Capítulo 10 “Sobre lo de anoche…”
Bella rara vez dormía bien, pero estaba tan agotada tras el duro viaje y el estrés emocional que cuando Edward la dejó por fin dormir, se hundió rápidamente en un profundo sueño. Cuando se despertó se sintió un poco aturdida, incapaz, por un momento, de recordar donde estaba, pero a través de los años se había acostumbrado a despertar en lugares donde no se había ido a dormir, así que no sintió pánico.
En cambio se quedó relajada mientras la realidad se entrometía en su mente. Fue consciente de algunas cosas inusuales: Una, esto no era Davencourt. Dos, estaba desnuda. Tres, estaba muy dolorida en todas sus zonas delicadas.
Entonces todo encajó, y se sentó de golpe en la cama, buscando a Edward. Enseguida supo que él no estaba ahí.
Se había levantado y vestido, dejándola sola en este horroroso motel. Durante la noche su ardor había derretido algo del hielo que la había mantenido encerrada durante tantos años, pero mientras permanecía allí sentada y desnuda entre una maraña de sucias sábanas, sintió de nuevo como la fría capa se solidificaba lentamente.
La historia de su vida, al parecer. Siempre se había sentido como si pudiera ofrecerle su cuerpo y alma, y aún así no quisiera amarla. Ahora lo sabía seguro. Junto a su cuerpo, le había dado su corazón, mientras que él solamente se la había estado follando.
¿De verdad había sido tan tonta como para creer que ella le importaba? ¿Por qué iba hacerlo? Ella no había hecho otra cosa que causarle problemas. Probablemente ni siguiera se sentía particularmente atraído por ella. Edward siempre tuvo la posibilidad de tener a cualquier mujer que quisiese, incluso las más guapas. No se podía comparar con el tipo al que él estaba acostumbrado, ni de cara ni de cuerpo; sencillamente estaba a mano, y él estaba cachondo. Vio la oportunidad de desfogarse y la tomó. Caso cerrado.
Su cara permanecía inexpresiva mientras que lentamente se bajaba de la cama, ignorando la incomodidad entre sus piernas. Entonces se percato de la nota en la otra almohada, garabateado sobre un bloc con el membrete del motel. Lo tomó, reconociendo de inmediato la escritura de Edward.
—Estaré de vuelta a la diez —leyó. La nota no estaba firmada, pero tampoco era necesario. Bella pasó los dedos sobre la escritura, entonces arrancó la nota del bloc y cuidadosamente la dobló y la metió en su bolso.
Miró su reloj: las ocho y media. Una hora y media para matar. Una hora y media de gracia antes de que tuviera que escucharle decirle que la pasada noche había sido un error, uno que no se volvería a repetir.
Lo único que podía hacer era volver a meterse en su severa y estilosa concha, así no tendría un aspecto lamentable cuando le diera pasaporte. Podía aguantar mucho, pero no creía que pudiese soportar que sintiese lástima de ella.
Su ropa estaba tan mustia y arrugada como ella. Primero lavó la ropa interior y la colgó sobre el ruidoso climatizador para que se secase, entonces giró el mando de la temperatura a caliente y puso en marcha la ventilación a toda potencia. Se llevó los pantalones y la blusa al pequeño cuarto de baño, y los tendió por encima de la puerta mientras se duchaba en el minúsculo cubículo que mostraba un suelo rajado y manchas amarillentas de agua.
El cubículo se lleno de vapor rápidamente, y para cuando al fin terminó, ambos, blusa y pantalones se veían más frescos.
El aparato de aire acondicionado era más ruidoso que eficiente, pero aún así la habitación rápidamente caldeó. Lo apagó e inspeccionó sus bragas; estaban secas excepto por un poco de humedad en la cinturilla. De todas formas se las puso y después se vistió antes de que llegase Edward. No era como si no hubiese visto ya todo lo que había que ver de ella, pensó, incluso también lo tocó, pero eso fue la noche anterior. Al irse de la forma que en que se había ido, había dejado bien claro que la pasada noche no significó nada para él, más allá del desahogo físico.
