Capítulo 12 “La llegada”
Diez días después, Edward estaba parado frente a la puerta principal como si fuera el dueño del lugar, lo que a efectos prácticos era cierto.
Eran las ocho de la mañana, y la luz del sol se colaba, ya intensa, a través de las ventanas, dando a las baldosas color terracota del vestíbulo un suave brillo dorado. Bella bajaba las escaleras. A las nueve tenía una reunión con su agente de bolsa, que venía desde Huntsville, y quería revisar los detalles con Kate antes de su llegada. Ya estaba vestida para la reunión, con un ligero traje de verano de seda color melocotón y chaqueta a juego, ya que después tenía programada una reunión con el comisario del condado. Calzaba zapatos de corte salón beige de piel de serpiente, y se adornaba las orejas con unas sencillas perlas. Raras veces lucia otra joya que no fuera el reloj de pulsera, pero sus compañeras de la Hermandad Universitaria le habían enseñado el valor de ir bien vestida para las reuniones de negocios.
La puerta de calle se abrió, y ella hizo una pausa en la escalera, momentáneamente cegada por la deslumbrante luz del sol reflejada sobre el pulido suelo. Parpadeó ante la oscura figura cuyos amplios hombros y sombrero de ala ancha llenaban la mayor parte del vano de la puerta. Entonces él se adentró y la cerró, dejando caer su bolsa de viaje de piel al suelo, y su corazón casi se detuvo cuando lo reconoció.
Habían pasado diez días desde que él la había mandado de regreso a casa y no había enviado ni una palabra para avisar de su llegada. Comenzó a temer que después de todo no vendría, aunque antes Edward siempre había sido fiel a su palabra. Tal vez había decidido que los Denali no merecían la molestia; no lo habría culpado por hacerlo.
Pero aquí estaba, quitándose el sombrero y mirando alrededor con ojos entrecerrados, como si estuviera evaluando los cambios ocurridos durante sus diez años de ausencia. Habían sido pocos, pero Bella tuvo la sensación de que noto cada uno de ellos. Su mirada se había detenido brevemente sobre la alfombra que cubría la escalera. Cuando él se había marchado era beige; ahora era de color tostado, más espesa y menos delicada.
El impacto físico de su presencia casi la hizo tambalearse. Verlo allí parado asumiendo con naturalidad el mismo aire de autoridad de siempre, como si nunca se hubiera marchado, la sumió en una sensación de irrealidad, como si el tiempo no hubiera transcurrido.
Sin embargo, los cambios en él eran muy acusados. No era solamente que fuera diez años mayor o que vistiera vaqueros y botas en vez de pantalones de lino y mocasines. Antes, él atemperaba la fuerza de su personalidad con la cortesía y los modales de un educado caballero sureño, así era como se hacían allí los negocios. Ahora, en cambio, no la atenuaba con nada. Estaba allí, áspero y duro, y al infierno si a alguien no le gustaba.
Sus pulmones parecían haberse encogido, y luchó por respirar. Lo había visto desnudo, había yacido desnuda en sus brazos. Él le había succionado los pezones, había penetrado en ella. La sensación de irrealidad la hizo sentir mareada de nuevo. En la semana y media transcurrida desde la última vez que lo vio, su relación sexual había comenzado a parecerle un sueño, pero al verlo de nuevo, su cuerpo comenzó a palpitar otra vez, como si él acabara de retirarse de su interior y su carne todavía se estremeciera por su contacto.
Logró encontrar la voz. —¿Por qué no has llamado? Alguien habría ido a recogerte al aeropuerto. Has venido en avión, ¿no?
—Llegué ayer. Alquilé un coche en el aeropuerto. Mamá y yo pasamos la noche en Huntsville con la tía Didyme, y esta mañana he conducido hasta aquí.
Su intensa y verde mirada estaba clavada en ella ahora, haciendo inventario del traje y las perlas, comparando, quizás, la sencilla elegancia de su ropa con la desgarbada y poco elegante adolescente que ella había sido. O quizás la comparaba con la mujer desnuda que se había retorcido bajo él, gritando mientras la llevaba al clímax. La había despachado bastante rápido, así que la visión no debía haber sido demasiado atractiva.
Ella se ruborizó violentamente y de inmediato el rubor desapareció tan rápido como había venido.
