Nada más levantarse, decidió dar un paseo por la playa vestida con unos pantalones y una camisa de él. La caminata la relajó. Cuando regresó, las voces que la recibieron al abrir la puerta hicieron que titubeara. Los sollozos roncos de una mujer le pusieron los pelos de punta. Tanya, tal vez... ¿o cualquier otra amante que iba a suplicar una segunda oportunidad? Todos esos pensamientos pasaron por su mente al cruzar el vestíbulo. Pero no tardó en darse cuenta de que no podía ser, ya que Edward hablaba en un italiano rápido.
—Per favore...
Era tan hermosa como su hijo. Los ojos verdes desesperados le suplicaban que la escuchara, pero Edward no quería saber nada del asunto.
— ¡Fuori! —la echó como si fuera una mendiga, y al ver que ella se aferraba a su brazo y que eso no funcionaba, se soltó como si lo acabaran de ensuciar—. ¡Fuera! —le puso el bolso en las manos.
Isabella se quedó atónita ante esa frialdad.
—Edward... —anhelaba ir en pos de su madre, pero también devolverle cierta cordura—. ¡Es tu madre!
— ¿Madre? —escupió la palabra—. Más una puttana. Vuelve ahora... y ahora, cuando mi padre está cerca de su tumba, decide que lo ama, que ha cometido un error. Es treinta años demasiado tarde...
— ¿Para quién? —suplicó ella—. Para tu padre no lo es... él jamás dejó de amarla.
— ¡Entonces, es un necio! —bramó Edward—. Lo único que quiere ella es su dinero. Es lo único que queréis todas vosotras... —calló en mitad de la frase.
Pero demasiado tarde... las palabras habían salido con el veneno que guardaban.
En ese momento Isabella se dio cuenta de que no tenían futuro.
—Te devolveré el dinero —antes prefería perderlo todo con Mike que estar en deuda con Edward—. El lunes recuperarás hasta el último céntimo.
—No te molestes —la miró antes de lanzar el último cuchillo—. Acordamos que si te era infiel no me deberías nada.
El dolor, la humillación... todo volvió a repetirse, y se odió y despreció por permitir que se lo volviera a hacer.
—Canalla.
—Nada ha cambiado, entonces —le dedicó una sonrisa lóbrega—. Adelante... puedes irte...
—Así de fácil —no podía creer su insensibilidad, que pudiera desterrarla de su vida con tanta presteza cuando hacía tan poco tiempo la había adorado—. ¿Y qué pasa con tu padre? ¿Con el consejo?
—¡No me importan! —rugió—. Ya no me importa lo que piensen. Soy yo quien los hizo ricos... soy yo quien llenó sus manos codiciosas. Si creen que van a estar mejor sin mí, que lo intenten.
—A ti no te importa nadie —metió sus cosas en un bolso de mano, ansiosa por salir de allí—. Estás tan ocupado buscando lo peor de la gente...
— ¿Dónde está lo bueno? —la interrumpió—. Dime, ¿dónde está lo bueno?
— ¡Te amaba! —soltó—. Te amé desde aquella primera noche... pero al final lograste convencerme de que era una tonta.
Pero los tontos tenían sentimientos, podían vislumbrar el paraíso... algo que ella había hecho la noche anterior. Y habría dado cualquier cosa para reclamarlo.
— ¡Me amabas!, que cínica, si anoche estabas tan contenta con el abogado ese, ¿no?
— ¡Es mi abogado, nada más!
—Sí, claro Isabella, ¿y yo que soy entonces?, ¿tu prestamista? —la mano de ella se estampó contra su mejilla.
— Vete de aquí Isabella —dijo con la mandíbula y los puños apretados.
—Estoy embarazada, Edward.
Tembló al decirlo... rezando, esperando que las palabras le devolvieran cierta cordura, frenaran la pelea el tiempo suficiente para que al menos pudieran hablar. Pero él se mostró inalcanzable. Para Edward era como si estuviera contemplando a Tanya, como si le partieran el cráneo con un hacha. Se había preparado para ello hacía dos semanas... jamás lo había esperado ese día. Los últimos intentos frenéticos de Isabella por salvar la situación le repugnaron. Ni siquiera pudo mirarla.
— ¿Y?
Fue la respuesta más cruel, y en nombre de su hijo lo odió por ello. Pero contrarrestó su veneno con una dignidad serena.
—Te lo comunico para que no puedas aducir que no te lo dije.
—Inclúyelo en una carta de tu abogado —se encogió de hombros—. Seguramente estará encantado de ayudarte
— ¿Eso es todo?
—Envíame la factura... —se mofó—. Pero por ahora... lárgate. Sólo mirarte me pone enfermo.
Debía parecer una loca vestida con la ropa de él, descalza y con un bolso brillante... y hablando consigo misma. Salvo que no hablaba consigo misma, hablaba con su hijo.
—Vamos a estar bien, pequeño.
