sábado, 7 de mayo de 2011

Viejas cuentas

Capítulo 13 “Viejas cuentas”
Bella echó un vistazo a su reloj. La reunión con el Comisionado del condado estaba durando más que de costumbre, y tenía que marcharse pronto o llegaría tarde a su almuerzo en Florence. Los Denali no tenían, oficialmente, ninguna autoridad con respecto a los asuntos del condado, pero era casi una tradición que un representante de la familia asistiera a las reuniones. El apoyo de los Denali o la carencia del mismo, a menudo significaba la vida o la muerte para los proyectos del condado.
Al principio, cuando Bella había comenzado a asistir a las reuniones en lugar de Kate, la mayor parte del tiempo había sido ignorada, o tratada con amable condescendencia. Se había limitado a escuchar y a informar a Kate; durante largo tiempo, eso fue todo lo que hizo. Pero después Kate, cuando tomó parte en los asuntos que la interesaron, se había encargado de decir, “Bella piensa” o “la impresión de Bella es,” y pronto los comisionados comprendieron que debían prestar atención a solemne joven que raras veces hablaba. Kate no había mentido; Bella le transmitía sus ideas e impresiones. Siempre había sido observadora, pero tan activa que a menudo se le escapaban los detalles, como un fanático de la velocidad que es capaz de ver las señales de tráfico, pero circula demasiado rápido para poder leer el mensaje. Ahora Bella era calmada y silenciosa, y sus ojos oscuros vagaban de rostro en rostro, absorbiendo los matices de las expresiones, del tono y de las reacciones. Todo esto se lo hacía llegar a Kate, quien entonces tomaba sus decisiones basándose en las impresiones de Bella.
Ahora que Edward había regresado, él se ocuparía de asistir a las reuniones tal y como solía hacer. Esta era probablemente la última vez que se sentaría allí, escuchando y evaluando, otro lugar donde su utilidad había llegado a su fin. En algún recoveco, en las profundidades de su mente era consciente del dolor y el temor, pero se negó a dejarlos emerger.
Finalmente, la reunión llegaba a su final. Comprobó la hora una vez más y vio que disponía aproximadamente de unos cinco minutos antes de tener que marcharse o llegaría tarde. Por lo general, se tomaba un tiempo para charlar con cada uno de los presentes, pero hoy sólo tenía tiempo para intercambiar unas rápidas palabras con el Comisionado.
Ya venía hacia ella, un hombre corpulento y achaparrado, parcialmente calvo y con el rostro surcado de profundas líneas de expresión. Los pliegues se reorganizaron en una sonrisa cuando llegó hasta donde ella estaba, en su lugar de costumbre, al fondo del salón. —¿Cómo está, Bella?
—Bien, gracias, Berty, —contestó Bella, pensando si debería informarle de la vuelta de Edward. —¿Y usted?
—No puedo quejarme. Bueno, podría, pero mi esposa me dice que nadie está interesado en escucharme. —Se rió de su propia broma con ojos centelleantes. —¿Y cómo se encuentra la señorita Kate?
—Mucho mejor ahora que Edward está en casa —dijo ella tranquilamente.
Él se la quedó mirando fijamente, boquiabierto, y durante un segundo la consternación fue evidente en su cara. Balbuceó —“Santo Dios”, ¿qué vamos a hacer?— antes de que el resto de su discurso se apagara al darse cuenta de que lamentarse no era lo apropiado. Se puso rojo como una remolacha y comenzó a tartamudear en su intento de dar marcha atrás. — “Yo…ah… eso es… “
Bella levantó la mano para detener su lapsus verbal. —Tomará de nuevo las riendas, por supuesto —dijo, como si la vuelta de Edward fuera lo más natural del mundo. —Le llevará unas cuantas semanas ponerse al corriente de todo, pero estoy segura de que se pondrá en contacto con usted pronto.
El Comisionado inspiró profundamente. Parecía ligeramente trastornado, pero había recuperado la calma. —Bella, no creo que eso sea una buena idea. Usted se ha estado ocupando de dirigirlo todo por la señorita Kate bastante bien, y la gente de por aquí se sentirá más cómoda con usted…
La mirada de Bella era muy clara y directa. —Edward se ocupará de todo de nuevo —dijo suavemente. —A Kate le apenaría mucho si alguien decidiera no seguir haciendo negocios con nosotros, pero, por supuesto, cada uno puede hacer lo que le parezca mejor.
La nuez del comisionado subió y bajo cuando tragó en seco. Bella acababa de dejar muy claro que si alguien no aceptaba a Edward se encontraría sin el apoyo o el patrocinio de los Denali. Ella nunca se enfadaba, ni alzaba la voz, jamás insistía en un punto, e incluso raras veces expresaba una opinión, pero la gente del condado había aprendido a no menospreciar la influencia que esta jovencita de mirada sobria ejercía sobre Kate Denali. Además, a la mayor parte de las personas les gustaba Bella; era así de simple. Nadie quería abrir una brecha en su relación con los Denali.
