Capítulo 7 "¡Podemos escapar!"
Todo era cierto. Realmente estaba en un barco pirata. Realmente estaba a merced de un hombre de quien no sabía nada, un hombre que había gozado teniéndola en su poder. Y lo había disfrutado. Ella había visto placer en sus ojos, lo había oído en el tono de su voz. Era un hombre que sólo se preocupaba por sus propios deseos, y nada sobre los sentimientos de ella.
Con un suspiro de desesperación, Bella hizo a un lado las mantas yse sentó en el borde de la estrecha cama. Veía su vestido lino arrugado junto a la mesa, y se dio cuenta de que había dormido sin ropa. En sus veinte años, no recordaba haberse acostado jamás sin camisón.
Miró a su alrededor en la pequeña habitación, esperando encontrar algo qué ponerse aparte del vestido destrozado, y vio un hermoso arcón tallado a mano contra una pared. Fue hacia él, sabiendo instintivamente que debía contener ropas del capitán, y lo abrió. Su primer impulso fue destrozar el contenido hasta convertirlo en harapos, pero rápidamente abandonó la idea. Sabía muy bien cuáles serían las consecuencias. Examinó cuidadosamente las ropas, esperando encontrar alguna bata, pero tuvo que decidirse por una camisa de color celeste.
Se la puso por encima de la cabeza, y observó que el amplio cuello dejaba ver parcialmente sus jóvenes pechos erguidos. El borde de la camisa no le llegaba a las rodillas, pero la prefirió a los pantalones de Edward. El hombre era demasiado grande. Ya encontraría hilo y aguja para arreglar su vestido antes de que volviera. Mientras Bella estudiaba el resto de la cabina, se detuvo ante un golpe a la puerta. Su primera idea fue encontrar algo para cubrir sus piernas desnudas, porque temía que fuera Edward o algún hombre de la tripulación, pero se tranquilizó al ver entrar a Sue. Llevaba una pequeña bandeja de comida que dejó en la mesa.
–¿Estás bien, Bella? –preguntó Sue–. Estaba muy preocupada de que el capitán pudiera hacerte algún daño.
–No me pegó, como ves –respondió Bella, sintiéndose nuevamente furiosa– Este Edward exige su venganza en forma mucho más sutil.
–No comprendo.
–¡Por supuesto que comprendes! –saltó Bella, furiosa, pero se sintió avergonzada al ver la expresión de tristeza en el rostro de su criada–. Lo siento. Mira, el capitán ha amenazado con azotarme si me resisto o lo desobedezco en cualquier forma. No me deja otra posibilidad sino someterme como si estuviera bien dispuesta. ¡No puedo soportarlo! Quiero luchar contra él, pero temo al látigo más que a cualquier otra cosa.
–Ah, me alivia oírte decir eso, pequeña.
–¿Cómo puedes decir eso, Sue? –preguntó Bella, asombrada–. ¿Cómo puedes sentirte aliviada de que yo deba someterme a ese... ese monstruo?
–Simplemente no quiero que te hagan daño –dijo Sue con tono herido–Haría cualquier cosa por evitar que ese hombre te tome, Bella, pero nada puedo hacer. Nada puedes hacer tú tampoco.
–Yo podría hacer algo si él no me amenazara con azotarme.
–Sí, y por eso me siento aliviada, Bella. Conozco tu genio. Recuerda aquella vez que peleaste con el muchacho del establo cuando eras una niñita y que querías ser el muchacho que tu padre deseaba. El niño se burló de ti y tú no cejaste hasta que lo dejaste tendido en suelo. Te conozco bien, pequeña pero ninguna de nosotras conoce a este Edward. No tengo dudas de que te dañaría si trataras de luchar contra él.
–¡No me importa! –saltó Bella.
Sue suspiró.
–Yo habría deseado que tu primera experiencia con un hombre fuera más feliz. Pero el daño está hecho Bella. Las cicatrices de la mente eventualmente se olvidan. Pero las cicatrices en tu cuerpo estarán siempre allí para recordarte esta desagradable experiencia.
–¡Desagradable! Eres demasiado amable –declaró Bella–. Están llenas de terror, son como pesadillas, sí, pero desagradables... esto mal puede llamarse 'experiencia desagradable'.
–Pero no es más que eso, una experiencia por la que atraviesas. Pronto todo terminará, te casarás con el conde, y...