No podía continuar allí, de pie, como una idiota. Controlando cuidadosamente su respiración, bajó los pocos escalones que le quedaban y se detuvo a su lado. —Kate está en el estudio. Íbamos a repasar algunos documentos, pero estoy segura de que preferirá hablar contigo antes.
—He vuelto para ocuparme de los negocios —dijo él, sucintamente, al mismo tiempo que abandonaba el vestíbulo en dirección al estudio. —Sígueme rápido. La fiesta de bienvenida puede esperar.
De alguna manera ella consiguió mantener su fachada serena mientras lo seguía. No le lanzó los brazos al cuello, gritando —¡Has vuelto! ¡Has vuelto!— aunque ese fuera su primer impulso. No se deshizo en exclamaciones de felicidad o alegría. Tan solo dijo a su espalda —Me alegro de que hayas regresado. Bienvenido a casa.
Kate rara vez se sentaba tras el enorme escritorio que había sido de su marido, había descubierto que el mullido sofá resultaba más cómodo para sus viejos huesos. Allí estaba ahora, hojeando varios informes impresos sobre los últimos rendimientos de las acciones. Alzó la vista cuando entró Edward, y Bella, que entraba justo detrás de él, vio el aturdimiento que reflejaron sus descoloridos ojos azules mientras se quedaba mirando fijamente a ese enorme y áspero extraño que había invadido sus dominios. Entonces parpadeó, y el reconocimiento alboreó en sus ojos tan intensamente como la salida del sol, trayendo con él un rubor de entusiasmo que ahuyentó de su rostro el tono grisáceo de la mala salud. Kate se puso en pie, desparramando los informes sobre la gruesa alfombra Aubusson.
—¡Edward! ¡Edward!
Esta era la bienvenida entusiasta y llena de lágrimas que Bella hubiera querido brindarle y no había podido. Kate se precipitó hacia él con los brazos extendidos, sin ver, o ignorando a propósito, su expresión adusta. Él no abrió los brazos, pero eso no le mi pidió a ella rodearlo con los suyos y abrazarse a él con fuerza, con los ojos cuajados de lágrimas.
Bella se volvió hacia la puerta, con la intención de brindarles un poco de intimidad; si la relación entre ella y Edward había sido especial cuando ella era más joven, por lo menos en su mente, la que había tenido con Kate había sido aún más fuerte, tanto que rivalizaba con sus sentimientos hacia su propia madre. Incluso aunque Edward hubiera vuelto por el bien de Kate, existían profundos sentimientos entre ellos que necesitaban ser resueltos.
—No, quédate —dijo Edward cuando notó el movimiento de Bella. Posó las manos con suavidad sobre los frágiles y ancianos hombros de Kate y la separó de él, pero continuó sujetándola mientras la miraba. —Hablaremos más tarde —le prometió. —Por el momento, tengo mucho sobre lo que ponerme al día. Podemos empezar por ahí. —Hizo un gesto con la cabeza hacia los papeles desperdigados sobre la alfombra.
Si había algo que Kate comprendía, era el concepto de tomar las riendas del negocio. Se secó los ojos y asintió enérgicamente. —Por supuesto. Nuestro agente de bolsa estará aquí a las nueve para una reunión. Bella y yo hemos tomado la costumbre de revisar el rendimiento de nuestras acciones de antemano, y así ponernos de acuerdo sobre cualquier decisión antes de que él llegue.
Él asintió y se inclinó para recoger los papeles. —¿Seguimos trabajando con Lipscomb?
—No, querido, murió hace... OH, tres años, ¿no, Bella? La familia era propensa a problemas cardiacos, ya sabes. Ahora nuestro agente de bolsa es Sage Whitten, de los Whitten de Birmingham. Estamos contentas con él, en general, aunque tiende a ser bastante conservador.
Bella vio la expresión sardónica que cruzó la cara de Edward mientras se readaptaba a la forma de hacer negocios del sur, donde todo estaba teñido de información personal y relaciones familiares. Probablemente él se había acostumbrado a un método mucho más franco de hacer las cosas.
El ya estaba estudiando los papeles que llevaba en la mano mientras se dirigía hacia el escritorio y tomaba asiento en el enorme sillón de cuero. Se detuvo y dirigió un vistazo especulativo a Bella, como si comprobara su reacción ante esta abrupta toma de posesión, tanto del negocio como del territorio.