Peinó su lisa y densa melena hacia atrás y la dejo secar. Eso era lo mejor de un buen corte: que no necesitaba muchos cuidados. El poco equipaje que trajo estaba en el maletero de su coche de alquiler, que posiblemente seguía aparcado aún delante del pequeño, y mugriento bar, junto a la autopista, pero no sabía exactamente a qué distancia se encontraba de él. El único maquillaje que tenía en su bolso era unos polvos compactos y un pintalabios de color neutro. Lo usó rápidamente, mirando lo justo su reflejo en el espejo para pintarse los labios.
Abrió la puerta para que entrara el aire fresco de la seca mañana del desierto, encendió la pequeña televisión atornillada a la pared, y se sentó sobre la única silla de la habitación, un artilugio incomodo con el sillín de vinilo desgarrado, que daba la impresión de haber sido robado de la sala de espera de un hospital.
No le estaba prestando demasiada atención a lo que emitían, alguna tertulia matinal. Era ruidoso, y eso era todo lo que necesitaba. Cuando a veces no podía dormir, encendía su propia televisión para que las voces la hicieran sentir no estar completamente sola en la noche.
Aún seguía allí sentada cuando un coche se detuvo justo en la puerta. Se apagó el motor al mismo tiempo que una nube de polvo se colaba dentro. Entonces se oyó una puerta abriéndose seguido de un portazo, el sonido de unas botas sobre el camino de cemento, y Edward llenó el marco la puerta. Su silueta destacaba contra la brillante luz del día, sus anchos hombros casi ocupando por completo el vano de la puerta de lado a lado.
No entró más. Todo lo que dijo, fue, —¿Estás lista?— y en silencio, ella se levantó, apagó la luz y la televisión, y recogió su bolso.
Le abrió la puerta de la furgoneta, su educación sureña saliendo a flote a pesar de una década de auto-exilio. Bella se metió dentro, concentrándose en no estremecerse, en no traicionar su incomodidad física, y se sentó. Ahora que era de día, pudo ver que la furgoneta era de color gris oscuro metalizado, con el interior tapizado en gris, y que era bastante nueva. En el suelo había otra palanca de marcha, indicando que era con tracción a las cuatro ruedas, posiblemente necesaria para conducir a través del pasto.
Mientras Edward se deslizaba detrás del volante, la atravesó con una mirada indescriptible. Se preguntaba qué esperaba, que estuviese planeando una boda o por el contrario, un arranque de ira por haberla dejado sola esta mañana. No hizo ninguna de las dos cosas. Se quedó sentada en silencio.
—¿Tienes hambre?
Ella negó con la cabeza, y entonces recordó que a él le gustaban respuestas verbales. —No, gracias.
Hizo un gesto de disgusto con la boca mientras encendía el motor y daba marcha atrás, saliendo del aparcamiento. —Vas a comer. Has cogido algo de peso, y te sienta bien. No voy a dejar que tomes tu vuelo sin haber comido.
Ella no había reservado un vuelo de regreso, ya que no sabía el tiempo que iba a estar. Abrió la boca para comentárselo, pero entonces captó la dura expresión de sus ojos, dándose cuenta que le había reservado uno.
—¿A qué hora me voy?
—A la una. Te conseguí un vuelo directo desde Tucson a Dallas. Tu conexión en Dallas está muy ajustada, cuarenta y cinco minutos, pero llegarás a una hora razonable a Huntsville. Estarás en casa esta noche, sobre las diez, diez y media. ¿Tienes que llamar a alguien para que te vaya a recoger a Huntsville?
