viernes, 22 de abril de 2011

Isabella Marie Swan

Capítulo 20 “Isabella Marie Swan”

Querido lord Masen,
Aunque afirma que sólo es polvo bajo mis delicados pies, para mí es como polvo de estrellas en un cielo nocturno, siempre en mis sueños pero fuera de mi alcance…
—No ha podido desvanecerse en el aire. ¡Es imposible!
—Eso diría yo, señor. Pero es exactamente lo que parece haber ocurrido. Cuando su coche llegó a Londres esa tarde se perdió la pista de la señorita Dwyer. Mis hombres han estado buscando durante más de dos meses y no han podido encontrar ni rastro de ella. Es como si no hubiera existido nunca.
—Claro que ha existido. —Edward cerró los ojos un momento y recordó a Bella en sus brazos, más real que cualquier cosa que había tocado en su vida.
¿Y si no tuviésemos toda una vida? ¿Y si sólo tuviésemos este momento?
Esa enigmática pregunta lo había perseguido desde que había sido lo bastante estúpido como para dejar que se fuera de sus brazos y de su cama.
Abrió los ojos para observar al hombre pequeño y atildado que estaba sentado al otro lado de la mesa. La niebla que había en ellos desaparecía un poco más cada día. En poco tiempo podría salir él mismo a buscar a Bella. Pero hasta entonces no le quedaba más remedio que confiar en ese hombre. Danville Steerforth era uno de los mejores detectives del país. Él y sus compañeros con sus vistosos chalecos rojos y sus chaquetas azules eran famosos tanto por su habilidad como por su discreción.
Al hombre no parecía impresionarle la cicatriz de Edward. Probablemente había visto cosas mucho peores en su trabajo.
—El registro de Chelsea puerta por puerta no ha servido de nada —le informó Steerforth retorciendo su bigote de color caramelo—. ¿Está seguro de que no dejó ninguna otra pista de su procedencia o de dónde ha podido ir?
Pasando el dedo por un abridor de cartas con mango de bronce, Edward negó con la cabeza.
—He registrado una docena de veces el baúl que dejó en su habitación. Pero sólo he encontrado unas cuantas prendas de vestir indescriptibles y un frasco de colonia de limón.
No mencionó que al abrir el armario descubrió que había dejado sus regalos, que en realidad no había visto hasta ese momento. Mientras tocaba suavemente el delicado vestido de muselina, la estola de cachemir y las zapatillas rosas que sólo servían para bailar, resonaron en su mente los tristes acordes de «Barbara Allen». Tampoco reveló que la fragancia familiar de su perfume había hecho que se tambaleara de deseo.
—¿Y sus cartas de referencia? ¿Han aparecido?
—Me temo que no. Parece que mi mayordomo se las devolvió el mismo día que fue contratada.
Steerforth suspiró.
—Es una lástima. Incluso un simple nombre podría habernos dado alguna pista.
Edward rastreó en su memoria. En el fondo de su mente había un detalle insignificante que no podía recordar.
—En la primera comida que compartimos mencionó que había trabajado con una familia. ¿Los Herondale? ¿Los Hassan? —Chasqueó los dedos—. ¡Los Hale! ¡Eso es! Dijo que había trabajado durante dos años como institutriz para lord y lady Hale.
Steerforth se puso de pie sonriéndole.
—¡Excelente, señor! Organizaré una entrevista con la familia inmediatamente.
—Espere —dijo Edward mientras el hombre recogía su sombrero y su bastón. Con su vista un poco mejor cada día, no podía soportar la idea de quedarse allí sentado mientras otros buscaban a Bella—. Quizá sea mejor que realice yo mismo esa entrevista.
Si Steerforth estaba decepcionado porque le usurparan el control de la investigación, lo disimuló bien.
—Como quiera. Si encuentra alguna pista que podamos seguir, póngase en contacto conmigo inmediatamente.
—Puede contar con ello —le aseguró Edward.
Steerforth vaciló en la puerta dando vueltas a su sombrero de fieltro.