—Esta será probablemente la última reunión mensual a la cual asistiré —continuó ella.
—No estés tan segura de eso —dijo una voz profunda, con tono perezoso desde la entrada justo detrás de ella.
Asustada, Bella se giró para quedar frente a Edward mientras éste entraba en la habitación. —¿Qué? —dijo ella. ¿Qué hacía él aquí? Ni siquiera se había cambiado de ropa. ¿Tanto temía que ella estropeara algo que se había apresurado a unirse a la reunión con el Comisionado sin tomarse ni siquiera tiempo para deshacer el equipaje?
—¡Hola Berty! —estaba diciendo Edward tranquilamente, tendiendo su mano al hombre.
La cara de éste se congestionó. Vaciló, pero entonces el instinto de político prevaleció y estrechó la mano de Edward. —¡Edward! ¡Hablando del diablo! Justamente Bella me estaba diciendo que habías regresado a Davencourt. Tienes buen aspecto, verdaderamente bueno.
—Gracias. Tú también tienes un aspecto bastante próspero.
Berty se acarició el vientre y soltó una cordial carcajada. —¡Demasiado próspero! ¡Willadean dice que sigo una dieta de marisco… me como todo el que veo!
La gente que abarrotaba la habitación había notado la presencia de Edward, y un zumbido de inquietud crecía de volumen. Bella echó un vistazo a Edward, y el destello de sus ojos verdes le dijo que era muy consciente del revuelo que su presencia estaba causando y no se sentía afectado por ello en lo más mínimo.
—No te creas que te has librado —le dijo a Bella, dirigiéndole una sonrisa. —Solamente porque estoy en casa otra vez no significa que tú vayas a poder gandulear de ahora en adelante. Probablemente asistiremos juntos a las reuniones.
A pesar de su sorpresa, Bella asintió gravemente.
Edward miró el reloj. —¿No tenías un compromiso para almorzar en Florence? Vas a llegar tarde si no te das prisa.
—Ya me marchaba. ¡Adiós, Berty!
—La veré en la próxima reunión —dijo el Comisionado, usando todavía aquel tono falsamente jovial, cuando ella pasó por delante de él y salió de la habitación.
—Te acompaño al coche —Edward saludó con la cabeza al Comisionado y se giró para caminar junto a Bella.
Ella era intensamente consciente de su presencia, pegado a su codo, mientras salían cruzando el vestíbulo. Su alta figura dominándola con facilidad, aunque ella llevara tacones. No sabía que pensar sobre lo que acababa de ocurrir, así que no se permitió llegar a ninguna conclusión. Tal vez él verdaderamente quería que trabajaran juntos, tal vez solo lo había dicho para allanar el camino. El tiempo lo diría y no quería albergar falsas esperanzas. Si no esperaba nada, no se sentiría decepcionada.
Un rastro de cabezas girándose los siguió por el vestíbulo, cuando la gente reconocía a Edward y se daba la vuelta para mirarlo fijamente. Bella apresuro el paso, queriendo salir del edificio antes de que pudiera desarrollarse alguna confrontación. Llegó al otro extremo, y el brazo de Edward apareció extendido delante de ella para abrir la puerta. Sintió el roce de su cuerpo contra su espalda.
Salieron a la deslumbrante luz y la pegajosa humedad de la mañana veraniega. Bella sacó las llaves del bolso y deslizo las gafas de sol sobre su nariz. —¿Qué te hizo venir a la ciudad?— le preguntó. —No te esperaba.
—Pensé que hoy era tan buen momento como cualquier otro para romper el hielo. —Sus largas piernas mantuvieron con facilidad el rápido paso de ella. —Reduce la velocidad, hace demasiado calor para una carrera.
Obedientemente ella redujo su paso. Su coche estaba aparcado al final, y si recorría la distancia a toda prisa, estaría empapada en sudor cuando llegara a él. —¿Decías en serio lo de las reuniones?— preguntó.
—Mortalmente serio. —Él también se había puesto las gafas de sol, y los cristales oscuros le impedían leer su expresión. —Kate ha estado cantando tus alabanzas. Ya debes saberlo, así que sería un estúpido si no te utilizara.
Una cosa que Edward no era, especialmente en lo referido a los negocios, era tonto. Bella se sintió mareada al pensar en trabajar con él. Había creído sentirse preparada para cualquier cosa, desde ser ignorada hasta que la despidiera, pero ni se le había pasado por la cabeza que querría su ayuda.
Alcanzaron el coche y Edward le quitó las llaves de la mano. Las giró en la cerradura, le abrió la puerta, y luego se las devolvió. Ella esperó un momento para que el calor acumulado en el interior se disipara un poco y después se acomodó tras el volante. —Ve con cuidado —le dijo él, y cerró la puerta.
Bella echó un vistazo por el retrovisor mientras salía del aparcamiento. Él caminaba a zancadas de vuelta al edificio; quizás había aparcado por aquella zona o tal vez regresaba adentro. Dejó que su mirada resbalara ávidamente sobre su duro y musculoso trasero y sus largas piernas, solo durante un placentero segundo, y entonces se obligó a devolver su atención al vehículo para internarse en el tráfico.

