miércoles, 17 de noviembre de 2010

No puedo casarme contigo


Capítulo 10 "No puedo casarme contigo"

—Yo… yo… —las palabras no le salían. Miró a Mike y vio el desconcierto en sus ojos—. Eh, un momento. Tenemos que hablar en privado.
—¿Qué crees que estás haciendo? —explotó Karen.
—Madre —dijo Mike—, Bella está hablando conmigo.
Karen se volvió hacia Bella con una mirada glacial.
—No hagas nada de lo que puedas arrepentirte el resto de tu vida, jovencita.
—Ya basta —dijo Mike alzando una mano—. No le hables así a Bella.
Karen pareció quedar en estado de shock. Parpadeó repetidas veces.
—Después de todos mis esfuerzos y la fortuna que he gastado en ustedes, a ella le entran las dudas. ¿Y tú la defiendes?
Mike se volvió hacia Bella.
—Dame unos minutos para calmarla y hablamos.
Bella miró perpleja a su novio. Vaya, de repente parecía tener agallas.
—Sí, por supuesto.
—Madre, vamos a discutir esto en el vestíbulo.
—De eso nada. Esto también me concierne a mí.
Alice se movió del sitio que le correspondía como dama de honor y se enfrentó a Karen.
—Esto es entre Bella y Mike. Pareces muy preocupada. Seguro que el reverendo Webber tiene un sofá donde puedas descansar —agarró a Karen del brazo—. Vamos, Mike, llevemos a tu madre al despacho del reverendo.
—¡Señorita Brandon, quíteme las manos de encima!
Alice le dio unas palmaditas en el hombro.
—Calma, calma. ¿Te apetece una taza de café, un vaso de agua?
Mike agarró a su madre por el otro brazo y los dos se la llevaron por el pasillo, seguidos por el reverendo Webber.
Bella no se atrevía a mirar a Edward. ¿Qué estaría pensando de ella?
Necesitaba tiempo para recomponerse, así que corrió al lavabo de señoras. Se sentó en un banco acolchado y hundió el rostro en las manos. Había estado a punto de permitir que su ansia de tener una familia le hiciera cometer el peor error de su vida.
Oyó que la puerta del aseo se abría y sintió que unos dedos cálidos le masajeaban el cuello. Se echó hacia atrás, deleitándose con el reconfortante tacto.
—¿Tan pronto de vuelta? Gracias, Allie.
—De nada —respondió la profunda voz de Edward.
Bella levantó la cabeza y lo miró confusa.
—Pensé que eras Alice.
—No, está ocupada quitando a Karen de en medio. Y no la culpo.
—No me esperaba esto.
—Recuerda, cariño, lo que no te mata te hace más fuerte —su experta mano le alivió la tensión de la nuca—. Como mi madre adoptiva solía decir, «la vida es maravillosa si no te rindes». Estás haciendo lo correcto, Bella.
Ella sonrió y pasó la mirada por el aseo, decorado en tonos dorados.
—Eso no lo hace más llevadero.
—Si hacer lo correcto fuera sencillo, mucha gente lo haría.
—Cierto. Pero no quiero hacerle daño a nadie.
—Míralo de esta manera: los dos se ahorran un montón de sufrimiento a largo plazo.
—Siento haberte metido en tantos problemas.
—¿Acaso yo no te he causado ninguno? —sonrió—. Yo diría que estamos empatados.
La puerta volvió a abrirse y entró Alice. Al ver a Edward se detuvo y sonrió.
—¿Está listo Mike? —le preguntó Bella.
—Aún no. El reverendo y él siguen intentando controlar a Karen, que está que se sube por las paredes. Han rechazado mi propuesta de ponerle un bozal.
—Así que sigue viva y coleando, ¿eh? Estás perdiendo facultades, Alice —Edward le sonrió y acarició el cuello de Bella una vez más—. Estaré fuera. Grita si me necesitas.
—Ya me siento mejor. Salgamos todos.