—Perdóneme si soy inoportuno, lord Masen, pero nunca me ha dicho por qué está tan desesperado por encontrar a esa mujer. ¿Le robó mientras estuvo a su servicio? ¿Se llevó algo irreemplazable?
—Sí, señor Steerforth. —Edward esbozó una triste sonrisa mientras miraba los ojos comprensivos del hombre—. Mi corazón.


Isabella Marie Swan estaba sentada en la terraza de Hale Hall tomando el té con su mejor amiga y aliada, Rosalie, la única hija de lord y lady Hale. El cálido sol de junio le acariciaba la cara mientras una brisa balsámica le movía los cortos rizos de color miel.
Aunque llevaba dos meses dándose aceite mineral en el pelo, para disgusto de su madre no había conseguido librarse completamente del tinte de henna. Decidiendo que no podía soportar más que Isabella Dwyer la mirara desde el espejo, Marie acabó cortándoselo en un arrebato de ira. Rosalie le había asegurado que de todos modos el pelo corto hacía furor en Londres. Marie pensaba que le sentaba bien, que le hacía parecer más madura, no como la niña estúpida que había sido.
Por supuesto, su madre lloró al ver lo que había hecho, y también su padre parecía que iba a deshacerse en lágrimas. Pero ninguno de los dos había tenido valor para regañarle. Su madre ordenó a una de las criadas que recogiera el pelo y lo echara al fuego. Marie se sentó y observó cómo se quemaba.
—¿No ha empezado tu familia a preguntarse por qué pasas tanto tiempo aquí? —preguntó Rosalie cogiendo un bollito de la bandeja que había sobre la mesa.
—Estoy segura de que se alegran de librarse de mí. Me temo que ahora mismo no soy una buena compañía.
—Tonterías. Siempre has sido una compañía maravillosa. Hasta cuando estás triste y con el corazón partido. —Rosalie untó el bollito con crema y se lo metió en la boca.
Al menos cuando estaba con Rosalie, Marie no tenía que fingir que todo iba bien. No tenía que reírse de los chistes de su hermano ni mostrar interés por las labores de su hermana. No tenía que tranquilizar a su madre diciéndole que estaba bien leyendo en su habitación hasta las tantas o evitar los ojos desconcertados de su padre. Sabía por las miradas de preocupación que intercambiaban que su actuación no estaba siendo demasiado convincente. Había perfeccionado sus dotes dramáticas en las funciones de teatro que ella y sus hermanos representaban para sus padres cuando eran pequeños, pero parecía que le habían abandonado el día que dejó el papel de enfermera de Edward.
Rosalie lamió un poco de crema de la esquina de su boca.
—Me da miedo que a tus padres les parezca raro que pasemos tanto tiempo juntas cuando se supone que hemos pasado la mitad de la primavera recorriendo Italia con mis padres.
—¡Chsss! —Marie dio un golpecito a Rosalie por debajo de la mesa para recordarle que lord y lady Hale estaban sentados al otro lado de las ventanas arqueadas del salón disfrutando de su té.
Con su agudo ingenio, sus rizos rubios y sus ojos saltarines, Rosalie era la única amiga en la que Marie podía haber confiado para llevar a cabo un plan tan arriesgado. Pero la discreción nunca había sido su fuerte.
—Es una suerte que volviese a casa unos días antes que tú y tu familia —murmuró Marie esperando que Rosalie captara la indirecta y también bajara la voz.
Rosalie se inclinó hacia delante.
—No podíamos hacer otra cosa con ese Napoleón amenazando con bloquear toda Inglaterra. Mamá no quería que nos quedáramos estancados en Italia y perdiésemos toda la temporada. Le daba miedo que se fijase en mí un conde italiano, apasionado pero sin dinero, en lugar de un rechoncho vizconde inglés que siempre se preocupará más por sus perros de caza que por mí.
Marie movió la cabeza de un lado a otro.
—Eso hace que odie más a ese pequeño tirano. ¿Y si tu familia hubiera vuelto a casa antes que yo? Mis padres se habrían puesto frenéticos. Me alegro de que nuestras familias no pertenezcan al mismo círculo social. Si hablaran de nuestro viaje sería un desastre.