Ella no sabía si llorar o gritar. En realidad, nunca había disfrutado ocupándose de los negocios, no obstante se había hecho su propio hueco en ellos. Como era la única cosa en su vida en la que había sido realmente necesaria para Kate o cualquier otra persona, había trabajado tenazmente para entender y dominar los conceptos y sus aplicaciones. Con el regreso de Edward perdía el dominio de esta área y también su utilidad. Por otra parte, era un alivio no tener que volver a permanecer sentada durante interminables reuniones o tratar con hombres de negocios y políticos que cuestionaban sus decisiones con condescendencia apenas disimulada. Se alegraba de ser liberada de esa obligación pero no tenía ni idea de con qué sustituirla.
Sin embargo, no permitió que su ambivalencia aflorara a su expresión, manteniendo la fachada neutra e indiferente que mostraba al mundo. Kate retomó su asiento en el sofá y Bella se aproximó a uno de los archivadores y extrajo una gruesa carpeta.
El fax emitió un pitido y comenzó a zumbar al tiempo que imprimía un documento. Edward lo miró y después hizo lo mismo con el resto del equipo electrónico instalado tras su marcha. –Al parecer nos hemos incorporado a la era de la informática.
—Era eso o pasarme todo el tiempo viajando —le contesto Bella. Hizo un gesto hacia el ordenador que había sobre el escritorio. —Tenemos dos sistemas independientes. Este ordenador y esta impresora son para nuestros archivos privados. El otro, —señaló hacia una esquina, donde un segundo ordenador estaba instalado sobre un escritorio de roble, —es para los negocios. —El segundo ordenador estaba conectado a un módem. —Tiene fax, correo electrónico, y dos impresoras láser. Te enseñare los programas cuando tú quieras. También tenemos un portátil para los viajes.
—Incluso Harry utiliza ahora un ordenador —dijo Kate, sonriendo. —En él se guardan los cruces, y sus archivos incluyen el tiempo de cría, los resultados, los historiales médicos y las marcas de identificación. No podría estar más orgulloso del sistema informático ni aunque tuviera cuatro patas y relinchara.
Él le echó un vistazo a Bella. —¿Sigues montando a caballo como antes?
—No tengo tiempo.
—Ahora tendrás más tiempo.
Ella no había pensado en esa ventaja de la vuelta de Edward, y su corazón dio un vuelco de excitación. Echaba de menos a los caballos con una intensidad dolorosa, pero su declaración había sido la pura verdad: simplemente no le quedaba tiempo. Montaba a caballo cuando podía, lo suficiente para mantener sus músculos acostumbrados al ejercicio, pero apenas lo bastante para satisfacerla. Por el momento tenía que dedicarse a la intrincada tarea de pasar las riendas de los negocios a Edward, pero pronto, —¡sí, pronto!— podría comenzar a ayudar a Harry otra vez.
—Si te conozco —dijo Edward perezosamente, —ya debes estar planeando pasarte todo el tiempo en los establos. No creas que vas a traspasarme todas las responsabilidades y dedicarte a jugar con los caballos. Me veré desbordado con todo esto y además con mis propiedades de Arizona, así que todavía vas a tener que hacerte cargo de una parte del trabajo.
¿Trabajar con Edward? No pensó que él la quisiera cerca, o que ella todavía pudiera ser de utilidad. Su corazón dio otro pequeño vuelco ante la perspectiva de estar con él todos los días.
Él se concentró entonces en estudiar los informes, en los análisis de los rendimientos bursátiles y en considerar las proyecciones. Para cuando Whitten llegara, Edward sabía exactamente cuál era su situación en la bolsa.
El señor Whitten no conocía personalmente a Edward, pero por su expresión asustada cuando le fue presentado, evidentemente había oído los chismorreos. Si quedó consternado cuando Kate le informó de que de ahora en adelante Edward se ocuparía de los intereses de los Denali, lo escondió bien. A pesar de las sospechas de la gente, Edward Cullen nunca había sido oficialmente acusado del asesinato de su esposa, y los negocios eran los negocios.
La reunión concluyó más rápido que de costumbre. Apenas se había marchado el señor Whitten cuando Jessica entró despreocupadamente en el estudio. —Tía Kate, hay una especie de bolsa de viaje en el vestíbulo. ¿Es que el señor Whitten…?— Enmudeció completamente, mirando a Edward sentado tras el escritorio.
—Es mía. —Apenas levantó la vista de la pantalla del ordenador, donde examinaba el historial de los dividendos de un depósito. —La quitaré más tarde.