—No. —Ella misma había conducido al aeropuerto, ya que nadie estaba dispuesto a levantarse a las tres y media de la mañana para hacerle ese favor. No, eso no era justo. No le había pedido a nadie que lo hiciese. Nunca le pedía a nadie que hiciesen nada por ella.
Para cuando hubiese terminado de comer, y parecía decidido a que ella así lo hiciese, tendría que marcharse casi de inmediato para poder devolver el coche de alquiler en el aeropuerto y conseguir llegar a tiempo a la puerta de embarque de su vuelo de regreso. No le había dejado tiempo ni para respirar, posiblemente adrede. El no quería hablar con ella, no quería pasar más tiempo de lo necesario en su compañía.
—No muy lejos de aquí hay un sitio pequeño que sirven desayunos hasta las once. La comida es sencilla, pero buena.
—Déjame en el bar para que pueda recoger mi coche —dijo ella mientras miraba a través de la ventanilla, a cualquier sitio menos a él. —Pararé en un sitio de comida rápida.
—Lo dudo —dijo él adusto. —Voy a vigilar cada bocado que te metas en la boca.
—Como de vez en cuando —contestó ella en tono quedo. —Ya aprendí.
—Entonces no te importará si miro.
Ella reconoció ese tono de voz, el mismo que utilizaba cuando se le metía en la cabeza que tenías que hacer algo, así que era mejor no discutir. Cuando era más joven, ese tono era de un inmenso consuelo, simbolizaba la firmeza y la seguridad de una roca que tan desesperadamente necesitó después de la muerte de sus padres. Por una extraña razón aún seguía siendo un consuelo; puede que no le gustara, puede que no la deseara, pero al menos no quería que se muriese de hambre.
El pequeño restaurante al que la llevó no era mucho más grande que la cocina de Davencourt, con un par de reservados, un par de diminutas mesas, y cuatro taburetes alineados delante de la barra. El fuerte olor del bacón frito y las salchichas flotaba en el aire, entremezclándose con el del café y el del chile en polvo. Dos ancianos, curtidos por el sol, estaban sentados en el reservado de atrás, y ambos levantaron la mirada con interés cuando Edward escoltó a Bella hacía el otro reservado.
Una delgada mujer de incalculable edad, su piel tan curtida y bronceada como la de los dos viejos, se aproximó al reservado. Sacó un bloc verde de notas del bolsillo de los vaqueros y sujeto en alto el lápiz.
Evidentemente no había menú. Bella miró a Edward interrogante. —Tomaré el desayuno básico, jamón y huevos a la plancha, con la yema cruda —dijo él, —y ella tomará un revuelto simple, con tostada, bacón, y croquetas de patatas y cebolla. Café para ambos.
—Ya no podemos hacer huevos con la yema cruda. Normativa del departamento de salud,— dijo la camarera.
—Entonces hecho por los dos lados, pero poco.
—De acuerdo. —La camarera rasgó la hoja superior del bloc mientras se dirigía hacía el hueco abierto en la pared. Depositó la nota sobre la repisa. —¡Betts! Tengo un pedido.
—Debes de comer aquí muy a menudo —dijo Bella.
—Normalmente paro aquí cuando estoy en la ciudad.
—¿Qué significa revuelto simple?
—Sin chile.
Tenía en la punta de la lengua preguntarle si lo llamaban revuelto caprichoso pero se tragó el comentario. Sería muy fácil volver a caer en los viejos hábitos con él, pensó con tristeza. Pero había aprendido a dominar sus bromas, ya que mucha gente no apreciaba ni siquiera las más suaves. Antes Edward sí lo hacía, pero posiblemente porque quería ser amable.
La camarera puso dos humeantes tazas de café frente a ellos.
—¿Crema?— preguntó, y Edward dijo, —No —contestando por ambos.
—Me llevará al menos una semana, puede que dos, dejar las cosas arregladas por aquí —dijo él de repente. —Me quedaré con el rancho, así que estaré yendo y viniendo. Davencourt no será mi única preocupación.