—Prometí enviar un mensaje a Masen Park en cuanto pusiéramos pie en suelo inglés. Eso te habría dado tiempo suficiente para buscar una nueva excusa.
—¿Como qué? —preguntó Marie tomando un sorbo de té—. Tal vez podría haber enviado una nota a mi madre: «Lo siento mucho mamá, pero me he fugado para ofrecer mis servicios como enfermera a un conde ciego que casualmente es uno de los mayores granujas del mundo».
—Antiguo granuja —le recordó Rosalie arqueando una ceja—. ¿No te prometió que dejaría de seducir mujeres y de romper corazones cuando os conocisteis?
—Eso dijo. Y si no hubiese sido tan estúpida le habría creído. Pero en vez de eso le reté a alistarse en la Marina Real para que pudiera demostrar que era digno de mi amor. —Movió la cabeza asqueada por lo ingenua y lo egoísta que había sido—. Si me hubiera fugado a Gretna Green con él cuando me lo pidió no le habrían herido, no habría perdido la vista.
—Y tú no habrías ido nunca a Masen Park.
—Cuando oí los rumores de que estaba viviendo solo en esa casa como una especie de animal herido pensé que podría ayudarle —dijo Marie observando a un par de pavos reales que se pavoneaban por el césped ondulado.
—¿Lo hiciste?
Le salvó de contestar un golpe estridente en la puerta principal. Entonces miró a Rosalie con el ceño fruncido.
—¿Esperan tus padres a alguien?
—Sólo a ti. —Rosalie parpadeó al sol de media tarde.
—Es una hora muy rara para una visita sorpresa, ¿no?
Ambas levantaron la cabeza hacia el salón justo a tiempo para oír al mayordomo entonar:
—El conde Masen.
Marie se quedó pálida. Aunque su primer impulso fue esconderse debajo de la mesa, probablemente se habría quedado paralizada si Rosalie no la hubiera agarrado por la muñeca y la hubiera llevado detrás de un rododendro que había justo al otro lado de una de las ventanas.
—¿Qué diablos está haciendo aquí? —susurró Rosalie.
Marie movió la cabeza frenéticamente, sintiéndose como si el corazón fuera a salírsele del pecho.
—¡No lo sé!
Se agacharon detrás del arbusto casi sin atreverse a respirar mientras se hacían las presentaciones y se intercambiaban los cumplidos.
—Espero que perdonen esta intromisión. —Cuando la voz ronca y profunda de Edward salió por la ventana Marie sintió que su cuerpo se estremecía de deseo. Sólo tenía que cerrar los ojos para que estuviese detrás de ella, encima de ella, dentro de ella.
—¡No sea ridículo! —le regañó la madre de Rosalie—. Estamos encantados de conocer a un héroe tan famoso. Todo Londres está entusiasmado con la noticia de su asombrosa recuperación. ¿Es cierto que ha recuperado totalmente la vista?
—Todavía veo algunas sombras cuando empieza a oscurecer, pero cada vez es más llevadero. Mi médico cree que a mi mente le está costando un poco adaptarse a los progresos que han hecho mis ojos.
Marie apretó sus ojos, incapaz de resistir la tentación de rezar una breve pero ferviente oración para dar gracias al cielo.
—Pero no he venido aquí hoy para hablar de mí —estaba diciendo Edward—. Esperaba que pudieran ayudarme con una cuestión personal. Estoy buscando a una mujer que ha estado recientemente a mi servicio y hace tiempo al suyo: la señorita Isabella Dwyer.
—¡Te está buscando a ti! —susurró Rosalie dándole a Marie un codazo tan fuerte que le hizo gruñir.
—No —respondió con tono serio—. Está buscándola a ella. ¿No te acuerdas? Fue idea tuya que le diésemos una carta de referencia de tus padres. Fuiste tú quien falsificó la firma de tu padre.
—Pero suponiendo que si intentaba ponerse en contacto con ellos aún estarían en Roma.
—Bueno, pues no es así.
—¿Isabella Dwyer? —estaba diciendo lord Hale—. No recuerdo ese nombre. ¿Era una criada?