Las mejillas de Jessica palidecieron, pero se repuso con una risa forzada. —¡Edward! No sabía que habías llegado. Nadie dijo que te esperábamos hoy.
—No lo sabían.
—Oh. Bueno, bienvenido a casa. —Su tono era tan falso como su risa. —Se lo diré a mamá y papá. Acaban de terminar de desayunar, y sé que querrán darte la bienvenida en persona.
Edward alzó las cejas sardónicamente. —¿De verdad?
—Los traeré —dijo ella, y huyó.
—Y sobre mi bolsa —Edward se reclinó contra el respaldo y se giró para quedar frente a Kate, quien seguía sentada en el sofá. —¿Dónde la pongo?
—Donde tú quieras —contestó Kate, con firmeza. —Tu antigua suite ha sido redecorada por completo. Lauren se ha instalado en ella, pero si tú la quieres, ella puede trasladarse a otro cuarto.
Él rechazó la oferta con una leve sacudida de cabeza. —Supongo que Maggie y Liam habrán ocupado la otra suite, y Jessica y Mike la última. —Dedicó una ilegible mirada a Bella. —Y tú, por supuesto, seguirás en tu vieja habitación de la parte de atrás.
Parecía desaprobarlo, pero Bella no podía imaginar por qué. Sin saber qué contestar, prefirió no decir nada.
—Y Tyler utiliza una de las habitaciones sencillas del ala izquierda, —dijo Kate, confirmando su suposición. —Sin embargo, no es un problema. He estado pensando sobre lo que se podría hacer, y sería muy sencillo abrir una puerta entre dos de los restantes dormitorios, comunicándolos, y convirtiéndolos así en una suite, con salón. Podría hacerse en una semana.
—No es necesario. Me instalaré en uno de los dormitorios de la parte de atrás. El de al lado de Bella bastará. Sigue teniendo cama de matrimonio, ¿no?
—Todas las habitaciones la tienen ahora, excepto la de Bella.
Él la miró con los ojos entrecerrados. —¿No te gustan las camas grandes?
La cama de motel donde habían hecho el amor era solo de cuerpo y medio. Debería haber sido demasiado pequeña para los dos, pero cuando una persona dormía prácticamente encima de la otra, eso reducía la necesidad de espacio. Bella apenas pudo evitar el rubor.
—No necesito una más grande. —Ella echó un vistazo a su reloj y aliviada se puso en pie cuando vio la hora. —Tengo que irme a una reunión con el comisionado, y después tengo un almuerzo con el administrador del hospital en Florence. Estaré de vuelta sobre las tres.
Se inclinó para besar la arrugada mejilla que Kate le ofrecía. —Conduce con cuidado —le dijo Kate, como siempre hacía.
—Lo haré. —Había un matiz de fuga en su salida, y por la forma en que Edward la miraba, estaba segura de que él lo había notado perfectamente.
Después del almuerzo, Edward y Kate regresaron al estudio. Él había soportado la efusiva y embarazosamente falsa bienvenida de Maggie y Liam, ignorando los malhumorados modales de Lauren, y había sido excesivamente mimado por Sue y Bessie. Estaba claro como el infierno que sólo Bella y Kate habían deseado su vuelta; el resto de su familia lamentaba obviamente que no se hubiera quedado en Arizona. La razón de esto estaba también bastante clara: se habían estado aprovechando de Kate durante años y tenían miedo de que él los echara de una patada en el culo. Y era para pensárselo. Oh, a Maggie y Liam no. A pesar de lo mucho que le disgustaba tenerlos cerca, ambos frisaban los setenta, y las razones que diez años antes él mismo dio a Bella para su traslado allí eran ahora incluso más validas. Pero en cuanto a los demás...
No tenía intención de hacer nada de inmediato. Desconocía los detalles de la situación individual de cada uno, y era más sencillo ponerse al corriente de todo antes de hacer nada, que reparar las consecuencias de una decisión precipitada.
—Supongo que ansías decir lo que piensas —dijo Kate, con sequedad, ocupando su asiento en el sofá. —Sabe Dios qué te lo mereces. Esta es tu oportunidad para sacártelo de dentro, así que venga. Me quedaré aquí sentada, te escucharé, y mantendré la boca cerrada.