Ella tomó un sorbo de café para ocultar su alivio. ¡A pesar de todo volvía a casa! Dijo que lo haría si ella se acostaba con él, pero hasta este momento no había estado segura si lo decía en serio. No habría supuesto una gran diferencia que ella supiese con certeza que le estaba mintiendo; sin importar lo que el día trajera, la pasada noche había sido un sueño hecho realidad, y se aferró a él con ambas manos.
—Kate no esperaba que vendieras el rancho —dijo ella.
—Y una mierda. Ella piensa que el universo gira alrededor de Davencourt. No hay nada que no hiciese para salvaguardarlo. —Se reclinó y estiró sus largas piernas, evitando cuidadosamente el contacto con las de ella. —Cuéntame lo que ha estado ocurriendo por allí. Mi madre me cuenta algunos acontecimientos, y también la tía Didyme, pero ninguna de ellas conoce el día a día. Lo que sí sé es que Maggie ha conseguido traerse toda la familia a Davencourt.
—No a todos. Erick y su familia aún viven en Charlotte.
—Vivir bajo el mismo techo que Jessica y Lauren es suficiente para que me plantee buscarme una casa para mí en la ciudad.
Bella no manifestó su conformidad, pero sabía exactamente a lo que se refería.
—¿Y tú qué? —Continúo él. —Sé que fuiste a la facultad en Tuscaloosa. ¿Qué te hizo cambiar de parecer? Pensé que querías asistir a una universidad local.
Se marchó porque durante mucho tiempo le resulto más fácil que quedarse en casa. Mientras estuvo fuera, sus problemas de sueño no fueron tan graves, los recuerdos no fueron tan agudos. Pero empezó la universidad un año después de que él se marchara, y fue un año en el infierno.
No le contó nada de eso. En su lugar, se encogió de hombros y dijo, —Ya sabes cómo son las cosas. Una persona puede pasar sin ello, pero para tener los contactos adecuados tienes que ir a la Universidad. —No tuvo que explicar porqué, ya que Edward había pasado por lo mismo.
—¿Hiciste el rollo de la hermandad femenina?
—Era lo que se esperaba.
Una reluctante sonrisa bailoteó en sus labios.
—No te puedo imaginar como una Pi Alfa. ¿Cómo te las arreglaste con esa pequeña sociedad de esnobs?
—Bien. —De hecho, habían sido muy amables con ella. Fueron ellas quienes le enseñaron a vestirse, cómo aplicarse el maquillaje, cómo mantener una conversación de sociedad. Pensaba que la habían visto como un reto y la habían adoptado como un proyecto.
La camarera se aproximó con tres platos humeantes de comida. Deslizó dos de ellos delante de Edward y el otro frente a Bella.
—Grita si necesitas que te rellene la taza —dijo con familiaridad, y los dejó solos.
Edward se dedicó a su comida, untando sus panqueques con mantequilla y empapándolos con sirope, para después condimentar generosamente con sal y pimienta los huevos. La rodaja de jamón cubría medio plato. Bella miró la montaña de comida y después a su acerado cuerpo. Trató de imaginar la cantidad de trabajo físico que requería de tantas calorías, y sintió aún mucho más respeto hacia él.
—Come —gruño él.
Obedeció y cogió su tenedor. Antes no hubiese podido con ello, pero el mantener sus emociones bajo control permitió que se asentara su estómago. El truco era tomarse todo el tiempo necesario y comer a pequeños bocados. Normalmente, para cuando todos los demás habían acabado, ella había conseguido comerse al menos la mitad de la suya, y era suficiente.
Lo mismo haría esta vez. Cuando Edward se reclinó hacia atrás, lleno, Bella puso a un lado su tenedor. El se fijó en su plato con una larga y severa mirada, como calculando exactamente cuánto había comido, pero para su alivio, decidió no decir nada.