—No exactamente —respondió Edward—. Según la carta de referencia que le proporcionó, fue la institutriz de sus hijos. Durante dos años.
Lady Hale parecía estar más desconcertada aún que su marido.
—No me acuerdo ni de ella ni de esa carta. Eso habría sido hace varios años, pero estoy segura de que aún recordaríamos su nombre.
—Su empleo tendría que haber sido bastante reciente —señaló Edward con un tono cada vez más cauteloso—. La señorita Dwyer es una mujer joven, probablemente menor de veinticinco años.
—Eso es imposible. Nuestro hijo Jasper está en Cambridge ahora mismo, y nuestra hija… Un momento. Rosalie, querida —dijo su madre hacia las ventanas abiertas—, ¿sigues estando ahí fuera?
Rosalie miró a Marie horrorizada.
—¡Vete! —Marie le dio un empujón—. Antes de que vengan a buscarte.
Rosalie salió tambaleándose de detrás del arbusto. Se alisó la muselina blanca de su falda y lanzó una última mirada de pánico a Marie antes de responder alegremente:
—Sí, mamá. Estoy aquí.
Mientras Rosalie desaparecía en la casa, Marie atravesó el arbusto y se sentó con la espalda pegada a la pared de ladrillos debajo de la ventana. Cerró bien los ojos para resistir la tentación de mirar a Edward. Era una tortura estar tan cerca de él y a la vez tan lejos.
—Ésta es nuestra Rosalie —estaba diciendo lord Hale con una inconfundible nota de orgullo en su voz—. Como puede ver, dejó de necesitar una institutriz hace varios años.
—Tiene la edad perfecta para empezar a llenar la guardería con sus propios bebés —añadió su mujer con una risa nerviosa—. Cuando le encontremos el marido perfecto, por supuesto.
Reprimiendo un gruñido, Marie golpeó la parte posterior de su cabeza contra la pared. Cuando pensaba que las cosas no podían ir peor, lady Hale estaba intentando casar a su mejor amiga con el único hombre al que amaría en toda su vida.
Mientras Edward murmuraba un saludo intentó no imaginarle inclinándose sobre la mano de Rosalie, intentó no imaginar esos hábiles labios rozando su pálida suavidad. A diferencia de Marie, Rosalie no solía hacer frente al sol sin guantes y sombrero.
—¿Dónde está tu amiga? —preguntó lady Hale—. ¿No estabais las dos tomando el té?
Marie abrió los ojos de par en par. Si alguien mencionaba su nombre descubrirían que era una mentirosa y una impostora.
—No hay ninguna razón para que no tomemos todos el té con lord Masen —propuso el padre de Rosalie—. ¿Por qué no vas a buscar a…?
De repente a Rosalie le dio un violento ataque de tos, y Marie se desplomó contra la pared aliviada. Después de varias rondas de murmullos preocupados y palmaditas en la espalda, Rosalie consiguió recuperarse.
—¡Lo siento mucho! Me he debido atragantar con el bollito.
—¿Con qué bollito? —preguntó Edward.
—El que he comido antes —respondió ella desafiándole a contradecirla con el tono frío de su voz—. Y me temo que tendrá que perdonar a mi amiga. Es muy tímida. Se fue corriendo como un conejo cuando oyó que llamaban a la puerta.
—Está bien —le aseguró Edward—. En realidad no tengo tiempo para más presentaciones. Y aunque aprecio su hospitalidad, me temo que tengo que declinar su invitación.
—Sentimos no haber podido ayudarle Masen —dijo lord Hale haciendo chirriar su silla al levantarse—. Parece que ha sido víctima de una persona sin escrúpulos. Si aún tiene esa carta falsificada en su poder, le aconsejo que la entregue a las autoridades inmediatamente. Quizá puedan encontrar a esa mujer y ponerla en manos de la justicia.
—No es necesario recurrir a las autoridades. —La determinación en la voz de Edward hizo que Marie se estremeciera—. Si está ahí fuera en alguna parte, la encontraré.