–¿Me casaré? –preguntó Bella con escepticismo.
–Claro que sí.
–¿Y si el conde Black no quiere casarse con migo cuando sepa que me han deshonrado? ¿Y si ocurre algo aún peor, que no quiera pagar mi rescate? ¿Qué no sucederá entonces?
–Debes dejar de pensar en eso, Bella. Él es francés. Es una cuestión de honor. Pagará el rescate y además se casará contigo. Ahora ven, come antes que la comida se enfríe.
Bella pensó que Sue debía tener razón. Ya habría tiempo para preocuparse por el conde más adelante. Ahora, su principal preocupación era el capitán y cómo evitar una nueva violación.
Sue había traído dos recipientes con espesa sopa, y comieron en silencio. Bella terminó primero, se apoyó en el respaldo de su silla para estudiar el rostro de Sue. Su vieja niñera parecía cansada.
–Debes perdonarme, Sue. Estaba inmersa en autoconmiseración; ni siquiera me había preguntado cómo estabas tú. ¿Te cuidan? ¿Tienes un lugar para dormir?
Sue levantó la mirada y sonrió.
–No te preocupes por mí, pequeña. Nada debo temer de estos hombres si les gusta cómo cocino.
–¿Tu cocinas? ¿Tú preparaste esta sopa?
–Sí –rió Sue–. Temporalmente soy la cocinera del barco. No me molesta, me da algo que hacer. No hay muchos alimentos en la bodega, pero puedo preparar una comida mejor que el tonto a quien reemplacé
–Estoy segura de que sí, Sue.
–Y el primer oficial me dejó su camarote, de manera que tengo un lugar para dormir.
Bella tembló al oír mencionar al hombre corpulento que quería azotarla hasta la muerte.
–No debes juzgar a Emmett por lo sucedido –dijo Sue–. Anoche cené con él y no es un mal hombre.
–Pero quería matarme. Y lo habría hecho si... –Bella se interrumpió. No quería admitir que Edward la había salvado de ese horrible destino.
–Sí, te habría matado –dijo Sue–. Y si lo hubiera hecho, yo habría tratado de matarlo a él. ¿No te das cuenta, Bella? Dadas las circunstancias, tú o yo habríamos reaccionado de la misma manera. Emmett pensó que habías matado a su amigo. Me dijo anoche que Edward es como un hijo para él, o más que un hermano, porque sólo se llevan diez años de edad. Edward perdió a sus padres cuando era apenas un niño, y Emmett lo adoptó y lo crió. Desde entonces están juntos. Están muy, muy unidos. ¿No habrías actuado tú de la misma manera que Emmett si pensaras que alguien a quien quieres había sido asesinado?
–Supongo que sí –admitió Bella de mala gana. Sabía que Sue tenía razón, pero Emmett le daba miedo.
–El destino nos puso a merced de estos hombres –continuó Sue–. Y eso es lo que debemos recordar... Que estamos a su merced. Aún temo que harás daño a Edward, y entonces Emmett...
–No, no volveré a tratar de matarlo. Al menos no hasta que estemos seguras.
–¿Qué quieres decir?
–Me vengaré. Edward me ha deshonrado, me ha humillado... ¡Me ha engañado!
–Pero Bella, es un pirata. Se libró una batalla y nuestro barco perdió. El capitán te desea, y para su manera de pensar, tiene derecho sobre ti como ganancia de esta batalla. Estos piratas podrían matarnos si lo decidieran, y probablemente lo harían si no fuera por el rescate –dijo Sue.
–Supongo que tienes razón.
–De modo que no debes oponerte al capitán, porque él tiene tu vida en sus manos.
–¡Pero yo lo odio! ¡Lo veré muerto! –replicó acaloradamente Bella.
–Bella, ¿qué te sucede? En general aceptas las situaciones cuando son inevitables. ¿Por qué no tratas de aprovechar esto lo mejor posible? No durará mucho tiempo.
–Un día es demasiado para estar bajo el poder de ese hombre. ¡Es una bestia arrogante! Se divierte humillándome.
–¡Bella, por favor! Tienes mucho que vivir una vez que esto haya terminado. ¡No pongas tu vida en peligro!
–No te preocupes por mí, Sue.
–¿Cómo puedo no preocuparme por ti cuando te oigo hablar así? Edward dejó libre a la tripulación de 'Canción del Viento' en un acto de piedad, pero podría matarte todavía si lo enojas. Tú no sabes...
