domingo, 19 de septiembre de 2010

EPILOGO


— ¿Están listos los gemelos...? —la voz de Mike se perdió al entrar en el salón y ver que su esposa tenía compañía. —Hola, Bells —le dedicó una sonrisa incómoda y su hermana se la devolvió—. Edward —saludó a su cuñado —. Felicidades.
—Gracias —respondió éste—. Jessica nos acaba de dar vuestro regalo y tarjeta...
—De nada.
— ¿Quieres una copa, Mike? —le ofreció Jessica, pero él le explicó que no podía quedarse.
Que su hermano y ella fueran invitados en la casa de sus padres en el primer aniversario del fallecimiento no le parecía extraño. Era lo correcto. Porque aunque Charlie y Renee no se hallaran presentes, seguían cuidando de su familia... proporcionándole a Jessica y a sus nietos un hogar cómodo durante esos largos y tumultuosos meses. Una cosa menos de la que ella debía preocuparse.
—Bueno —Mike esbozó una sonrisa pétrea—. Me alegro de veros a los dos... y felicidades otra vez.
La tensión la rompieron los gemelos al entrar a la carrera, encantados de ver a su padre, con quien pasarían el fin de semana. Antes de irse, Mike preguntó:
— ¿Puedo verla, Bells?
—Por supuesto... —contuvo el aliento cuando Mike cruzó la habitación para ir a la cuna a ver a su sobrina por primera vez.
—Hola, pequeña Renesmee —le acarició la mejilla sedosa y se emocionó.
—Es tan hermosa, tiene tus ojos.
Y así era, la pequeña Renesmee era de una piel tan pálida como la de sus padres, tenía los ojos chocolates tan risueños como los de su madre, y su cabello era un compendio de pequeños bucles de color cobrizo, como el de su padre.
— De verdad Bells, felicidades, tienes una bebé preciosa —sonrió con ternura cuando su pequeña sobrina le tomó el dedo entre sus pequeñas manitas.
Isabella odiaba lo duros que habían sido esos meses para él y que prácticamente lo hubiera perdido todo... pero también se sentía orgullosa de que hubiera sido capaz de invertir la situación. Había pasado cuatro meses en rehabilitación y, lentamente, luego había entrado en el mundo real. Había encontrado trabajo, un apartamento y de la nada había construido una vida mejor que la que había llevado con anterioridad.
— ¿Quieres alzarla en brazos?
Lo quería, realmente lo deseaba. Asintió y acunó en ellos a su diminuta sobrina. Isabella sintió que se emocionaba y agradeció que Edward no le tomara la mano... porque cualquier contacto habría hecho que se desmoronara.
—Uno olvida lo pequeños que son —Mike miró a su esposa—. ¿Te acuerdas...? —calló y en sus facciones se marcó un profundo pesar. Luego el fantasma de una sonrisa las aligeró—. Es preciosa —y se la devolvió a su hermana.
—Gracias...
Más tarde, mucho más tarde, después de que Renesmee fuera bañada alimentada y estuviera dormida en la cunita, cuando se hallaban exhaustos en la cama con la vista clavada en el techo, Isabella le dio las gracias a Edward... no sólo por ese día, sino por la paciencia infinita que había mostrado con su familia.
— ¡Aún no he hecho nada! —sonrió.
—Sé que no ha sido fácil con Jessica y Mike...
—Eh, la semana próxima tendremos a mi familia disfuncional...
Siempre podía hacerla sonreír, hacerla que lo deseara. Sus padres vivían como en una luna de miel prolongada, y, tal como él había señalado en alguna ocasión, si Esme esperaba que Carlisle muriera... no cabía duda de que se estaba ganando a pulso la herencia. Su padre era el hombre más feliz, sano y joven que había visto.
—Ya ha pasado lo peor.
La abrazó tan fuertemente que le creyó... y trató de reconciliarse con el hecho de que el peor año de su vida había sido, de algún modo, también el mejor. A su alrededor brotaban semillas de esperanza y amor... que se asomaban incluso desde los rincones más oscuros.
Un gorjeo procedente de la cuna hizo que ambos se sobresaltaran. Edward cruzó la habitación y alzó en brazos a la pequeña de doce semanas que a pesar de estar con un pañal limpio y bien alimentada, no tenía intención alguna de dormir.
—Estás arruinando mi reputación...
Le sopló la barriguita y Renesmee se puso a reír entre dientes; luego, volvió a acostarla con gentileza y esperó una hora completa hasta que la bebé cerró los ojos, era un padre excelente y amaba por completo a su pequeña.
—Duérmete —dijo cuando en esa noche difícil, Isabella, extenuada, se volvió hacia él en la cama.
—No quiero —sonriendo, le dio un beso en la boca— necesito decirte algo.
— ¿Que se le ofrece señora Cullen?
—Sólo quiero decirte que pronto tendremos a un pequeño Eddie corriendo por el jardín de esta casa —le dijo con una gran sonrisa en los labios.
—Amor, ¿tú… estás…?
—Sí amor, estoy embarazada.
—Te amo, te amo tanto, y a ti pequeño, los amo a los tres. A ti por darme a tan maravillosa familia y por hacerme tan feliz. De verdad Bella, eres todo para mí.
Y con esas palabras ella lo besó, necesitaba el alivio que encontraba en sus brazos. Después de un año cruel, la vida les sonreía. Después de todo, se habían encontrado el uno al otro, y se dijo así misma que los finales felices si son posibles.
FIN

4 comentarios:

  1. AYYY q linda histria la AME.

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  2. hola hermosa historia megusto mucho pero levieran puesto a subrir un poquito

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  3. Me encantó la historia gracias por compartirla

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  4. Me encanto que hermoso final espero mas de tus novelas grasias

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