Una vez terminado el desayuno, la condujo al bar. El coche de alquiler permanecía solitario en el aparcamiento, se veía abandonado y fuera de lugar. Un cartel de CERRADO colgaba ladeado sobre la puerta de entrada del bar. A la luz del día, el edificio se veía todavía más destartalado que la noche anterior.
Cuando frenó para detenerse, el polvo se arremolinó alrededor de la camioneta, y Bella permitió que la nube arenosa se asentara mientras sacaba la llave del contacto de su bolso. —Gracias por el desayuno —dijo mientras abría la puerta y se deslizaba afuera. —Le diré a Kate que te espere.
El salió de la camioneta y caminó con ella hacía el coche de alquiler, deteniéndose justo al lado de la puerta para que ella no pudiese abrirla. —Sobre anoche… —dijo él.
El pánico la invadió. Dios, no podía escuchar esto. Metió la llave en la cerradura y la giró, esperando que captase la indirecta y se moviese. No lo hizo.
—¿Qué pasa con anoche? —consiguió decir ella sin la más mínima entonación en la voz.
—No debería haber ocurrido.
Ella inclinó la cabeza. Había sido lo mejor que le había ocurrido jamás, y él deseaba que no hubiese pasado.
—¡Maldita sea, mírame! —Al igual que había hecho la noche anterior, ahuecó su barbilla en su mano y le levantó la cabeza para que lo mirase a la cara. Su sombrero estaba calado sobre su frente, sombreando sus ojos, pero aún así ella pudo ver la severidad en ellos y en la apretada línea de su boca. Muy suavemente él le rozó los labios con el pulgar. —No estaba exactamente borracho, pero sí que había bebido mucho. Tú eras virgen. No debía haber puesto eso como condición para volver, y lamento lo que te hice.
Bella mantuvo la espalda muy derecha y erguida. —Soy tan responsable como tú.
—No exactamente. No sabías en realidad en lo que te estabas metiendo. Por otro lado, yo sí sabía que no me ibas a rechazar.
No pudo escapar de su inflexible y verde mirada. Era igual que la noche pasada cuando se desnudó delante de él, excepto que ahora su desnudo era emocional. Le tembló el labio y rápidamente lo controló. No tenía sentido negar lo que estaba diciendo, ya que las acciones le habían mostrado la verdad. Cuando le ofreció la oportunidad de parar lo que estaba sucediendo, le había suplicado que continuara.
—Nunca fue un secreto lo que sentía por ti —dijo finalmente. —En cualquier momento, lo único que tenías que haber hecho era chasquear los dedos y yo hubiese ido a ti y te hubiese dejado hacer cualquier cosa conmigo, lo que quisieras. —Trató de sonreír. No le salió demasiado bien, pero era mucho mejor que echarse a llorar. —Eso no ha cambiado.
Él examinó su cara, tratando de ver más allá de la frialdad de su expresión. Un destello de amarga frustración iluminó sus ojos. —Sólo quería que supieses que mi regreso no depende de que te hayas acostado conmigo. No tienes que convertirte en una puta para asegurarte de que Kate consigue lo que quiere.
Esta vez no pudo controlar el temblor. Se apartó de él y le regaló otra sonrisa, ésta aún más forzada que la primera. —Entiendo —se obligó a contestar, con frágil calma. —No te molestaré.
—Y un cuerno que no lo harás —gruño él. —Me has estado molestando durante gran parte de tu vida. —Se inclinó hacia adelante, mirándola con el ceño fruncido. —Me molestas sólo al estar en la misma habitación que yo. Me molestas con sólo respirar. —Furiosamente la arrastró hacia él y aplastó su boca sobre la de ella.
Bella se encontraba demasiado asombrada para reaccionar. Lo único que pudo hacer fue permitir que la abrazara con fuerza, abriendo la boca ante la demanda de la suya. Fue un beso profundo e íntimo, su lengua moviéndose contra la de ella, y pudo sentir la rígida protuberancia de su erección presionando contra su vientre.
