miércoles, 29 de diciembre de 2010

Esto es un desafío


Capítulo 31 “Esto es un desafío”

Bella se despertó con un estremecimiento, diciendo el nombre de Edward con voz atormentada. Miró el lugar vacío de la cama junto a ella, y la pesadilla que la había despertado persistía vívidamente en su mente. Hacía años que soñaba en entregarse a Edward, en brindarle todo su amor, y de pronto él la dejaba sin pensarlo dos veces porque otra mujer lo atraía. Lo que Edward había dicho en su sueño revivía en su mente:

–Debes recordar que nunca nos casaremos. Esto tenía que terminar alguna vez.

Ella miró a su alrededor en la habitación, muy oscura por la tormenta de afuera, y de pronto se sintió deprimida y al borde de las lágrimas. Edward la deseaba, estaba segura, pero ¿por qué no podía amarla también? Finalmente había admitido ante sí misma y ante Edward que ella lo amaba, y comenzaba a darse cuenta de la intensidad de ese amor. Le había dado una oportunidad de declarar lo que sentía por ella, pero sólo le había pedido que se quedara con él.

Él no hablaba de una emoción mayor que el deseo. ¿Bella podría contentarse con eso? ¿Soportaría darle todo su amor y no recibir amor como retribución? Pero, por otra parte, ¿podría soportar dejarlo y no volver a verlo nunca?

Bella apartó las mantas para levantarse, y tembló cuando una brisa fría entró por la ventana abierta. Habría sido una mañana perfecta para quedarse en la cama, disfrutando del calor de Edward. Esperaba que él la echara de menos tanto como ella a él. También esperaba poder hablar con C.S. y terminar con la separación.

Bella se puso lentamente un vestido celeste con mangas anchas y largas para mantenerse abrigada durante ese día de tormenta. El cielo estaba cubierto de pesadas nubes grises, y no sabía qué hora de la mañana era, pero esperaba encontrar sola a su madre en su dormitorio.

Después de dar unos pasos para llegar a su habitación, se desilusionó al encontrarla vacía. Pero al comenzar a bajar la escalera, apareció su madre en el extremo del corredor.

–Es tan tarde que comenzaba a preocuparme por ti –dijo Renée.

–Me he dormido –dijo Bella–. Me quedé despierta hasta muy tarde anoche. –Bella se mordió el labio, preguntándose si su madre le sería útil para hablar con C.S.

– Mamá, ¿podemos hablar en mi habitación?

–Sí, por supuesto.

Entraron y Bella indicó a su madre que se sentara, mientras ella misma se acercaba a la pequeña cuna de madera que Edward había hecho la semana anterior. La tocó suavemente, y la puso en movimiento; luego se volvió a mirar a su madre.

–Mamá, debes saber que estoy muy contenta de que tú y C.S. os hayáis reencontrado, de que finalmente estés casada con el hombre que siempre has amado.

–Tú no pareces tan contenta, ma chérie –replicó Renée con una ligera sonrisa.

–Estoy contenta por ti, mamá, pero creo que empiezo a tener pena por mí misma. Tú encontraste la felicidad cuando C.S. llegó aquí, pero yo perdí la mía.

–Sé que estás alterada, me sorprendí cuando Charlie prohibió que tú y Edward compartierais la habitación. Pero tal vez esta separación sea lo mejor para ti, Bella. Charlie está seguro de que si Edward se ve impedido de estar contigo durante suficiente tiempo, hará lo que debe hacer. Hablamos de esto largo tiempo anoche.

–Edward y yo también hablamos, mamá. Él no se casará conmigo, porque teme un compromiso tan total. Pero me ha pedido que me quede aquí con él, sería lo mismo que si estuviésemos casados, sólo que sin los juramentos.

–¡Pero él podría dejarte en cualquier momento!

–También podría hacerlo si estuviéramos casados.

–Un hombre siente una responsabilidad diferente hacia su esposa –replicó Renée.