Edward abrió su propio coche y se metió dentro. El impulso que lo había llevado a la ciudad había sido uno simple, pero poderoso. Quería ver a Bella. Eso era todo, solamente verla. Después de las inquietantes revelaciones de Kate, los viejos instintos protectores habían asumido el control y quiso comprobar por sí mismo que ella estaba bien.
Desde luego, estaba más que bien. Vio con qué habilidad había manejado a Berty Forrister, su compostura no se alteró ante la oposición del Comisionado…ni ante su inesperada aparición. Ahora entendía exactamente lo que Kate había tratado de explicarle cuando le dijo que ahora Bella era más fuerte, que había cambiado. Bella no lo necesitaba para librar sus batallas.
Comprenderlo, lo hizo sentir extrañamente privado de algo.
Debería haberse alegrado por ella. La Bella niña había sido dolorosamente vulnerable, un blanco fácil para cualquiera que quisiera utilizar sus tiernas emociones como diana. Él la protegía constantemente, y su recompensa había sido su eterna y constante adoración Ahora ella se había forjado su propia armadura. Era fría y autosuficiente, una persona casi sin emociones, manteniendo al resto de la gente a una distancia tal que sus dardos apenas podían rozarla. Había pagado por aquella coraza con dolor y desesperación, casi con su propia vida, pero era de acero templado. Todavía sufría, en forma de insomnio y pesadillas cuando conseguía dormir, pero ella solucionaba sus propios problemas ahora.
Cuando había entrado en Davencourt hoy y la había visto allí, en la escalera, elegantemente vestida  de seda, adornada con cremosas perlas y con el oscuro cabello peinado en un sofisticado e impecable estilo, casi había enmudecido por el contraste entre la alborotadora y desaliñada chiquilla que había sido y la elegante y estilosa mujer que era ahora.
Seguía siendo Bella, pero era diferente. Cuando la había visto hoy, no vio a la pilluela deslenguada, a la torpe adolescente. La miró y pensó en el esbelto cuerpo bajo el vestido de seda, en la textura de su piel que rivalizaba en sedosidad con el lujoso vestido, en cómo sus pezones se habían erguido hasta su punto máximo ante su roce más leve durante aquellas largas horas en el motel de Nogales.
Había cubierto su cuerpo desnudo con el suyo, había extendido sus piernas abiertas de par en par, y tomado su virginidad. Incluso ahora, sentado dentro del coche, asándose de calor, tembló con el poder de los recuerdos. Dios, recordaba cada pequeño detalle, cómo se había sentido al penetrar en ella, la suave y cálida estrechez de su cuerpo cuando se envainó en su interior. Recordaba lo delicada que la había sentido bajo él, dominando su pequeño cuerpo con su tamaño, su peso y su fuerza. Había deseado acunarla en sus brazos, protegerla, calmarla, darle placer; cualquier cosa, excepto detenerse. No había habido nada que lo hubiera podido detener
Aquellos recuerdos lo habían estado volviendo loco durante los diez últimos días, privándolo del sueño, interrumpiendo su trabajo. Cuando la había visto hoy, de nuevo, se había sentido sacudido por una oleada de pura posesividad. Era suya. Suya y la deseaba. La deseaba tanto que sus manos habían comenzado a temblarle. Había necesitado echar mano de todo su autocontrol para no subir las escaleras hasta donde ella permanecía en pie, tomarla del brazo y arrastrarla escaleras arriba a su dormitorio, a cualquier dormitorio, donde pudiera levantarle la falda y sepultarse dentro de ella una vez más.
Se había contenido por una sola razón. Bella había construido con minucioso cuidado su coraza interior, pero toda defensa tenía un punto débil, y él sabía exactamente cuál era el suyo.