Los tres volvieron a la iglesia, se sentaron en el banco frontal, al lado de Ben, y un espeso silencio se hizo en el templo. Bella contempló las vidrieras rojas y azules, deseando que Mike volviera pronto. No le gustaba la idea de hablar con él, pero quería que todo terminara cuando antes.
—Más le vale no hacerte esperar mucho —murmuró Alice mirando su reloj.
A Bella le hubiera gustado confesarle sus sentimientos a su amiga, pero Mike merecía ser el primero en saberlo. Ella y Alice tendrían mucho tiempo para hablar.
Finalmente, las puertas de la iglesia se abrieron y ella se giró. Mike avanzaba por el pasillo central. En su rostro se mezclaban el miedo y la compasión, recordándole a Bella la expresión del médico que le dijo que su padre había muerto.
Él se inclinó sobre ella para hablarle en voz baja.
—Siento la espera. Cuando quieras.
Alice le dio un apretó en la mano y Bella se levantó sobre piernas temblorosas. Al pasar junto a Edward, vio un mensaje de ánimo en sus ojos. Le mantuvo la mirada por un momento, absorbiendo la fuerza que irradiaban aquellas profundidades verdes, y alzó el mentón dispuesta a alejarse por la alfombra azul.
Mike la escoltó al camerino de la novia y los dos se sentaron en un diván rosado.
—Te escucho.
A Bella le temblaban las manos y las juntó con fuerza. Aquello iba a ser más duro de lo que pensaba. Pero tenía que asumir la realidad.
—Desde el atraco al banco, mi vida ha cambiado en muchos aspectos. He empezado a ver las cosas con una nueva luz, y por primera vez veo con claridad. No soy la misma mujer —estudió los fuertes rasgos de Mike. Habían compartido buenos momentos. Iba a echarlo de menos—. Eres un hombre maravilloso, pero no estamos hechos para estar juntos. Lo siento, Mike. No puedo casarme contigo.
Mike apartó la vista de ella y se quedó mirando el empapelado florido de las paredes. A Bella le pareció que, en aquellas circunstancias, la decoración era una cruel ironía. Oh, Dios… Ojalá no lo hubiera destrozado. Para ser un hombre, Mike era bastante sensible.
—Quizá… —dijo él finalmente—, quizá, a la luz de los recientes acontecimientos, sea lo mejor.
Bueno, había sido mucho más fácil de lo esperado. Demasiado fácil. Ella no quería herirlo ni montar una escena, pero, bueno, alguna objeción por parte de Mike no habría estado fuera de lugar. O alguna pregunta acerca de su decisión.
—¿Qué acontecimientos? —preguntó ella.
—La razón por la que hoy he llegado tarde ha sido una llamada telefónica de un chico llamado Colin Stanley.
—¿Colin Stanley? Ese fue el chico que me siguió en el parque. ¿Lo conoces?
—Sí. Hace cinco años le di clases de violín en el centro social. En cuanto lo vi con el arco supe que tenía un talento especial, el talento que distingue a los genios.
—¿Fue tu alumno hace cinco años y aún mantienen el contacto? ¿Y por qué me seguía?
—Fue más que un alumno —dijo Mike pasándose una mano por el rostro—. Le daba clases particulares, y así fue como conocí a su madre, Jessica. Era una mujer muy divertida con la que se podía hablar. Llegamos a estar muy unidos, y a Colin llegué a quererlo como a un hijo —una tierna sonrisa suavizó sus rasgos.
Bella nunca lo había visto expresar tanta emoción. En sus dos años de relación era la primera vez que lo veía sonreír así. No pudo evitar una punzada de celos.
—Creo que empiezo a comprender. ¿Y Jessica?
—Sí, también acabé enamorándome de ella. Al principio me asustaba sentirme atraído por una mujer ocho años mayor que yo —siguió, ajeno a la confusión interna de Bella—. Pero al final me decidí y le propuse matrimonio a Jessica —recordando el pasado, sus ojos brillaban de calor y vitalidad.
Bella se sentía invadida por un aluvión de sentimientos contradictorios. ¿Mike se había comprometido con otra mujer antes que con ella? Nunca le había hablado de su pasado, y ella nunca le había preguntado.