Cuando Rosalie salió de la casa poco después de que Edward se marchara, Marie estaba sentada en la colina que daba al pequeño estanque. Una pata se deslizaba por la serena superficie del estanque con siete patitos de plumas marrones y verdes detrás de ella.
—No se me ocurrió que podría descubrirme por las cartas de referencia —dijo mientras Rosalie se sentaba en la hierba junto a ella poniendo su falda como una campana a su alrededor—. Ni siquiera las vio. —Miró a Rosalie angustiada—. No comprendo por qué sigue buscándome a mí, a ella. Pensaba que en cuanto recuperara la vista volvería a la vida que tenía antes de conocernos.
Marie abrazó una rodilla contra su pecho, incapaz de reprimir más la pregunta que se había prometido no hacer nunca.
—¿Cómo es?
—Debo confesar que es muy atractivo. Siempre he pensado que estabas exagerando sus encantos, cegada por el amor y todas esas tonterías, pero tengo que reconocer que es un ejemplar magnífico de masculinidad. ¡Y adoro esa cicatriz! Le da un aura de misterio. —Rosalie se estremeció—. Parece una especie de pirata que podría llevarte sobre su hombro y poner en peligro tu vida.
Marie apartó la cara, pero no antes de que Rosalie viera el rubor de sus mejillas.
—Isabella Marie Swan, él no es el único al que le has ocultado algo, ¿verdad?
—No sé qué quieres decir.
—Yo creo que sí. ¿Es cierto? ¿Habéis sido…? —Mirando por encima de su hombro, Rosalie susurró—: ¿Amantes?
—Sólo una noche —confesó Marie.
—¿Sólo una vez?
—No. Sólo una noche —repitió Marie pronunciando cuidadosamente cada palabra.
Rosalie se quedó boquiabierta, horrorizada y encantada a la vez.
—No puedo creer que hayas hecho eso. ¡Con él! Eres muy liberal. La mayoría de las mujeres esperan a estar casadas antes de tener un amante. —Se acercó un poco más abanicándose con la mano—. Tengo que saberlo. ¿Es tan hábil como parece?
Marie cerró los ojos mientras las habilidades de Edward volvían a su memoria y un intenso deseo le recorría las venas.
—Más aún.
—¡Madre mía! —Rosalie se tumbó en la hierba con los brazos extendidos fingiendo que se desmayaba. Pero se incorporó enseguida y miró a Marie con expresión preocupada—. Dios mío, no estarás… embarazada, ¿verdad?
—¡Ojalá lo estuviera! —confesó Marie sin pensarlo—. ¿No demuestra eso que soy una persona terrible? Estaría dispuesta a romper el corazón de mi familia, sufrir la censura de la sociedad y arriesgarlo todo si pudiera tener un trocito de él para llevarlo siempre conmigo. —Hundió la cara en la rodilla, incapaz de soportar más tiempo el peso de la mirada compasiva de su amiga.
Rosalie le acarició el pelo.
—Aún no es demasiado tarde. ¿Por qué no vas a verle, le explicas la verdad y le pides perdón?
—No podría. —Levantó la cabeza y miró a Rosalie a través de una nube de lágrimas—. ¿No comprendes lo que hice? Estuvo a punto de morir por mí. Le abandoné cuando más me necesitaba. Luego, para intentar expiar esos pecados, entré en su casa con engaños y jugué con sus recuerdos y sus afectos. —Lanzó un violento sollozo—. ¿Cómo podría perdonarme por eso? ¿Cómo podría mirarme sin odio?
Mientras Rosalie la abrazaba para que pudiera llorar las lágrimas que había estado conteniendo durante dos meses, a Marie se le ocurrió otra terrible idea. Ahora que Edward sabía que Bella le había mentido, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que empezara a preguntarse si la noche que pasó en sus brazos había sido también una mentira?

1 comentario:

  1. me gustaa mucho la plantilla jiji ^^
    el capitulo geniaal me encanto seguire pasando x aqui te espero en mi blog ya actualize asi que te espero :D
    te quiere luna de amanecer
    www.lunadeamanecercullen.blogspot.com

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