Él.
Ella podía protegerse contra todos, excepto de él.
No había tratado de esconderlo, o de negarlo. Ella misma le había confesado con devastadora honestidad que lo único que tenía que hacer era chasquear los dedos y ella acudiría corriendo. Habría subido las escaleras con él y lo habría dejado hacerle lo que quisiera.
Edward tamborileó con los dedos sobre el volante recalentado. Parecía que había más de un dragón contra el que Bella lo necesitaba para luchar, y era su propio deseo sexual por ella.
Él le había dicho que regresaría a casa si la dejaba usarla sexualmente, y ella no había vacilado. Si eso era lo que él quería, entonces ella lo haría. Si él necesitaba un desahogo sexual, ella estaría disponible. Lo haría por Kate, por Davencourt, por él, pero… ¿qué pasaba con ella misma?
Era consciente de que podía entrar en la habitación de Bella en cualquier momento y tenerla, y la tentación se lo comía vivo. Pero no quería que Bella se entregara a él por un sentimiento de culpa, o de deber, o incluso por su desacertada adoración a su héroe. Él no era ningún héroe, maldición, era un hombre. La deseaba como un hombre desea a una mujer, un macho a su hembra. Si se metía en su cama simplemente porque estaba caliente y deseaba el alivio que él podía proporcionarle, estaría encantado por ello, porque era algo mucho más sencillo y simple que los motivos de otras personas, incluso que los de ella misma.
Dios, ¿y qué  pasaba con sus propios motivos?
El sudor caía sobre sus ojos, escociéndolos y con un giro de muñeca puso el motor en marcha y encendió el aire acondicionado para que le brindara un soplo de vida. Se iba a causar un infarto a sí mismo, sentado en un coche cerrado en pleno verano, tratando de desenredar sus emociones.
Amaba a Bella; la había amado toda su vida, pero como a una hermana, con una divertida y protectora indulgencia.
No había estado preparado para la fuerza y el ardor del deseo físico que se había desencadenado cuando ella había enredado sus brazos alrededor de su cuello y lo había besado, diez largos años antes. Había surgido de la nada, como gases que se hubieran arremolinado y comprimido hasta alcanzar una masa crítica, y entonces explotar en una llamarada de deslumbrante ardor. Eso lo había noqueado, haciéndolo sentir culpable. Toda la situación parecía equivocada. Ella era demasiado joven; él siempre había pensado en ella como una hermana; estaba casado, por Dios. La culpa de aquella situación había sido toda suya. Incluso aunque su matrimonio se estuviese yendo al infierno, todavía estaba casado. Él había sido el experimentado; debería haber convertido el beso, con suavidad, en un impulsivo gesto de afecto, algo que no la hubiese avergonzado. En cambio, la había estrechado más contra él y convirtió el beso en algo diferente, en un beso más profundo, adulto, cargado de sexualidad. Lo que había pasado había sido por su culpa, no por la de Bella, pero ella intentaba todavía  pagar el precio.
La mayor parte de las barreras para una relación sexual entre ellos habían desaparecido. Bella era ahora una mujer adulta, él no estaba casado, y no se sentía, en absoluto, fraternal con respecto a ella. Pero otras barreras permanecían: la presión familiar, el propio sentido del deber de Bella, su orgullo.
Resoplo para sí mientras ponía el coche en marcha. Dios, sí, y no había que olvidar su propio orgullo masculino. No quería que ella se le entregara por Davencourt, la familia o cualquiera de aquellos otros motivos sin importancia. La quería yaciendo bajo él, excitada y jadeante porque lo deseaba. Ninguna otra razón serviría.