Paró un taxi y pidió que la llevara al hotel, luego le dijo al conductor que esperara mientras recogía sus cosas; al bajar, le indicó que la llevara al aeropuerto. En ese momento era exclusivamente su bebé, y Edward podía llevarla ante los tribunales para demostrar lo contrario. Tendría que luchar por su derecho a considerarlo suyo... porque ese derecho lo había perdido hacía una hora.
Al regresar a su departamento se puso en contacto con su abogado.
—Jacob, quisiera pedirte por favor, si podrías venir a mi departamento.
—Por supuesto Isabella, en una hora estaré por allá.
—Gracias, de verdad es muy importante.
Mientras esperaba que su abogado llegara, desempacó con una profunda tristeza, nunca pensó que Edward rechazaría a su propio hijo, se sentía humillada, lastimada, engañada, no podía darse el lujo de que Mike no le pagara, tenía que devolverle a Edward cada centavo de lo que le había prestado.
Reabriría su galería, levantaría como pudiera su negocio, ahora no era solo por ella, tenía a un pequeño por el cual velar, y por su bebé saldría adelante.
Jacob por fin llegó, lo hizo pasar a la sala de su departamento.
—Jacob, que bueno que pudiste venir, de verdad es muy importante lo que te voy a pedir.
—No te preocupes, por algo soy tu representante legal, y desde ahora tu amigo.
— ¿Recuerdas el problema de Mike que te platiqué?
—Así es, el préstamo que te pidió tu hermano.
—Sí, en una semana será la entrega de la herencia de mis padres, y él se niega a pagarme aunque me firmó este documento —sacó el papel donde se comprometía a pagarle la cantidad prestada— y necesito que tú te encargues de que no reciba su dinero, que se haga responsable y que me page lo que me debe.
—Efectivamente, con este papel le será imposible reclamarlo, ese dinero se abonará directamente a tu cuenta.
— ¡No!, quiero que ese dinero sea abonado a la cuenta de Edward.
—Pero ¿por qué?, ese dinero es tuyo.
—La verdad no, fue él quien me prestó semejante suma, y ese dinero es suyo, por eso me urge recuperarlo.
—Está bien, no hay problema.
—También quiero pedirte que el día de la junta seas tú el que se presente en mi lugar, no quiero poner un pie en esas oficinas.
— ¿Por qué no?, son las oficinas de tu prometido ¿no es así?
—No, ya no es mi prometido, terminamos.
—Oh, lo lamento, quiero que sepas que cuentas con todo mi apoyo.
—Gracias Jake, de verdad no sabes cuánto necesito un amigo en este momento.
—No te preocupes Isabella, yo me haré cargo de todo… —estaba indeciso sobre decirle lo que pensaba en ese momento, en cuanto ella se presentó aquel día en su oficina lo había dejado completamente boquiabierto, y el día de la gala se veía totalmente espectacular, y su manera de ser era única, desde ese momento se dio cuenta que nunca la olvidaría, y ahora que había terminado con Cullen era su oportunidad.
—Isabella, quisiera invitarte a cenar… claro si no te molesta.
Ella frunció el ceño pensativa, ¿a qué venía esa invitación?, casi no lo conocía, y aunque sabía que era una buena persona, supo que había otra intención detrás.
—Jacob, espero que no estés intentando tener nada conmigo, casi no nos conocemos y… —la cortó rápidamente.
—Yo sé que no nos conocemos, pero desde que te vi supe que eras una gran mujer, me impresionaste, no sé, fue amor a primera vista… —ella escuchaba totalmente confundida, ¿cómo era posible que en tan poco tiempo pudiera sentir todo eso por ella? — ahora que has terminado con Cullen, me gustaría que me dieras una oportunidad para…
—Espera, no sigas por favor —dijo con un nudo en la garganta— por favor no hagas esto.
— ¿Por… por qué?
—Porque no puedo darte lo que me pides Jacob, eres una gran persona y no quiero lastimarte.
—Sé que es muy pronto, pero puedo lograr que me…
—No Jacob, eso no podrá ser, estoy embarazada de Edward, voy a tener un hijo suyo.
Esas palabras cayeron como un balde de agua fría sobre Jacob, "un hijo", eso era un lazo imposible de romper.
— ¿Y aún así terminaste con Edward?
—No tenía opción, por eso me urge que ese dinero llegue directamente a la cuenta de Edward, no quiero deberle nada, y siga pensando que estuve con él por su dinero.
—Es un idiota, no sabe qué mujer acaba de perder.
—Gracias Jacob, por favor discúlpame.
—No, discúlpame tú a mí, por no pensar en tus problemas, ¿amigos? —dijo dándole la mano.
—Amigos.
—No te preocupes por la junta y el dinero, todo saldrá bien.
—Gracias.
Por su parte Edward se encontraba en la suite del hotel tomando, tratando de olvidar como esas mujeres habían jugado con él. Isabella, que hipócrita había sido, pero él fue más estúpido, ¿cómo pudo creer que era diferente?, todas las mujeres eran iguales, solo querían dinero, su dinero.
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