–¿Qué quieres decir con eso de que liberó a la tripulación? –interrumpió Bella–. ¡Los mató, los asesinó a todos!
–Ya debes saber que no fue así, Bella –dijo Sue.
–No lo sé... No sé nada –admitió de mala gana–. No fui capaz de mirar a mí alrededor mientras me llevaban por la cubierta. Supuse que estaban todos muertos.
–No era así. Yo los vi respirar. Muchos estaban inconscientes, y la mayoría heridos, pero creo que en realidad no hubo muertos.
–¿Para qué les permitiría vivir?
–No lo sé, querida. Me pareció extraño en ese momento. Los piratas suelen ser hombres crueles que matan fácilmente por placer o por lograr un botín.
–Son ladrones, y atacaron a 'Canción del Viento', ¿verdad? Tal vez Edward se sentía bondadoso ayer, pero sigue siendo un pirata, y yo trataré de que muera por lo que me ha hecho.
–Ah, Bella –suspiró Sue–. ¿Por qué no podrías ser más parecida a tu dulce madre? Acepta la verdad de que los hombres gobiernan este mundo y de que nosotras las mujeres nada podemos decir. Sería mucho más fácil para ti si lo hicieras. Así como tú obedeces las órdenes de tu padre en tu casa, ahora debes obedecer las de Edward. Y cuando te cases, obedecerás al conde. Los hombres castigan a las mujeres que no cumplen sus deseos. ¿No aprendiste eso cuando eras una joven rebelde? Te enviaron a la escuela, a pesar de que tu madre deseaba que permanecieras en la casa. Tu padre os castigó a las dos enviándote allí. ¿Nada has aprendido de tus errores?
–Pero eso era distinto.
–Sí, supongo que sí. Legalmente un pariente de sexo masculino gobierna tu vida. Edward no es un pariente, pero ahora estás bajo su dominio, y las leyes de la sociedad no están aquí para evitar que te hagan daño. Recuerda eso, pequeña, por tu propio bien. Abandona esta venganza de la que hablas.
–He dicho que no lo mataré hasta que estemos seguras, pero entonces encontraré la forma de hacerlo.
Sue dejó las cosas como estaban. No tenía sentido tratar de llamar a Bella al sentido común si sentía las cosas tan fuertemente.
–Ahora debo ir a preparar el almuerzo. –Sue metió la mano en un bolsillo y sacó una aguja e hilo–. Conseguí esto para arreglar tu vestido. Pensaba hacerlo yo misma, pero creo que necesitas algo que hacer.
–Sí; y gracias Sue, siempre piensas en todo.
–No en todo, porque de otra manera habría pensado en la forma de mantener a ese hombre apartado de ti.
–Ya lo pensaré yo misma –replicó Bella.
Sue sacudió la cabeza y se levantó, para retirarse.
–Volveré más tarde Bella, si puedo. Tal vez esté demasiado ocupada, sin embargo, si las provisiones que el capitán prometió llegan esta tarde.
–¿Qué provisiones? –preguntó Bella sorprendida.
–Las que Emmett compró en la costa. Partió esta mañana.
–¡Fue a la costa! –exclamó Bella–. Entonces estamos cerca de tierra...
–Creí que lo sabías. El barco echó anclas a medianoche. Estamos en el puerto de Tórtola.
Bella finalmente advirtió que el barco estaba inmóvil. Después de estar tanto tiempo en el mar, tendría que haberse dado cuenta al despertar de que el barco no se movía, pero sus tumultuosos pensamientos le impedían percibir nada.
–¡Ahora podemos escapar! –dijo rápidamente Bella, levantando la voz por la excitación.
–Eso es imposible, Bella. Necesitamos un bote, porque el barco está lejos de la costa. Y la tripulación los ha usado todos.
–¡Podemos nadar!
–Yo... no sé nadar –admitió Sue de mala gana.
–Ay, Sue –casi gritó Bella. Luego sus esperanzas resurgieron–. Iré sola. Traeré a las autoridades, y estos piratas serán arrestados y ahorcados. ¡Quedaremos libres!
–Es una buena idea, pequeña, pero jamás podremos llevarla a cabo. El capitán está en el barco. Jamás te dejará escapar.
Las esperanzas de Bella se hicieron pedazos con estas simples palabras.
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