*       *      *

El bastardo había regresado. Las noticias corrían por el condado como la pólvora y llegó a los bares esa misma noche. Félix Vulturi se estremecía de rabia cada vez que el nombre de Edward Cullen era mencionado. Cullen se había librado del asesinato de Tanya, y ahora estaba de vuelta para dominarlos a todos despóticamente otra vez como si nada hubiera pasado. Ah, aquel estúpido sheriff, culo gordo, no lo había detenido, dijo que no había pruebas suficientes para efectuar una acusación, pero todo el mundo sabía que lo habían sobornado. Los Denali y los Cullen de este mundo nunca tenían que pagar por su mierda. Era la gente ordinaria quien lo hacía, no la gente rica que vivía en sus enormes casas de fantasía y estaba convencida de que las normas no se aplicaban a ellos.
Edward Cullen había machacado la cabeza a Tanya con el hierro de la chimenea. Todavía lloraba cuando pensaba en ello, su hermosa Tanya con su cabello enmarañado de sangre y sesos y un lado de la cabeza, aplastado. De alguna manera el bastardo había averiguado lo de Tanya y él, y la había matado por ello. O tal vez Cullen averiguó que el pequeño panecillo que se cocía en el horno no era suyo. Tanya había dicho que ella se encargaría, y estaba tan plana que parecía mentira que estuviera preñada, aunque tal vez no lo bastante plana.
Nunca nadie le había pertenecido como Tanya. Era salvaje aquella muchacha, salvaje y perversa, y eso lo había excitado tanto que casi eyaculó en sus pantalones la primera vez que se había corrido para él. Ella también estaba excitada, sus ojos estaban brillantes y ardientes. Le había gustado el peligro de ello, la emoción de hacer lo prohibido. Aquella primera vez se había comportado como una fiera, arañándolo y corcoveando contra él, pero no se había corrido. Le había llevado un rato entenderlo. A Tanya le gustaba follar por un montón de razones, pero el placer no había sido una de ellas. Usaba su cuerpo para confundir y enloquecer a los hombres, para afirmar su poder sobre ellos. Se lo había follado para devolvérsela al hijo de puta de su  marido,  para darle en los morros a todo el mundo y demostrarles que no le importaban nada. Ella no significaba nada para los demás, pero lo sabía, y así era cómo se tomaba la revancha.
Pero una vez que él lo entendió, no la dejo salirse con la suya. Nadie lo usaba, ni siquiera Tanya. Especialmente ella. La conocía como nadie más hacía o podría hacerlo, porque, por dentro, era igual que él.
Comenzó a trabajársela, con jueguecitos perversos, sin empujarla nunca demasiado lejos al principio. Se había hecho adicta, como el gato a la crema, algo prohibido sobre lo que regodearse cuando estaba en la mansión, sentada como una perfecta señora y riéndose por dentro de todos porque acababa de pasar la tarde revolcándose como una perra con un hombre que haría que todos se mearan encima si se enteraban.
Habían tenido que llevar cuidado; no podían ir a ningún motel de por allí y no siempre era posible para ella encontrar una excusa que le permitiera ausentarse y estar ilocalizable varias horas seguidas. Por lo general, se encontraban en algún punto de los bosques. Allí estaban cuando él había decidido que ya tenía suficiente de sus jueguecitos y le había enseñado quién era el jefe.
Cuando por fin la había dejado marchar, estaba cubierta de contusiones y mordeduras, pero se había corrido tantas veces que apenas fue capaz de sentarse en su caballo. Se había quejado amargamente de la necesidad de tener cuidado y no dejar que nadie viera las señales sobre su cuerpo, pero sus ojos brillaban. Él la había jodido tantas veces y tan fuerte que se había quedado seco y ella estaba en carne viva, y encantada. Todas sus mujeres anteriores habían gemido y llorado a lágrima viva cuando él se había puesto rudo con ellas, pero Tanya no. Ella volvió a por más, y repartió su propia medicina. Él había regresado a casa con la espalda marcada y sangrando más de una vez y cada ardiente cicatriz le recordaba a ella y alimentaba su hambre de Tanya.
Nunca había habido otra mujer como su muchacha. Había vuelto a por más y más y había insistido en juegos cada vez más rudos y perversos. Habían empezado con el sexo anal, y esto le había dado a ella una autentica emoción, lo más vedado que podía hacer con el hombre más tabú. Maldita, maldita Tanya. La había amado tanto.
No pasaba un día desde que se había ido en que no pensara en ella, en que no la echara de menos. Ninguna otra mujer podía encenderlo como ella lo hacía.
Ese maldito Edward Cullen la había asesinado. Los había asesinado a los dos, a ella y al bebé. Y entonces se había largado libre como un pájaro y abandonó la ciudad antes de que él pudiera hacérselo pagar.
Pero había regresado.
Y esta vez sí lo iba a pagar.
Había procurado ser cuidadoso y no ser visto, pero había rondado bastante alrededor de Davencourt cuando se encontraba con Tanya, así que conocía la propiedad. Era bastante grande, cientos de acres, así que podía acercarse a la casa desde cualquier lado que quisiera. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que estuvo allí; diez años, de hecho. Tendría que asegurarse de que ahora la vieja no tuviera perros guardianes y de que no se hubiera instalado ninguna alarma. Sabía que antes no había ninguna, porque Tanya había tratado de convencerlo varias veces para que se colara en su habitación mientras su marido estaba de viaje de negocios. A ella le gustaba la idea de follárselo bajo el techo de su abuela y en la cama de su marido. El había tenido el suficiente sentido común como para negarse pero, maldición, se había sentido tentado.
Asumiendo que no hubiera ningún sistema de alarma, había cien maneras de introducirse en la casa. Todas esas puertas y ventanas…Sería un juego de niños. Había entrado en un montón de casas mejor protegidas que Davencourt. Los tontos, probablemente, se sentían seguros a pesar de lo lejos de la ciudad que se encontraban. La gente del campo no tenía arraigado el hábito de tomar precauciones para proteger su hogar, como lo hacían los de la ciudad, en quienes era algo automático
Oh, sí. Edward Cullen iba a pagar.