Seguía siendo tan indomable de espíritu como antes, pensó él, pero su cuerpo estaba peligrosamente débil. Cuando lo había abrazado, había notado la fragilidad de sus delicados huesos y había visto la apergaminada delgadez de su piel. No tenía buen color y su energía había disminuido. Sabía, por las cartas de Esme, que la salud de Kate no era buena últimamente, pero no se había percatado de la inminencia de su muerte. Era cuestión de meses; dudaba que llegara a la primavera.
Ella había sido la piedra angular de su vida. Lo había defraudado cuando la necesitó, pero ahora deseaba hacer frente a su ira. Era una medida de su fuerza de carácter, que antes él hubiese probado su virilidad en ciernes contra ella, y medido su crecimiento por cómo le hacía frente. Maldita fuera, aún no estaba preparado para dejarla ir.
Apoyó una cadera en el borde del escritorio. —Ya lo haré —dijo calmadamente, y prosiguió con contenida violencia: —Pero primero quiero saber qué demonios le habéis hecho a Bella.
Kate permaneció sentada en silencio un largo momento, con la acusación de Edward cerniéndose en el aire entre ellos. Miró fijamente por la ventana, contemplando la extensión de tierra bañada por el sol, punteada aquí y allá por las sombras de las esponjosas y mullidas nubes que flotaban a la deriva por el cielo. Todo era tierra de los Denali, tan lejos como alcanzaba su vista. Siempre había encontrado gran placer en contemplarla, y todavía le gustaba hacerlo, pero ahora que su vida se acercaba a su final había descubierto otras cosas que tenían muchísima más importancia.
—Al principio no me di cuenta —dijo ella, finalmente, con la mirada aún perdida en la lejanía. —La muerte de Tanya…bueno, hablaremos de eso más tarde. Estaba tan concentrada en mi propia pena que no lo noté hasta que casi perdimos a Bella.
—¿Perdido cómo?— Su tono era duro y áspero.
—Hasta que casi murió —dijo Kate, con franqueza. Le tembló la barbilla, y se controló con severidad. —Siempre creí que Tanya era quién necesitaba desesperadamente ser amada, para compensar su situación... No me di cuenta de que Bella lo necesitaba incluso más, pero es que ella no lo exigía del modo en que Tanya lo hacía. Qué extraño, ¿verdad? Amé a Tanya desde que nació, pero ella nunca fue para mí el apoyo que Bella ha sido, ni se convirtió en algo tan importante como ella. Bella es más que mi mano derecha; en estos últimos años, no habría podido arreglármelas sin ella.
Edward desechó todo eso, concentrándose en la única declaración que había capturado su atención. —¿Cómo que casi murió?— El solo hecho de pensar en Bella muerta le sobrecogió hasta los huesos, y sintió un helado estremecimiento de temor cuando recordó su expresión culpable y atormentada el día del entierro de Tanya. No habría intentado matarse, ¿verdad?
—Dejó de comer. Bueno, nunca había comido demasiado, así que durante mucho tiempo no me di cuenta, casi demasiado tiempo. Todo estaba tan alborotado, no existía ningún horario para las comidas, y supongo que pensé que ella comía a deshoras, como hacíamos todos. También pasaba mucho tiempo en su habitación. No lo hizo deliberadamente— le explicó Kate, suavemente. —Sólo... perdió el interés. Cuando te marchaste, se encerró en sí misma. Se culpa de todo lo que pasó.
—¿Por qué?— preguntó Edward. Bella le había dicho que no había causado problemas deliberadamente, pero tal vez si lo había hecho, y lo admitió ante Kate.
—Paso mucho tiempo antes de que ella pudiera hablar de ello, pero varios años después me contó lo que sucedió en la cocina, que te pilló por sorpresa cuando te besó impulsivamente. No sabía que Tanya estaba bajando, y, por supuesto, fue típico de Tanya el montar una enorme escena, pero para la forma de pensar de Bella ella fue la causante de todo el problema con aquel beso. Si no te hubiera besado, tú y Tanya no habríais discutido, tú no hubieras sido culpado de la muerte de Tanya, y no te habrías marchado de la ciudad. Contigo lejos…— Kate sacudió la cabeza. —Siempre te ha querido tanto. Nos reíamos de ello cuando era más joven, creyendo que era adoración por su héroe y un enamoramiento infantil, pero no lo era ¿verdad?