La apartó de él tan repentinamente como la había agarrado.
—Ahora corre de vuelta junto a Kate y dile que la misión está cumplida. Si le quieres contar o no cómo lo conseguiste, eso es cosa tuya. —Abrió la puerta del coche y la instó a entrar. Entonces se quedó mirándola un breve momento. —Y no entiendes ni una puñetera cosa —le dijo sin alterarse, antes de cerrar la puerta y regresar a su furgoneta.
fiiiiuuuu!!!!!!!
ResponderEliminargrax, nena!!!!!
sabia q no me decepcionarias!!!
ohh!!!!!
pero por Dios... Edward ta pendejo o q???
ehhh... bueno.... nu se...
bueno... hehe, perdon por la tardanza
ResponderEliminarpero esq cuando me di cuenta q ya lo habias publicado, estaba escribiendo un shot
luego, me tuce meter a lavar los trastes
y me acabo d eterminar de bañar...
peroohhh!!!!
por las prisas y emocion, me lei el capi taaan deprisa q me trabe...
asi q lo lei otra vez....
ResponderEliminarme a encantado!!!!!
nunca imagine q Bells fuera taan fria...
esta situacion debe de esatar lastimandola demasiado!
aunq se entrego a Edward por amor...
pero... no entined la actitud de Edward... necesito saber q piensa el
ResponderEliminar....
siento q falta cap!!!!!
hummm... me equivoco???
mmmm.....
ResponderEliminarq hara el asesino d eTanya cuando Edward regrese??
intentara matar a Bella?
Bella estara con Edward???
q onda??!!!!
no entiendo la actitud d el, peor ella me desespera!!!
Edward la desea!!!
y Bella no lo entiende!!!!
uggg!!!!!
ResponderEliminarBella es anorexica???
esq... hehe... cuando lei lo del restarente...
hehe, me dio hambre!!!
se me antojo lo q edward pidio
te juro q senti el olor de los huevos y d los panques... yumiii!!!!
ahhh!!! tendre q ir por un panque!!!!
jeje!!! antojo cumplido!!!!
ResponderEliminarjojojo...xD
bueno.. enq ibamos?
ah, si!!!
entonces, Bella es anorexica?
esq.. parece!!!!
d vdd... humm... ojala Edward la ayude...
y no la perjudiq mas!!!
Nena, porque Edward hizo eso?
ResponderEliminarporq le dijo eso a Bella?
como q se molestaba con verla y q este viva y despue sla besa??
ahh!!!
mi no entender hombres!!!
jijiji... seran un misterio!!!!!
muahahaha!!!!!
ResponderEliminarohhh!!!!!
Bella le dijo q siemre sería su perrito fiel y le dice q le molesta verla y q viva??!!
ta un poco amargado Edward....
Bella revivira su corazon???
aunq, bueno...
ResponderEliminarella tiene la culpa de q Edward la "odie"... no?
ose... aunq lo qiere negar, Edward esta enamorado d Bella...
solo espero q se de cuenta nates!!!
y no la pierda!!!!
pero... aparecera Jacob???
ResponderEliminarBella seguira con los cabellos??
q pasa entre Edward y él?!!!
ohh!!!!
hehe, ok...
termine mi labor!!!
11 coments!!!!
muahaha!!!!
esto es divertido, me tendre q esperar hasta el jueves para ver el proximo cap... hey!
no puedes cambiar el dia d epublicacion??!*ojitos del gato d Shrek y puchero Madie in Alice*
bueno.. grax x dejarte sobornar!!!!
nos vemos, nena!!!
besos!!!!!
muchas preguntas me quedan pero esperare impaciente para leer jiji pero no tardes no seas malita ehhh
ResponderEliminarpor cierto te espero en mi blog actualize
un besito te quiere luna de amanecer
dios me encanto...Besos..
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