24 comentarios:

  1. dios pobre Edward que le va a pasar...Sigue asi hermnosa..Besos..

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  2. AUNQUE SEA TEAM JACOB POBRE EDWARD ME ENCANTA EL FIC ESPERO QUE SIGA ASI ESTOY DE ACUERDO CON NYDIA:D
    TE ESPERO POR MI BLOG ACTUALIZE SABES QUE SIEMPRE AVISO :D
    UN BESOTEE
    TE QUIERE LUNA DE AMANECER

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  3. mmm.... mi no entender!!!!
    hahaha.... me volvieron a ganar!!!!
    debo de estar mas atentaaa!!
    buen... es por partida doble... asi q seran mas comentss!!!....
    asiq.... seran mas chikitos!!!
    hahaha... pero bien locoss!!!!!!
    empiezo!!!!
    p.d: esta ya cuenta!!!! 1!!!!!!!

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  4. jojojoj... iia te habia dicho q este fc es mi favorito???
    nooo????
    bueno, te lo dijo!!
    ESTE FIC ES MI FAVORITO!!!!
    hahahaha... mmm... no qiero q Edwar sufra...
    o si???
    tal vez.... pokitiitititititto!!!

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  5. mmm... como me enamore de este fic??
    asi!!! porq me encanto el summary, s veia super wow!!!
    y lo es!!!
    pero... mmm...
    ya me confundio!!!
    es Edward o no el asesino de Tanya???

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  6. uggg!!!!
    no se q pensar!!!!
    io creia q Felix ra el asesino... pero... no lo es...
    entonces... qie mierdas es???
    bueno, aunq me duela...
    creo q Edward... puede ser???
    esq... todo es muy confuso!!!

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  7. hummm!!!
    ya me vesti!!!!
    hahaha... mmm...
    entonces Edward es el asesino???
    no lo creo, no, no, no, y no!!!!
    llegare al fndo de este misterio!!!
    muahahahaha!!!!!
    *rayos y centellas*

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  8. *volviendo a la realidad*
    hehe*apenada* disclpa mi aldo brujita...
    hace tiempo q no salia...xD
    bueno...pobre Bella...
    ha sufrido muchito... y Edward q no le ayuda,
    uff!!!!
    esos dos son dinamita puraaa!!!!
    quero ler algo mas hott!!!!!
    hehahahahahahahahahhaa....