—No sé. —Pero sí sabía, pensó. Bella jamás se había autoprotegido en lo que a él respectaba. Demonios, nunca había sido buena con ninguna clase de subterfugios. Sus sentimientos siempre habían estado al descubierto, su orgullo tan vulnerable como su corazón. Su adoración por él había estado presente siempre, como un rayo de sol en su vida, y él se había limitado a aceptarlo aunque raras veces le prestara atención. Como la luz del sol, era algo que daba por sentado. Por eso se había puesto tan malditamente furioso cuando creyó que lo había engañado sólo para devolverle la pelota a Tanya.
Kate le dirigió una astuta mirada que le dio a entender que no se había tragado su negativa. —Después de que Eleazar y Carmen murieran, tú y yo nos convertimos en los pilares de la vida de Bella. Necesitaba nuestro amor y nuestro apoyo, pero la mayor parte del tiempo, no se lo dimos. No, déjame decirlo de otra forma, porque la mayor parte de la culpa es mía: yo no le di mi amor y mi apoyo. Sin embargo, mientras tú estabas aquí para quererla, se las arregló. Cuando te marchaste, se quedó sola, y se rindió. Casi la perdí antes de darme cuenta— dijo Kate, con tristeza. Una lágrima rodó por su arrugada mejilla y se la secó. — Se quedó en treinta y seis kilos de peso. ¡Treinta y seis! Ella mide uno sesenta así que al menos debería pesar cincuenta y siete o cincuenta y ocho. No puedo describirte el aspecto tan lamentable que tenía. Pero un día la vi, la miré de verdad, y comprendí que tenía que hacer algo o la perdería también.
Edward no podía decir nada. Se levantó y se acercó a la ventana, con los puños profundamente hundidos en los bolsillos. Sus hombros estaban rígidos mientras permanecía de espaldas a Kate, y le costaba respirar. Oleadas de pánico recorrían su cuerpo. Dios santo, ella casi había muerto, y él no se había enterado.
—Sólo con decirle “tienes que comer” no habría servido de nada— continuó Kate, las palabras salían de su boca como si se las hubiera guardado dentro demasiado tiempo, y necesitara compartir la pena. —Lo que necesitaba era una razón para vivir, algo a lo que aferrarse. Así que le dije que necesitaba su ayuda.
Se paró y tragó con dificultad antes de proseguir. —Nadie le había dicho nunca que la necesitaba. No comprendí... En cualquier caso, le dije que no podría arreglármelas sin ella, que esto era demasiado para mí y no podía ocuparme yo sola. Y no comprendí lo cierto que era, — dijo Kate, con ironía. —Se había encerrado en sí misma. Fue una larga lucha, y durante un tiempo me sentí aterrorizada, creyendo que había llegado demasiado tarde, pero lo consiguió. Pasó un año antes de que su salud se restableciera lo bastante para poder ir a la universidad, un año antes de que dejara de despertarnos por la noche con sus gritos.
—¿Gritos?— preguntó Edward. —¿Tenía pesadillas?
—Con Tanya.— La voz de Kate era grave y torturada por la pena. —Ya sabes que fue ella quien la encontró. Y esa era la forma en que gritaba por la noche, el mismo sonido, como si acabara de encontrarla y… y estuviera pisando la sangre de Tanya.— Las palabras comenzaron a salir temblorosas y luego se hicieron firmes, como si Kate no se permitiera esa debilidad. —Las pesadillas la llevaron al insomnio, como si el mantenerse despierta fuera la única forma en que podía evitarlas. Todavía lo sufre, y la mayoría de las noches no duerme nada en absoluto. Se las arregla con pequeñas siestas, principalmente. Si la encuentras dormida durante el día, no la despiertes por ninguna razón, porque probablemente ese sea el único descanso que consiga. Lo he convertido en una orden, que nadie la despierte por ningún motivo. Lauren es la única que lo hace. Deja caer algo o cierra de golpe una puerta y siempre finge que es un accidente.
Edward se giró, de espaldas a la ventana. Sus ojos parecían hielo esmeralda. —Puede que lo haga una vez más, pero será la última— dijo con rotundidad.
Kate le dedicó una débil sonrisa. —Bien. Odio tener que decirlo de mi propia familia, pero Lauren posee una vena mezquina y ruin. Será bueno para Bella tenerte aquí de nuevo.