–Lo sé. Pero Edward está en contra del matrimonio, y no admitirá que nadie lo empuje a él. Pero yo le amo, mamá, y quiero permanecer aquí con él.

–Entonces finalmente lo has admitido. Sabía que le amabas, aunque seguías hablando tan intensamente de tu odio –dijo Renée con un gesto de asentimiento.

–Tal vez ya le amaba entonces, pero estoy segura de amarle ahora. ¿Hablarás con C.S.? –pidió Bella esperanzadamente–. No deseo esta separación, mamá. Sólo ha sido una noche, y ya echo terriblemente de menos a Edward. Quiero estar junto a él por la noche. Quiero la seguridad de que aunque mi embarazo está tan adelantado, él aún desea que yo esté con él.

–Hablaré con tu padre en cuanto estemos solos –dijo Renée. Se puso de pie, tomó a Bella en sus brazos, y la abrazó–. Pero si Charlie no cede, no abandones la esperanza, Bella. Creo que subestimas el poder que tienes sobre Edward.

Bella bajó a cenar esa noche con el corazón atribulado, su madre había hablado con C.S. por la tarde, y había dado su respuesta a Bella. C.S. confiaba en que si se le daba suficiente tiempo para pensar en ello, Edward vería que el matrimonio era el único camino. Bella sólo deseaba poder compartir parte de la confianza de C.S. Pero ahora tendría que decir a Edward que su madre no había logrado hacer cambiar de idea a C.S.

Aunque Bella comía con lentitud deliberadamente, el tiempo parecía volar, y muy pronto llegó el temido momento. Renée llevó a C.S. a su habitación e hizo una señal a Sue de que subiera porque sabía que Bella y Edward necesitaban privacidad.

Edward había estado cordial durante todo el día, y Bella sabía que esperaba que ella le dijera que C.S. había cedido. ¿Se pondría furioso nuevamente?

Bella se levantó de la mesa sin esperarlo, y fue hacia el sofá. Además de la perspectiva de discutir con Edward, esa noche se sentía incómoda, y le dolía la espalda.

El torrente de lluvia había continuado todo el día y aún seguía golpeando sobre la casa, se veían relámpagos desde las ventanas altas, y de vez en cuando un trueno rompía el silencio en el gran salón.

Bella miraba el fuego concentrándose en las llamas danzarinas. Edward estaba sentado en el sofá frente a ella y le tomó la mano.

–¿Tu madre habló con C.S.? –preguntó a Bella.

–Sí

–¿Y?

Bella respiró profundamente.

–No ha cambiado de idea, Edward. Por alguna razón, confía en que quien cambie de idea seas tú.

–Entonces esto es un desafío –dijo Edward con calma. Bella sabía que era una orden. Y él agregó–. Eres ya una mujer, Bella. Tienes edad como para hacer lo que te parezca.

–Si mi padrastro nos hubiera prohibido vivir juntos, haría lo que tú me pidieras, porque Phil no me quería. Pero C.S. es mi verdadero padre y me quiere. No lo hace para molestarle, Edward, porque eres su amigo, a pesar de lo que tú puedas pensar. Piensa que hace lo correcto, y yo no me opondré a sus deseos.

–¿Esta es tu voluntad? –preguntó Edward, herido.

–Detesto dormir sola en tu cama, Edward. Te deseo allí conmigo, cuando te dije ayer que creo que estoy enamorada de ti, tendría que haber sido más explícita. Te amo con todo mi corazón, Edward. Eres mi vida –dijo Bella, y se interrumpió. Luego prosiguió: –Dale tiempo a mi padre, Edward. Cuando vea que tú no cedes, tal vez él cederá.

Edward no respondió, pero la sorprendió tomándola en sus brazos y recostándose con ella en el sofá. Sin hablar, la retuvo abrazada largo tiempo hasta que oyeron que terminaba la tormenta a altas horas de la noche.


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