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  9. emm... bueno, este fic saca los mas ero mas loco de mi persona dulce y bella... hahaha...
    bueno bueno... Kate ha sufrido...
    Edward tambn... pero todos se han olvidado de Bella!
    ella necesita ayudaa!!!
    Bella es anorexica, vdd???

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  10. creo q si...
    Edward le ayudara..
    lo q el ha sentido por bella es pasion!!!
    y q bello!!!!
    uff!!!
    ahora solo esperar q ella se deje
    q este flijita y coperando... hahah...xD!!!

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  11. mm... q hara Kate cuando se entere q Bella le dio el 'tesorito' a Edward??
    uff!!! no qero ni pensar!!!
    oiies, nena, tu eres de Mexico??
    para darte mi cel, para estar en contacto, si qiere, claro...
    hehe...
    te lo dejo: 4422369085
    xDD...

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  12. uff!!!!
    yya me canse.... mmm... iia no se q escribir...
    veamos, dire puras idioteces... haha...xD
    bueno, ame el cap... aunq yo espero algo d pasion
    y q bella ya se deje querer y deje atras esa fea fachada de fria!

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  13. me dio risa la reaccion del comisado.. o como se llame!
    haha... todo estara de nervios cuando edward regrese al mando d elos asuntos de los Denali..
    me entendi??
    espero q si...

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  14. me gustaria saber q hara el asesino...
    matara a edward o le hara algo a bella???
    qparecera jacob en este fic?
    habra un tipo triangulo amoroso, donde obvio edward se quede con bella?
    q pasara??

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  15. mmm..... es por partida doble...
    entonces... podras poner un nuevo extra el lunes???
    hahah... has pensado sobre mi proposicion??
    te comentario diario...xD
    hahaha... tmbn qiero leer la de dos corazones una guerra, se ve buena y la de por culpa del pasado, vi la novela, pero qiero ver como la conviertes en fic con edward y bella, tmbn la de absurda venganza... las qiero seguir leiiendo!

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  16. u_u!!!
    y la de ideas maravillosas...!!!
    como me gusta ese fic!!!
    esa Bella...!!!
    hahaha... pbrecito de Eddie.. no tendra paz...
    pero cuando viene lo hot en ese fic?
    un beso.. dos... caricias... apapachos...
    lemmon!!!!!
    hahaha...xD
    iia me volvi adicta al lemmon!

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  17. te recomiendo q leas la de las trampas de la seduccion... seria wow en Edward y Bella, de Johanna Lindsay-creo q se escribe asi..xD-!
    la de el principe d mis sueños, de Lisa Kleypas, seria tmbn perfecta para jake y nessie!!!!
    me encanto ese libro!!
    y de esa mimsa autora, me enamoro la de tuya a medianoche!!!
    hehehe... me lo imagine en edward y bells, i lo amee!!!!
    haha... ia ando io promocionando!!!!
    hahaha...xD!!!!!!

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  18. ufff!!!!
    hahahaha.... creo q ese fue mi coment mas largo!!!
    llevo 15!!!!
    me faltan 6!!!!
    hahaha... tengo una idea!!!!!
    hahaha... mmm... sera loca... pero io estoi loca!!!
    empiexo!!!

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  19. 17!!!!!!!!!!!!!


    Me encantaria q me violara!!!!!
    hahahahahhahahaha

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  20. 18!!!!!!!!!!!!!!!!


    mmm... s eme fue la idea....

    hahaha

    me encanta sobornarte!!!!!!

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  21. 19!!!!!!!!!!!!!

    Ufff!!!!... hahah... se me volvio a ir la idea!!!
    ah, si!!!
    no, no, no, no, no, no!!!!
    señorita usted es muy corruptaa!!!!


    sigalo siendo, me encanta!!!!
    hahahaha.....

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  22. 20!!!!!

    iia acabo la de la guerra de las dos rosas.... q otro fic pondras???

    jojojojo.... iia mero!!!!!

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  23. 21!!!!!!
    mmm.... em encanta hacer esto!!!
    es divertido!!!
    hahaha... uff!!!
    nos vemos el lunes... o el jueves?
    para un nuevo capitulo de este fabuloso fic!!!
    amo tus adaptaciones, pero me encanto esta de sombras del atardecer!!!
    hehehe... bsss!!!!!!
    te qiero!!!!!!!!!!

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