Pero no había estado allí cuando ella más lo había necesitado, pensó Edward. Se había marchado, abandonándola para que se enfrentara sola al horror y a las pesadillas. ¿Qué era lo que Kate había dicho? Que Bella había caminado sobre la sangre de Tanya. No lo sabía, no había pensado en la tensión que ella debía haber soportado. Habían asesinado a su esposa y él había sido acusado del crimen; estaba inmerso en su propia crisis, y había achacado la tensión de ella al sentimiento de culpabilidad. Debería haberla conocido mejor, porque él era el más cercano a Bella de todos ellos.
Recordó la forma en que ella había hecho caso omiso de la condena unilateral de toda la ciudad y había deslizado su pequeña mano en la suya durante el funeral de Tanya, para darle apoyo y consuelo. Considerando los desenfrenados chismorreos que circulaba sobre que Tanya lo había pillado abrazando y besando a Bella, había tenido que juntar mucho coraje para acercarse a él. Pero lo había hecho, sin importarle la pérdida de su reputación, porque pensó que él la necesitaba. Y en vez de devolverle el apretón, o tener cualquier otro pequeño gesto para demostrarle su confianza en ella, la había rechazado.
Ella había estado allí para él, pero él no lo había estado para ella.
Ella había sobrevivido, pero ¿a qué precio?
—No la reconocí al principio— reflexionó él, distraídamente, en voz alta. Su mirada no se apartó de Kate. —Y no fue sólo porque haya crecido. Es que sigue encerrada en sí misma.
—Así fue cómo sobrevivió. Ahora es más fuerte; creo que se asustó muchísimo cuando comprendió lo débil y enferma que estaba. Nunca se ha permitido a si misma caer en eso otra vez. Pero lo logró encerrándose en su interior, y volviéndose impenetrable. Es como si tuviera miedo de sentir demasiado, así que no se permite sentir nada. No puedo llegar hasta ella, y Dios sabe que lo he intentado, pero esto también es culpa mía.
Kate enderezó los hombros como si recolocara una pesada carga, una que se hubiera vuelto tan familiar que ahora raras veces la notaba. —Cuando encontró a Tanya y comenzó a gritar, entramos todos corriendo en la habitación y la vimos parada de pie, junto al cuerpo. Maggie creyó de inmediato que Bella había matado a Tanya, y eso fue lo que ella y Liam le dijeron al sheriff. Sam puso a un ayudante a custodiarla mientras lo comprobaba. Estábamos todos juntos de pie, en un extremo de la habitación, y Bella en el otro, completamente sola, excepto por el ayudante del sheriff. Nunca olvidaré la forma en que nos miraba, como si la hubiéramos apuñalado por la espalda. Yo debería haberme puesto de su parte, del mismo modo en que debería haberlo hecho contigo, pero no lo hice. No me ha llamado abuela desde entonces— dijo Kate suavemente. —No puedo llegar a ella. Se ha cerrado a las emociones, y ni siquiera le importa Davencourt. Cuando le dije que iba a cambiar mi testamento a tu favor, si conseguía traerte de vuelta a casa, ni siquiera parpadeó. Quise que discutiera conmigo, que se enfadara, que se preocupara, pero no lo hizo.— La incomprensión vibraba en la voz de Kate, pues ¿cómo era posible que a alguien le resultara indiferente su amado Davencourt?
Suspiró. —¿Recuerdas cómo era de pequeña, como una diminuta dinamo que jamás paraba quieta? Bajando las escaleras a la carrera, golpeando las puertas, gritando... Te juro que no poseía el menor sentido del decoro. Bien, ahora daría lo que fuera por verla dar brincos, aunque solo fuera una vez. Siempre decía lo incorrecto en el momento más inoportuno, y ahora apenas habla en absoluto. Es imposible saber lo que piensa.
—¿Se ríe alguna vez?— preguntó él, en tono áspero. Había echado de menos sus risas, la contagiosa risita que se le escapaba cuando tramaba alguna travesura, sus profundas carcajadas cuando él le gastaba bromas, su alegre sonrisita cuando contemplaba a los potros retozando en los pastos.
Los ojos de Kate estaban tristes. —No. Apenas sonríe, y ya no ríe nunca. No se ha reído en diez años.
dios que pena saber en lo que se a convertido Bella...Besos..
ResponderEliminarmmm.... jojojoj
ResponderEliminaraiier ia lo vi muui tarde, eran como las dos cuando me di cuenta q ya estaba colgado... lo siento
ya estaba demasiado cansada
¿sabias q hablar con un hombre a qien amas mucho, pero q te ha puesto los cuernos duele en el alma, el corazon y es desagastante??
yo ia lo sé...