—¿Qué pasó?
—Sabía que mi madre se lo tomaría muy mal, pero esperaba que… —suspiró— Decidí casarme con Jessica de todas formas. Entonces a mi padre le diagnosticaron cáncer de pulmón. Fueron ocho meses de sufrimiento, y cuando murió, mi madre se derrumbó. Después del funeral, Jessica rompió conmigo y me confesó que no podía obviar la diferencia de edad. Yo lo intenté todo para hacerla cambiar de opinión, pero no me escuchó —las últimas palabras las pronunció con una voz cargada de dolor.
—Sé lo mucho que debiste de sufrir —dijo ella.
Tenía mucha experiencia con el rechazo.
—Me quedé destrozado. No sólo había perdido a mi padre y al amor de mi vida, sino también a Colin. Estoy seguro de que él pensó que yo lo había abandonado. Entonces dejé de preocuparme por todo y empecé a vivir como un sonámbulo —sacudió la cabeza—. Seis meses después, mi madre nos presentó a ti y a mí en el concierto benéfico y me convenció para que te pidiera una cita.
Bella se quedó helada al oírlo.
—¿Me pediste una cita sólo para complacer a tu madre?
—Al principio, sí —confesó él con una sonrisa avergonzada—. Pero luego conectamos muy bien y empecé a tomarte cariño. Te tenía en muy alta estima y los dos teníamos mucho en común. Eres la mejor amiga que he tenido. Muchos matrimonios se basan en menos.
—Pero tu corazón está en otra parte.
—No he visto a Jessica ni he hablado con ella en tres años. Pero tras hablar hoy con Colin, la llamé y conseguí que confesara la verdad. Por lo visto, mi madre había tenido una charla con ella en el funeral de mi padre. Yo sabía que a Jessica le habían realizado una histerectomía hacía años, pero no importaba. Me bastaba con Colin. Pero mi madre me convenció de que había que perpetuar el apellido de los Newton, sobre todo después de haber muerto mi padre. Se ofreció a pagar el ingreso de Colin en la universidad si Jessica se iba a Nueva York. ¿Puedes creerlo? —soltó una risa amarga—. Jessica se negó, pero no quería provocar una pelea familiar, así que rompió la relación.
Se levantó y se paseó de un lado para otro. Parecía fuera de lugar, tan grande en aquella diminuta habitación femenina.
—Sacrificó su felicidad por la mía —siguió—. Si lo hubiera sabido, lo habría dejado todo por ella —se volvió hacia Bella—. He intentando amarte, Bella. Y te quiero, pero no como tú mereces. Y ahora sé que es porque nunca he podido olvidar a Jessica.
A Bella se le hizo un nudo en el estómago al afrontar la verdad. Durante dos años habían intentado forzar una relación imposible, y habían estado a punto de condenarse para siempre. Tragó saliva con dificultad. No podía articular palabra.
—Colin nunca perdió la esperanza —dijo Mike volviendo a sentarse—. Cuando vio nuestro anuncio de boda empezó a seguirte. Pensaba que si te lo explicaba, tú te apartarías y él podría reunimos a su madre y a mí —le lanzó una mirada cortante—. Me contó lo sucedido en el parque.
—Edward no le hizo daño. Sólo quería asustarlo.
—An, Edward, sea cual sea su nombre, no es tu primo, ¿verdad? Y si es gay, soy capaz de comerme mi violín, con arco incluido.
Bella se puso colorada.
—Lo suponía —dijo él—. He visto el modo en que te mira.
La imagen de aquellos ojos verdes brillando con promesas la invadió.
—Entre nosotros sólo hay… un asunto de trabajo. Pronto se irá de la ciudad.
—Por mi torpeza casi arruiné cuatro vidas. Si sientes algo por él, no esperes a que sea demasiado tarde. No todo el mundo consigue una segunda oportunidad, ¿sabes?
¿Qué sentía por Edward? Por muy atraída que se sintiera, era todo lo contrario a su hombre ideal. Libre, despreocupado, con una fobia horrible al matrimonio. Por su propia supervivencia, Bella debía permanecer indiferente.
