domingo, 26 de septiembre de 2010

Prologo


Prólogo


«En la guerra, ganas o pierdes, vives o mueres... y la diferencia está en un pestañeo». General Douglas Mac Arthur
La luna brillaba sobre el desierto, reflejándose en la arena. Como siempre, el sargento Jacob Black estaba hablando de su mujer, Bella. El capitán Edward Cullen sonrió interiormente mientras hacían su rutinaria patrulla. Jake estaba loco por su mujer, pensó, mientras miraba alrededor para comprobar si el horizonte estaba despejado. Aunque estuviera entretenido, nunca dejaba de tener cuidado.
Jake estaba riendo en ese momento... era un gran hombre, capaz de hacerlos reir en el peor de los momentos, y no sólo amaba a su esposa, la idolatraba.
De repente una explosión retumbó en la noche y el cielo se iluminó. Edward sintió el impacto al tiempo que oía gritar a su compañero: ¡Bella, Bella!
Le quemaba la carne y el dolor era tan fuerte que no podía hablar. El tiempo pasaba con aterradora lentitud. Las imágenes se convertían en borrones. No podía ver por el ojo derecho. Intentó moverse, sintió que lo levantaban y oyó el ruido de la hélice de un helicóptero. Iban a ayudarlo.
—Bella —oyó la voz de Jake.
Edward consiguió volver la cabeza.
— ¿Jake, estás bien? —consiguió decir casi inconsciente.
—No dejes que se aísle —musitó Jake, desesperado—. No dejes que se convierta en una ermitaña. Prométeme que cuidaras de ella, que la ayudaras a… a salir… adelante. No dejes que...
—Tiene que calmarse —los interrumpió otra voz. ¿Un médico?, se preguntó Edward, notando que empezaba a perder la conciencia—. Tiene que conservar las energías.
—Te lo prometo... Jake... —tras esas palabras todo se volvió negro.

Tres meses habían pasado desde aquella terrible noche. Edward se despertó cubierto de sudor, otra vez esa pesadilla. Abrió los ojos, pero la oscuridad se cerraba sobre él como una prensa. Alargó la mano para encender la lámpara y se sentó en la cama, jadeando como si hubiera corrido una maratón. Aunque la herida había curado hacía tiempo, se pasó la mano instintivamente por el ojo derecho. Aquella otra noche no veía nada por ese ojo porque la sangre que manaba de su cabeza se había convertido en una cascada... ya no pudo dormir, si cerraba los ojos veía el cuerpo de Jake destrozado por la explosión.
Después de meses de terapia, seguía cojeando. Quizá cojearía para siempre. Pero eso no evitaría que siguiera corriendo cada día. Nada cambiaría en su vida... excepto seguir en el cuerpo de los marines. Siempre supo que no seguiría en activo para siempre, pero no había esperado tener que retirarse tan pronto.
Edward se pasó una mano por el pelo. Debería cortárselo. O no, pensó. Ya no tenía que obedecer las ordenanzas.
Miró alrededor y se sintió inquieto. Llevaba demasiado tiempo en el centro de rehabilitación. Estaba listo para irse, para dejar atrás la tragedia. Cada día se sentía más fuerte y no había perdido la fuerza de voluntad. Estaba harto de hablar de sí mismo durante las sesiones con el psiquiatra...
Suspirando, saltó de la cama y se acercó a la ventana. Intentando escudriñar en la oscuridad, recordó la última noche que había visto a Jacob Black con vida. La mina antipersonas se había llevado la vida de Jake, pero respetó la suya. Seguía sin entender por qué, aunque se hacía esa pregunta cada cinco minutos.
El psiquiatra le había dicho que sufría un trauma llamado «sentimiento de culpa del superviviente» y que tardaría tiempo en curar.
Edward tragó saliva.
—Gracias por nada —murmuró.
Los gritos de Jake se repetían en su cabeza y cerró los ojos para controlar la sensación de mareo... Quizá no se le pasaría nunca. Quizá nunca volvería a sentirse en paz consigo mismo. Estar allí, en el centro de rehabilitación, no resolvería nada. Podía terminar la terapia él solo.
Tenía qué encontrar la forma de vivir consigo mismo, la forma de compensar aquel sentimiento de culpa. Misión imposible, pensó. ¿Qué podía hacer por un hombre muerto?
Entonces pensó en su viuda y recordó la promesa que le había hecho a Jake. Quizá, sólo quizá, si hacía lo que Jake le había pedido antes de morir podría vivir en paz consigo mismo.
Su misión de ahora en adelante sería ayudar a la viuda de su amigo.

3 comentarios:

  1. Amiga me encanta esta. Historia estoy loca para ver sus resultado que son muy prometedor

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  2. por dios pobre de edward que se siente muy culpable por sobrevivir me encanto el capitulo

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  3. Oh que lindo a pesar de lo que le paso quiere ayudar a Bella un abrazo patricia1204

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