:(...
beno...
ResponderEliminarregresando aun tema mas feliz
pobre Bella!!!
da mucha tristeza en lo q se ha convertido...
espero q Edward le ayude a volver a ser feliz...
(2)
hehe.... ohh!!!
ResponderEliminarme dejo sorprendia la historia de Kate
de vdd Bella estuvo a punto de morir??
no lo puedo creer!!!
q feo!!!!!
pobrecilla!!
lo q ella necesita es amor!!!!
peor amor d Edward!!!
ResponderEliminarhahaha... seee!!!!
io quero q se uelva a repetir lo de hace dos capiss!!
q haya algo super hot!!!!
haha... hehehe.... q haya PASION entre Edward y Bella!!!
u__u!!!!
q se vaya a la mierda Lauren!!!
hum!!!!
ResponderEliminardebe de sufrir Bella con las pesadillas...
imaginate encontrar a tu prima muerta, verla y pisar su sangre...
ayyy!!! todo lo q ha sufrido Bella y q nadie la ayuda!!!
mas le vale a Edward ayudarla si no, lo mato yo mismo!!!
haha...xD
me dio risilla la raccion d eKate, bn orgullosa de ser bn tecnologica, haha!!
ResponderEliminarbn eocionadilla, ya nada mas queda q Edward no le entienda ni papa a tanta tecno!!!
haha... eso si q seria de risa!!!
bueno, como en cada cap...
donde diablos esta el asesino???
yo siento q le va a ahcer algo muuy feo a Bella..
me da miedo!!!
pero Bella es anorexica, vdd??!!!
ResponderEliminaresq... nu se... te confunde!!
Bella necesita una razon para vivir..
esa razon era Edward
pero el pendejo s efue!
y todos olvidaron a Bella!!!
osea!!!
agh!!
q Bella los mande a la chngada!!!
despues de pasar una noche... bueno, unas noches, super hot con Eddiee!!!!
jojo, ok no
ResponderEliminarpero q si haya ACCIÓN entre estos dos!
sabes?
seria genial q Bella tenga un amigo o alguien q le de celos a Edward...
uh!!
seria super ver su reaccion!!!!
ohhh!!!
me gustaa!!! q aparezca Jacob!!!!
ok, no!
ResponderEliminarbueno si!!
pero q Bella se quede con Edward!!
haha... en lo q ibamos...
sii!!! q Edward vea q Bella se puede cnseguir a todos los hombres q qiera!!
q la cache besandose con otro y q se arme!!
y q...q... ohhh!!!
q haya lemmon!!!
ahahaa...xD... ok, estoy mal... xD
mmm.... cuesta muchito q cuelgues este fic todos los dias??!!
ResponderEliminarte comentaria diario!!!
haha... ok, no...
pero piensalo, vale??!!
haha... iia me volvi adicta a este fic!!!
mmm... me gustaria saber q pasara despes...
como cuantos caps son??
no creo aguantar mucho leyendo solo un capi semanalmanete... me volvere loca!
inclusive con los extras!!
lo haree!!!!
ahhh!!!!!!!
oiensalo, vale????
hehe, perdon por el coment anteriro... estem.. me salio mi laod rebelde!
ResponderEliminarjooo.. siii!!!
tng lado rebelde!!!
haha... bueno...
pero pensalo, vale?
jojoj... en lo q iba...
mmm.. Tanya er ala mas querida..lastima q ya no esta!
q Lauren se vaya a la mierda...
q Tyler... sea un amor con Bella!!!
haha... q Maggie y Lia se vayan!!!
y q la pobre d Kate...
bueno... decir q se componga seria malo... ya q esta en las ultimas, pero q tng fuerzas para q vea q Edward y Bella se casan y tngn al menos un bebe...
seria bonito...
bueenoooo
termine mi trabajo comunicativo!!
hahaha.... espero q te gsten mis RR locos y sin sentidos!!!
haha... bss!!!!
amo tus adaptaciones, te qiero!!!!
bssss!!!!!!!
ayy Bella, es mucho por lo que has pasado =/
ResponderEliminarHola, me entristecio tanto este capitulo pobre bella ha pasado por tanto y ha estado tan sola siempre , Y al unico que queria la abandono una abrazo patricia1204
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