estaba tan cansada que tenía miedo de dormirse, porque era precisamente cuando más agotada estaba y caía en un sueño profundo al que le sucedían los episodios de sonambulismo. Pero se durmiera o no, deseaba muchísimo tumbarse, aunque solamente fuera un ratito.
Súbitamente Edward apareció junto a ella, su mano en su brazo y la puso en pie. —Estás tan cansada que te tambaleas en tu silla —dijo, en tono abrupto. —Vete a la cama. La oferta de Demetri era todo que teníamos que discutir.
Incluso aquel mínimo contacto bastó para que Bella deseara inclinarse hacia él, descansar recostada en su fortaleza, sentir el calor y la solidez de su cuerpo contra ella una vez más. Para no ceder al impulso, se obligó a apartarse de él.
—Estoy cansada —admitió en tono apagado. —Si estás seguro de que esto es todo, me voy arriba.
—Eso es todo —dijo Edward, y un ceño fruncía sus cejas.
Bella murmuró un —buenas noches— a Kate y abandonó la habitación. Edward la vio salir con ojos entrecerrados. Se había apartado de él. Por primera vez desde que podía recordar, Bella había evitado su contacto.
—¿Dormirá? —preguntó en voz alta, sin mirar a Kate,
—Probablemente no. —Suspiró. —O no mucho, en todo caso. Parece... Oh, no sé, un poco nerviosa. Esta es la primera vez que se ha mostrado categórica en años. Me alegro de que escucharas lo que tenía que decir en vez de descartarlo sin más. Tuve que aprender a prestar atención a lo que decía. Es que percibe mucho sobre la gente, porque ellos se dedican a hablar sin más y ella se limita a escuchar. Bella se percata de los pequeños detalles.
Charlaron durante unos minutos más, después, cuidadosamente, Kate se incorporó del sofá, rehusando orgullosamente mostrar lo dificultoso que le resultaba. —Yo también estoy un poco cansada —dijo. —Mis días de bailar hasta el alba han quedado atrás.
—Yo nunca los tuve —contestó Edward irónicamente. —Siempre había trabajo que hacer.
Ella hizo una pausa, mirándolo con preocupación. —¿Fue demasiado? —le preguntó de repente. —Eras tan joven cuando dejé Davencourt en tus manos. No tuviste tiempo de ser simplemente un muchacho.
—Era un trabajo duro —dijo él, encogiéndose de hombros. —Pero era lo que quería. No lo lamento. —El nunca lamentó el trabajo. Lamentó un montón de otras cosas, pero nunca la completa satisfacción de superarse a sí mismo, aprendiendo y llevándolo a cabo. No lo había hecho solo por Davencourt, sino por sí mismo, porque experimentaba un gran placer con el poder y la excitación que conllevaba. Había sido el chico de oro, el príncipe heredero, y se había deleitado en el papel. Incluso se había casado con la princesa, y menudo desastre resultó ser. No podía culpar a Kate de ello, aunque esta hubiera fomentado alegremente el matrimonio entre él y Tanya. Fue su ciega ambición la que lo había conducido de buen grado al altar.
Kate le acarició el brazo al pasar, y también se la quedó mirando mientras salía, notando el cuidado con el que daba cada paso. Sentía mucho más dolor y mucha más debilidad de la que dejaba a nadie adivinar. Como no deseaba que nadie la mimara en exceso, la dejó ir sin un comentario.
Suspiró, un suave sonido en la tranquilidad del cuarto. Una vez estos habían sido sus dominios y mostraban el inconfundible sello de un uso exclusivamente masculino. No había sufrido demasiados cambios, exceptuando el añadido de los ordenadores y el fax, porque Davencourt no era una casa dada a bruscos o dramáticos cambios. Por el contrario, envejecía de manera sutil, con delicadas y graduales alteraciones. Sin embargo, la habitación ahora pareció más suave, más femenina. Las cortinas eran diferentes, en tonos más luminosos, pero era más que eso. El mismo aroma de la habitación había cambiado, como si hubiera absorbido el dulzor inherente de la piel femenina, de los perfumes y lociones que Kate y Bella usaban. Podía distinguir con facilidad el aroma a Chanel de Kate; era el mismo que había usado desde que tenía memoria. El olor de Bella era ligero, más dulce, y se hacía más fuerte cuando se sentaba al escritorio.
El débil aroma lo atrajo. Volvió a su asiento en el escritorio y revolvió algunos papeles pero después de unos minutos se rindió y en cambio se recostó, frunciendo el ceño mientras sus pensamientos volvían sobre Bella.