—¿Estarás bien? —le preguntó Mike, mirándola con dulzura.
—Sí —respondió ella con una temblorosa sonrisa. Estaría bien siempre que no cometiera el error de desear lo inalcanzable—. Espero que podamos seguir siendo amigos —se quitó el anillo y se lo tendió.
—Me encantaría. Y también me gustaría que te quedaras con el anillo como recuerdo.
—No necesito ningún recuerdo —le puso el anillo en la palma y le cerró la mano—. Nunca olvidaré los buenos momentos que hemos compartido —las lágrimas afluyeron a sus ojos. Era muy duro renunciar a sus sueños—. Como aquel concierto en Schubert Hall, donde no podíamos dejar de reírnos al ver el peluquín del director.
— Buenos momentos —dijo él, guardándose el anillo en el bolsillo—. Lo siento, Bella. Hace mucho que sabía que las cosas no iban bien entre nosotros, pero a diferencia de ti, no tuve el valor para decirlo. Tienes derecho a insultarme o abofetearme.
—Ese no es mi estilo y lo sabes —replicó ella con una risa forzada—. Pero tal vez Alice esté encantada de hacerte los honores —se levantó—. Bueno, supongo que eso es todo.
—Sí. Volvamos con nuestros amigos y con Lady Dragón —Bella lo miró sorprendida—. ¿Me creías tan ciego? Puede que sea mi madre, pero estoy harto de ella.
Salieron y Mike caminó hasta el centro del altar.
—Les agradezco su paciencia. Tenemos que hablar con ustedes.
Alice, Ben y Karen, que parecía haber recuperado la compostura, los rodearon. Bella miró a Edward, que la miraba interrogativamente, y le hizo un gesto para que se acercara.
—Bella y yo hemos decidido cancelar la boda.
Karen abrió y cerró la boca como si le faltara el aire, pero sólo emitió un débil chillido.
—Devolveré el dinero de los gastos y pido disculpas. Bella se lo explicará a Alice y a su… primo —miró brevemente a Edward. Después se dirigió a Ben, que lo miraba desconcertado—. Te llamaré.
—Mi corazón —gimió Karen llevándose una mano al pecho. Se había puesto roja.
—Olvídalo, mamá —le espetó Mike—. Llevas tres años con la misma jugada y ya no me lo trago. Vete a casa. Me reuniré contigo después.
—Pero, Mike, querido… —empezó a decir, pero su hijo alzó una mano.
—Nada de lo que digas o hagas va a cambiar mi decisión. Si no puedes aceptarlo, pasarás sola el resto de tu vida, con tu arrogancia como única compañía. ¿Es eso lo que quieres?
Karen se derrumbó. Vencida y sin palabras, se volvió y se alejó por el pasillo central, como un dragón que ya no pudiera escupir fuego.
Sin nada más que decir, el grupo la siguió hasta la puerta. Mike y Bella caminaron juntos por última vez. Luchando contra las lágrimas, lo miró para despedirse.
—Te deseo lo mejor, Mike. A ti, a Jessica y a Colin.
—Espero que seas feliz, Bella. Te lo mereces —le dio un beso en la mejilla—. Adiós.
—Adiós —respondió ella con un hilo de voz, casi sin poder contener las lágrimas.
Mike le echó una última mirada de disculpa y se alejó hacia su coche.
—¿Estás bien? —le preguntó Edward, apareciendo junto a ella.
No, no estaba bien. Sus sueños se habían hecho pedazos. Aun así, asintió.
—Voy por el coche. Espérame aquí —dijo él, y desapareció tras la iglesia.
Bella se quedó en los escalones de la entrada con Alice. Se sentía desgarrada por dentro. Había deseado una familia, pero su matrimonio habría sido tan superficial e insatisfactorio como su relación con Renée y Tyler. Ella deseaba un compromiso emocional, a su verdadera alma gemela.
Y aunque sabía que Mike nunca habría sido su alma gemela, el dolor y la soledad la atravesaron como un cuchillo mientras lo veía alejarse.

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