martes, 8 de febrero de 2011

Summary



Summary

Las heridas que sufrió Edward en la batalla de Trafalgar no sólo marcaron su cara y le dejaron ciego: también le sumieron en una amargura que desespera a todos los que le rodean. Fue a la guerra para impresionar a una mujer: ahora, está seguro de que ninguna podrá volver a mirarle a la cara sin sentir más que una incómoda lástima. Cuando llega Isabella, su nueva enfermera, parece más un animal salvaje que un noble inglés, y nadie espera que la joven dure más de un día en su compañía. Sin embargo, Bella sabe ver, bajo la coraza de ironía y malgenio, al hombre seductor y apasionado que sigue vivo en el interior de Edward. Un duelo de voluntades comienza en la mansión de los Masen, cuando Bella intenta que él recupere el orgullo y la alegría de vivir a pesar de las tinieblas. Pero nadie sospecha que ella guarda su propio secreto, uno más oscuro y profundo que la negra noche de la ceguera.

Sus ojos estaban ciegos…

¿Cómo vivir como un inválido, cuando has tenido el mundo a tus pies? Edward era un hombre privilegiado, un joven aristócrata a quien la vida sonreía. Por el amor de una mujer se embarcó en la guerra y acompañó al almirante Nelson en su última batalla. Ahora no es más que un inválido, incapaz de moverse en su propia casa sin chocar con los muebles, derribar espejos y romper jarrones. La compasión de su altiva familia le duele más que los golpes, y trata de evitar el contacto con los demás. Pero Bella, como comprueba pronto, es diferente. Ella es la primera persona que vuelve a tratarlo como a un hombre, la primera que le devuelve las ganas de vivir. Una joven que mantiene el terreno cuando él la insulta y la escandaliza. Edward siente que se está enamorando, por primera vez en su vida… de la primera mujer a la que no puede ver.

… Pero ¿lo estaba también su corazón?

Bella está dispuesta a que Edward vuelva a ser el guerrero orgulloso, el hombre seguro de sí mismo que una vez enamoró a las jóvenes de medio Londres. Un trabajo en el que tendrá que lidiar con la amargura de él, con el desdén de su familia y, lo que es más difícil, con sus propias emociones. En la soledad de su mansión, en permanente penumbra, se alegra de que él no sea capaz de ver la expresión de su cara cuando sus cuerpos están cerca… porque empieza a sentir una atracción que muy poco tiene que ver con los cuidados por los que ha sido contratada. Aunque ambos intentan disimular sus sentimientos a base de acaloradas discusiones, parece que la pasión será capaz de imponerse a la oscuridad. Pero sólo ella sabe que, en el momento de mayor alegría para Edward, ella tendrá que desaparecer de su vida para siempre.

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