Nunca se había apartado de él antes. No podía sacarse eso de la cabeza. Lo molestaba profundamente en su interior, como si hubiera perdido algo precioso. Se había jurado no aprovecharse; demonios, hasta se había sentido un poco noble por ello, porque había estado negándose algo que deseaba mucho: ella. Pero estaba tan malditamente remota, como si aquella noche en Nogales nuca hubiera sucedido, como si no se hubiese pasado toda su adolescencia pegada a sus talones y venerándolo con una sonrisa de adoración.
Era tan controlada, estaba tan encerrada en sí misma. Seguía mirándola con una sonrisa, esperando que ella se la devolviera en uno de esos momentos de humor que siempre habían compartido antes, pero su imperturbable y remoto rostro permanecía tan solemne como de costumbre, como si ya no quedaran sonrisas en ella.
Sus pensamientos regresaron al momento en que hicieron el amor. Deseaba ver a Bella sonreír de nuevo, pero aún más, deseaba saber si llevaba un bebe suyo dentro. Tan pronto como pudiera arreglarlo, iba a tener una conversación en privado con ella… algo que podría resultar ser más difícil de lo que nunca había imaginado, dado el modo en que ella había comenzado a evitarlo.
[1] Juego de palabras alusivo a la Pascua , en la que se celebra la resurrección de Jesucristo, alzándose de entre los muertos.
Hola cariño me encanta cada vez mas esta historia y será posible que Bella este embarazada....Sigue asi...Besos...
ResponderEliminarmmm... iia llegueeee!!!!
ResponderEliminarhehe...xD... mmm...
esta Bella ya esta siendo mas fuerte, mas decidida!!!
me gusta! en serio!!!
Edward la tendra dificil... muuuy dificil...
ResponderEliminarpeor... uff!!!!
creo q esta mal q se encierre en ella misma...
osea, ya ni sonrie!!!
eso ta... rarito en ella...
me acostumbre a una bella toda emocionadilla...xD
de vdd esta embarazada???
ResponderEliminarmmm... seria raro, en realidad...
ver como reaccionaria ella...
no me la logro imaginar, sabes??
pero seia... bonito!!!
un pequeño eddie!!!!!
jojoj.. pero seria muuy pronto!!!
ResponderEliminaren serio!!!
demasiado creo...
nopo!!!
no seria demasiado pronto, seria perfecto!!
todo lindo, un bebe d eojos verdes y cabellos castaños rojizos..
siii!!!!!
io kiero uno asi!!!!!
pero... no seria demasiado rapido?
ResponderEliminarosea, supongo q habra mas cosas, no?
por favor dime q si va a ver mas accion entre ellos dos??!!
me gustaria leer un lemmon mas...xD
hehe.. buee...
ahhh!!!!!
hehe, sabes? aunq te enferma...
ResponderEliminariio sigo contigo...
no te puedo dejar!!
u_u!!! eso seria bello q te lo dijeran!!!
asi como la cnacon de The Reason...
q Edward le cantara esa cancion a Bells... q bello!!!!
hahaha... iia empecamos con mis locuras!!!
haha.... toy escuchando la de mas de rcky martin!!
ResponderEliminarhehe... amo como canta!!!
jojoj... bueno...
ahh!!! se me acaba de ocurrir algo!!!
q pasaria si bella qeda embarzada y el asesino...??
ahhh!!!
le hara algo al bebe de Bella y Edward?
pero, pero, pero...
ResponderEliminarEdward es el aseisno de Tanya?????
:(
no lo creo... Edward n haria eso..
o si???
nooo!!!
el no es el asesino!!!!!
verdad??
mmm... no me gusta esto...
ResponderEliminarBella es fuerte, y empieza a hacerse notar
y quiero q vea q Edward la necesitaaa!!!!
ahhhggg!!!!!
por q la necesita!!!!!
y Bella de el!!!!
mmm... porq siempre tienen q hacer esto??
porq las novelas son tan... dramaticas, con tantos problemas?
q tan dificil es decir 'me gustas y te deseo'??
o_o!!!
ResponderEliminarDemetri d evdd amaba a Tanya, vdd??
pero... Tanya...
q onda con ella??
n me alegra q haya muerto, ero si q ya no este en la historia...
ahora...
va a estar Jacob hay??
va a aparecer????
hehehe... iia termine!!!
ResponderEliminarahora me falta el otro cap...
mmm... jojoj... sorry!!!!
la enfermdedad no deja muchito...
pero tratare, si no, lo hago en la noche porq ya merito me voe al cine!!
bss!!!!
cdt mucho, nena!!!
t qiero!!!
P.D: espero q pronto publiqs absurda venganza y por culpa del pasado!!!
bss!!!!